jueves, 1 de febrero de 2024

Santos como san Juan Bosco

 

Homilía en la Misa de inicio de Año 2024

de la Hermandad De Ntra. Sra. Del Rocío de Bruselas

y nombramiento como Hermano Honorario de D. Juan Manuel Moreno Bonilla, Presidente de la Junta de Andalucía y Vicepresidente del

Comité Europeo de las Regiones y Ciudades-

 

Iglesia de Nuestra Señora de las Victorias del Sablon

Bruselas 31 de enero de 2024, Memoria de San Juan Bosco

 

 

 


Estimadas autoridades, queridos rocieros y devotos de la Virgen del Rocío, queridos amigos:

Nos reunimos aquí hoy en esta hermosa Iglesia de Nuestra Señora del Sablon de Bruselas para empezar un nuevo año, celebrar el 24 aniversario de la nominación de la Hermandad del Rocío de Bruselas como tal por la Hermandad Matriz de Almonte y de una forma muy especial para nombrar como Hermano Honorario a Don Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de la Junta de Andalucía y Vicepresidente del Comité Europeo de las Regiones y Ciudades, que nos honra con su presencia aquí esta tarde.

 

Mi tarea como sacerdote en esta celebración es sobre todo anunciar la buena noticia del evangelio, de ese Dios que se hace hombre en el vientre de María santísima para vivir una vida como la nuestra y rescatarnos por su amor del sin-sentido, del miedo, del pecado y de la muerte, de todo eso que nos impide vivir nuestra vida como Dios la había pensado y soñado para nosotros.

 

Me voy a ceñir a la celebración de hoy y a las lecturas que acabamos de escuchar. Hoy es el 31de enero y la Iglesia recuerda un gran santo italiano, San Juan Bosco, fundador de los salesianos y gran apóstol de los jóvenes. En la Turín del siglo XIX, marcada por los cambios políticos, la industrialización, la urbanización y la presencia de masas de jóvenes y niños pobres y explotados, supo darse cuenta de ello, supo mirar con los ojos y el corazón de Dios, discernir los signos de los tiempos, como dice el Concilio y el Papa Francisco, y se puso manos a la obra desarrollando una propuesta educativa que vendría a llamarse “sistema preventivo”, basada en mostrar a los jóvenes la belleza de las virtudes.

 


También en los tiempos de hoy, de grandes cambios e incertidumbres, de guerras y conflictos, de desigualdades e injusticas, de falta de valores objetivos reconocidos por todos, de relativismo y posverdad como los califican algunos, nuestra sociedad y la Iglesia necesitan santos como Don Bosco, personas que sepan mirar la realidad con los ojos y el corazón de Dios y discernir lo que Dios nos pide en este momento histórico y ponernos, sin tardar, manos a la obra. Don Bosco fue un sacerdote, pero hay muchos santos en nuestros altares, y quizás también cercanos a nosotros -los santos de la puerta de al lado, los llama el Papa- que son hombres y mujeres laicos, ni sacerdotes, ni religiosos, que viven su entrega a Dios y al prójimo en la vida civil y matrimonial, en sus compromisos políticos y sociales, en su apostolado y servicio a los más pobres, en su trabajo y estudio. Uno de ellos, que es muy significativo para mí como Secretario General de la Comisión de Obispos de la Unión Europea es Robert Schuman, uno de los Padres Fundadores de la Unión Europea, que ha sido declarado venerable en 2021 por el Papa Francisco, es decir que ha subido el primer peldaño y el más importante para ser declarado santo. No me cabe ninguna duda de que su unión con el Señor lo llevó a entender que, después de las terribles guerras mundiales, había que crear un futuro distinto para nuestro continente, un futuro de paz y de libertad, había que arriesgarse y hacer algo nuevo, dar un salto al vacío, crear una alianza entre los dos enemigos históricos, Francia y Alemania que hiciera imposible otra guerra en Europa.  Y así lo propuso en su famoso discurso del 9 de mayo de 1950. Como Schuman, el Señor nos llama a todos a ser santos, a tener un corazón y una mirada como la del Señor y de María, a saber ver los dolores y sufrimientos de nuestros hermanos y hermanas, pero también sus alegrías y esperanzas, a hacerlas nuestras, y discernir lo que Dios nos pide hacer hoy.

 

Las lecturas de hoy hacen referencia a distintos aspectos de la vida de Don Bosco. La primera lectura nos señala tres características del santo: su alegría, su enseñanza sobre las virtudes y su ejemplo. Así san Pablo en esta hermosa carta que a los Filipenses dice: ‘Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres”. San Juan Bosco era un hombre alegre, pero no de una alegría superficial que no tomara en serio el gran sufrimiento que existía a su alrededor, sino de una alegría que viene de estar unido al Señor. El apóstol mismo así lo indica diciendo que hay que estar alegres “en el Señor”. El motivo de nuestra alegría no es que la cosas nos vayan bien según los criterios del mundo, sino la fuente de nuestra alegría es la unión con el Seños, una unión que nada ni nadie nos puede quitar. “Nada nos separará del amor de Dios” dice Pablo en otra de sus cartas.  Pablo también nos invita a tener en cuenta “todo lo que es verdadero, noble y justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito”. Es lo que hizo Don Bosco con los jóvenes, mostrarles la belleza de las virtudes, de una vida buena. Por último, Pablo invita a los Filipenses a seguir su ejemplo: “Y lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis y visteis en mí, ponedlo por obra”. Esto es lo que hizo también Don Bosco como todos los santos, enseñar más con el ejemplo que con la palabra. Hoy también, como decía el Papa Pablo VI, ‘el mundo necesita de testigos más que de maestros’.



El Salmo nos habla de la ternura: “Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles; porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro”. Esta también era la actitud de Don Bosco con sus jóvenes, la ternura y la compasión. Solo así podía ayudarlos. El sentir ternura y compasión por nuestro prójimo, sobre todo cuando lo está pasando mal, como hace el buen samaritano en la parábola, es “tener los mismos sentimientos de Jesús”, es parte de nuestra identidad cristiana y quizás también humana, porque la fraternidad humana es una llamada para todo ser humano.

 

Para comentar el evangelio que nos habla del cariño y aprecio que Jesús tenía por los niños, permitidme una pequeña nota personal. Yo tuve la suerte de conocer a un gran santo, ‘andaluz de adopción’, de nuestros tiempos, al hermano Adrian del Cerro, “el limosnero de Dios”, recientemente declarado también venerable. Venía con frecuencia a mi parroquia de Madrid por tener familia en el barrio. Nació en Toledo, pero vivió la mayor parte de su vida en Jerez de la Frontera donde era muy amado y donde murió en 2015. Entró en la Orden de los Hospitalarios y se dedicó en el Hospital de la Orden en Jerez a atender a los niños afectados de poliomielitis y tuberculosis, para los que pedía limosna por toda la ciudad. Bastaba verlo cuando venía por mi parroquia para darse cuenta de su entrega y alegría profunda y contagiosa, de su sencillez, de su mirar con el corazón de Dios y darse cuenta del sufrimiento a su alrededor y ponerse enseguida manos a la obra para ayudar.

 


Queridos hermanos y hermanas: Don Bosco tenía una devoción especial a la Virgen, Él la veneraba en espacial como María Auxiliadora de los Cristianos, la Madre que ha estado siempre cerca de su pueblo en momentos difíciles prestando su auxilio. La devoción a María Auxiliadora es parte central del carisma de los salesianos. También nosotros aquí tenemos una especial devoción a María, a la Virgen del Rocío, a la Blanca Paloma, a la “sin pecado”. María es la que nos lleva a Jesús, la que nos cuida y protege, la que nos enseña a vivir el evangelio, la Reina de nuestras vidas y de nuestras tierras. El Papa San Juan Pablo II dijo de España que era “la tierra de María”. A ella nos encomendamos hoy. Le encomendamos el país que nos acoge, Bélgica, pero también España, el país de muchos de nosotros, que atraviesa por momentos difíciles y confusos. A la Blanca Paloma encomendamos también la Hermandad del Rocío de Bruselas y la Hermandad Matriz de Almonte. De un modo especial hoy, a Maria, la Virgen del Rocío, queremos encomendar al nuevo hermano honorario de la hermandad de Bruselas, Don Juan Manuel Moreno Bonilla. ¡Qué la Virgen del Rocío nos cuide a todos nosotros!

¡Viva la Virgen del Rocío!

¡ Viva la Blanca Paloma!

¡Viva la Madre de Dios!

¡Amén!

 

sábado, 27 de marzo de 2021

Un matrimonio llamado a ser signo de esperanza y fraternidad

 

MATRIMONIO DE KARIM Y PALOMA

Madrid, 20 de marzo 2021

 

 




Lecturas 

Lectura del Canta de los Cantares 4: ¡Ven del Líbano, esposa, ven del Líbano, acércate!

Salmo 23: El Señor es mi pastor

1 Co 13. Ambicionad los carismas mejores y aún os voy a mostrar un camino mejor

Juan 15: A vosotros os llamo amigos; amaos unos a otros como yo os he amado

 

Queridos Karim y Paloma:

Queridas familias:

Queridos amigos:


Nos encontramos reunidos aquí hoy, en esta bella Iglesia de San Fermín de los Navarros, después de tantas dificultades y tantas incertidumbres. Echamos de menos a los que por distintas circunstancias no pueden estar presentes hoy, sobre todo la familia de Karim, su madre en primer lugar. También echamos de menos y tenemos en nuestras oraciones a su padre, Hilal, que falleció en el mes de agosto, y los demás familiares y amigos nuestros que ya no están, de un modo muy especial Fernandito, hermano de Paloma. Vivimos tiempos difíciles, a los que no sabemos dar todavía un sentido, tan llenos de extrañeza e incertidumbre. Sin embargo, el virus no ha podido con Karim y Paloma, con su amor y su deseo de unir sus vidas, y no ha podido tampoco con nosotros que estamos hoy aquí para celebrar de la mejor forma posible su unión matrimonial y acompañarles con nuestro cariño y oración en este día tan importante de sus vidas, en el que se unen para siempre, se vuelven una sola carne, una sola cosa, como dice la Sagrada Escritura.





Es una boda algo especial esta que hoy celebramos, también porque Karim no está bautizado, el es libanés y de religión musulmana. Sin embargo, para la Iglesia es un verdadero matrimonio, con los mismos derechos y deberes de un matrimonio entre bautizados, y que se celebra con el mismo rito. Esto se debe a la peculiaridad del matrimonio, que, a diferencia de los demás sacramentos, es una realidad humana que existe antes de Cristo. Como dice el libro del Génesis: “por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá su mujer y serán los dos una sola carne” (Gn 2, 24).  Con su encarnación, Jesucristo asume esta realidad humana, querida y establecida desde el principio por Dios Creador, la sana y la eleva para ser signo del amor entre Dios y la humanidad.

Después de esta pequeña clase de teología sacramental, que me excusaréis, quiero comentar muy brevemente las lecturas que Karim y Paloma han elegido para su boda, lecturas de la Palabra de Dios, que ilumina nuestra vida y es lámpara para nuestros pasos.




Han elegido, en primer lugar, una lectura del libro del Cantar de los Cantares, un libro del Antiguo Testamento que es un poema de amor entre un novio y una novia. Han elegido esta lectura seguramente porque en ella se habla del Líbano, esa tierra tan hermosa, antes une verdadero oasis de paz y de convivencia pacífica entre personas de distintas religiones en el Medio Oriente, y que hoy está pasando por un momento extremadamente difícil. Karim viene del Líbano, como la esposa del Cantar de los Cantares: “Ven del Líbano, esposa, ven del Líbano, ¡acércate!”, hemos escuchado en la primera lectura. Así es para nosotros aquí hoy. Este matrimonio que nace con distancias de países, de culturas, de religión, está llamado a superar todo esto y a demostrar que la paz, la fraternidad de la que tanto habla Papa Francisco, la unidad en la diversidad, la convivencia pacífica y enriquecedora, y el amor entre personas de distintas tradiciones, es posible y es una cosa muy muy bella cuando acontece. El matrimonio de Karim y Paloma está realmente llamado a ser un signo de esperanza para todos nosotros en este complicado momento que vive la humanidad.



La segunda lectura es un texto que creo la mayoría conocemos bien.  Es el llamado himno a la caridad que encontramos de la primera carta que San Pablo dirige a los Corintios. El apóstol quiere enseñarles el camino por excelencia para todo cristiano, más allá de los dones espirituales que cada cual pueda tener y por muy impresionantes que estos puedan ser; este camino es el del amor-caridad. No cualquier amor, sino el amor-caridad, ágape en griego, el que nos ha mostrado Jesucristo, un amor que ‘disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. Un amor que no pasa nunca’. Estamos llamados a vivir este amor en los distintos ámbitos de nuestra vida, ya que la santidad a la que todos estamos llamados significa vivir la perfección de la caridad. Sobra decir que un lugar privilegiado para vivir este amor, en su forma también tan especial de amor conyugal, es el matrimonio y la familia. ¡Os deseamos de verdad, Karim y Paloma, que viváis este amor en vuestro matrimonio! Este amor es lo único que puede llenar el corazón del ser humano y apagar esa sed de amar y ser amados que todos tenemos.

Por último, el texto del evangelio de Juan que Karim y Paloma han elegido, está tomado del discurso de Jesús en la sobremesa de su última cena con sus discípulos. Jesús les pide que se amen entre ellos como Él los ha amado, con ese amor grande de quien entrega su vida por los demás. Los llama amigos porque les ha revelado los misterios del reino de Dios y dice que es Él quien los ha elegido para que den mucho fruto. Estas pocas palabras del evangelio de Juan describen bien la vivencia íntima del discípulo de Jesús: sentirse amigo de Dios, sentirse elegido sin mérito alguno de su parte, sentirse llamado a amar porque él ha sido amado primero de forma gratuita e incondicionada, sentirse obligado a dar fruto de vida eterna, lo que significa ayudar a los demás a crecer hacia su plenitud. Paloma en su matrimonio con Karim, está llamada a hacer justo esto, dar testimonio de su fe, no tanto con sus palabras, sino con su amor, haciendo que Karim crezca día a día en su humanidad. Karim, por su parte, está llamado a amar a Paloma, y ayudarla a ella también a llegar a su plenitud humana, respetando su fe.





Queridos Karim y Paloma: Realmente pido a Dios que os bendiga, diga-bien de vosotros, que esté a vuestro lado y en vuestro hogar, que os cuide y proteja en estos difíciles tiempos. ¡Que vosotros podáis ser para los demás un verdadero signo de esperanza y fraternidad! ¡Que sepáis acoger y ayudar a los demás, sin cerraros en vosotros mismos, como el miedo y la incertidumbre muchas veces nos llevan a hacer! ¡Que vuestra casa sea un lugar acogedor y abierto! ¡Que los pobres os encuentren bondadosos porque ellos son los que un día nos abrirán las puertas del paraíso! Amén.




domingo, 31 de enero de 2021

Unidos para ser creíbles

 

Creced en la Unidad – Yo soy la vid, vosotros los sarmientos (Jn 15, 5a)

Sermón en la Catedral de la Iglesia Española Reformada Episcopal (IERE)

Madrid 24 de enero 2021

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2021

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Queridos hermanos y amigos:

 


            Aunque el nuevo toque de queda a las diez de la noche empieza mañana en Madrid y no hoy, voy de todos modos, a intentar ser breve, deseando que después todos podamos llegar a nuestras casas seguros y bien. Seguros y bien, pero también con el gusto de haber participado en esta oración y contribuido, habiendo puesto nuestro granito de arena, a la causa de Jesús, que es la de la unidad de los suyos para que den un testimonio creíble ante este mundo, que tanto necesita de la salvación que solo el Señor ofrece. Agradezco mucho a la Iglesia Española Reformada Episcopal (IERE), en la persona de su obispo, D Carlos López, el haberme invitado en esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, a dirigir algunas palabras a vosotros, los que estáis aquí, en su Iglesia Catedral, y a los que nos siguen por Internet. ¡Muchas, gracias, D. Carlos, por su cariño y aprecio!

 

COVID

En primer lugar quiero referirme justo a este tiempo tan raro e incierto que estamos viviendo, este tiempo de pandemia para el que el Papa Francisco ha utilizado esa imagen evangélica tan elocuente de la tempestad con los discípulos en una barca zarandeada por las olas, y Jesús que duerme sobre un cabezal en la popa. Tenemos muy presente en esta oración a los que más han sufrido por el COVID y sus consecuencias, a los fallecidos, a sus familiares, que quizás no pudieron despedirse de ellos como hubiesen querido, a los enfermos y a los que han pasado la enfermedad y aún tienen secuelas. ¡Que el Señor tenga a los difuntos en su gloria y a los vivos los consuele y sane!



Este tiempo tan duro que ha permitido el Señor que vivamos, y que seguramente formaráya parte de un modo destacado de nuestra historia personal y de la historia de la entera humanidad, lo podemos vivir de distintas formas. Yo creo que como creyentes estamos llamados a vivirlo como un kairós, como un tiempo de purificación y de llamada a la conversión, a la autenticidad, a volver a los esencial. Y esto tanto desde una perspectiva personal de cada uno de nosotros, como también desde la perspectiva de nuestras comunidades cristianas. El que no hayamos podido celebrar nuestra fe como estábamos acostumbrados, y tampoco esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, es para nosotros una llamada a purificar nuestro culto y nuestra fe. 

Yo, como católico romano, me pregunto si estas restricciones a veces tan severas que hemos padecido para poder celebrar públicamente los sacramentos no deberían ser para nosotros una ocasión para hacer que nuestro culto sea más verdadero, más auténtico; me pregunto si esta nostalgia que sentimos de la ‘vieja normalidad’ no nos debería llevar al agradecimiento por lo que el Señor nos da y a la conversión, más que al quejarnos. ¡Cuantas Misas, hermanos, hemos celebrado en el pasado sin verdadera fe, cuantas comuniones eucarísticas sin unirnos más a Cristo y a los pobres, cuantas confesiones sacramentales sin verdadero arrepentimiento, cuantos matrimonios sin verdadero amor! Esta dificultad para celebrar los sacramentos también nos debería llevar a poner más en el centro la Palabra de Dios, a escucharla y leerla más. En la Iglesia católica hoy, tercer domingo del Tiempo Ordinario, celebramos el Domingo de la Palabra de Dios, querido por el Papa Francisco, justo con esta intención de que aprendamos a valorar y poner la palabra de Dios en el centro de nuestras vidas. Cuando calla el signo sacramental, decía un obispo italiano en el tiempo más recio de la pandemia cuando no se podían celebrar Misas, es tiempo de dejar hablar la Palabra, de hacer espacio para la profecía. Y los mismo vale para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos; ¿Verdaderamente la celebrábamos los años anteriores con espíritu ecuménico, sintiendo la herida de la división, con un deseo sincero de unidad, o se habían vuelto otro rito más que quizás celebrábamos con otras finalidades que no eran la de la unidad de los cristianos?

 


Lema del Octavario y del día Séptimo

Para el día de hoy, día séptimo del Octavario, los materiales preparados por las hermanas de la Comunidad monástica de Grandchamp nos proponen el lema “Creced en la unidad: Yo soy la vid, vosotros los sarmientos”, del capítulo 15 del evangelio de Juan.


Nos dice este lema que para unirnos más como cristianos y tradiciones cristianas entre nosotros, el camino que debemos seguir es el de unirnos cada vez más a Cristo. Somos como sarmientos, nos dice Jesus, de una misma vid, y podemos dar frutos de vida eterna solo si permanecemos unidos a él. ¡Es verdaderamente hermosa esta imagen de la vid y de los sarmientos que utiliza el Señor para hablarnos de la profunda unión entre él y nosotros! Unión que es unión en la enseñanza de Jesús, en su Palabra, y en su amor, en la gracia.

1 Corintios 1

Unos de los textos bíblicos propuestos para el día de hoy es el de la primera Carta a los Corintios capítulo 1, en el que Pablo dice que algunos le han venido a contar que hay divisiones en la comunidad cristiana de Corinto, que algunos dicen que son de Pablo, otros de Apolo y otros de Pedro. El apóstol les recuerda, sin embargo, que el que ha sido crucificado para salvarnos a todos, según el plan eterno de Dios, ha sido Cristo y en él hemos sido todos bautizados.

Como bien nos dicen las hermanas de Grandchamp, tenemos que evitar absolutizar la propia tradición en detrimento de la unidad del cuerpo de Cristo. En nuestras tradiciones eclesiales hay cosas que son muy queridas por nosotros, hay algunas que para nosotros son irrenunciables porque pensamos que nos vienen directamente de Jesús, son de “institución divina” como dirían los canonistas católicos”, y hay otras que no son tan esenciales. Tenemos que aprender a discernir y a no absolutizar las cosas que son meramente humanas, como son los líderes y las prácticas y expresiones de la fe condicionadas por el tiempo y la cultura en la que surgieron. Lo único que es absoluto es Cristo y lo que viene directamente de él. Nos viene bien recordar en referencia a esto las conocidas palabras de San Agustín: “En lo esencial unidad, en lo dudoso libertad, en todo caridad".

Juan 17, 20-23

El otro texto bíblico propuesto para este día del Octavario es del evangelio de Juan capítulo 17, también tomado del discurso de Jesús en la sobremesa de la última cena, como el de Juan 15 que constituye el marco de estos materiales. En el texto de Juan 17, Jesús reza el Padre por la unidad de los suyos para que el mundo crea que él ha sido enviado por Dios. La credibilidad del testimonio de los cristianos sobre Jesús depende de su unidad.


Queridos amigos y hermanos, tenemos que tomar conciencia de la necesidad y urgencia de dar testimonio creíble de la buena noticia de Jesús. Como muchos de vosotros sabéis, yo llevo ya año y medio viviendo en Bruselas, sirviendo a la Iglesia católica como Segretario General de la Comisión de Conferencias Episcopales de la Unión Europea (COMECE). Como tal, tengo el encargo de seguir las políticas europeas y hacer de puente entre las Conferencias Episcopales y las instituciones de la Unión Europea. En esta responsabilidad y escuchando a los obispos de los distintos países y experimentando yo también lo que pasa y las políticas que se proponen en Europa, me he dado cada vez más cuenta de como la vivencia de la fe cristiana, tan importante para la identidad misma de Europa, es atacada, ignorada o despreciada. Esto se debe a distintos factores; algunos tienen odio a la religión, quizás por motivos personales, otros la desconocen por completo y otros piensan que es algo del pasado, algo retrógrado y oscurantista. Creo que como cristianos tenemos que tomar de nuevo conciencia de nuestra misión y predicar de nuevo el evangelio con fuerza, también a este viejo continente que se diría ha apostatado de ella y necesita una “nueva evangelización”, y esto lo podemos hacer de un modo creíble solo si estamos unidos.

Propuestas para construir una mayor unidad visible entre ostros

Quiero terminar, queridos hermanos y amigos, ofreciendo algunas sugerencias para seguir con más empeño nuestro camino hacia la unidad en base a lo que acabo de decir; son cinco sugerencias:

1.      La primera es que nunca nos resignemos al escándalo de la separación de los cristianos, como dice la Regla de Taizé que se cita en la meditación para este día en los materiales. Es fácil resignarnos, pensar que es demasiado difícil o imposible llegar a la unidad y nos paramos ahí; hacemos y participamos en actos ecuménicos pero sin creer mucho en lo que hacemos.

 

2.      La segunda es volver a Cristo: la llamada a la conversión que hace Jesús, como hemos escuchado en el evangelio de hoy de la Misa en la Iglesia católico, vale también en el ámbito ecuménico. El camino hacia la unidad se hace convirtiéndonos a Cristo; nos acercamos unos a otros en la medida en cada uno de nosotros y nuestras Iglesias nos acercamos a Cristo.


 


3.      La tercera es aprender a no absolutizar lo que no es absoluto; hay cosas en nuestras tradiciones que no son absolutas y tenemos que aprender a discernir cuales son esenciales e irrenunciables y cuales son cosas de hombres a las que no debemos apegarnos.

 

4.       La cuarte es superar las heridas del pasado y perdonar y recibir el perdón del otro. Todos hemos fallados. Quizás algunos más que otros, sobre todo si hemos sido la Iglesia dominante y con más poder temporal en un determinado tiempo y lugar; pero todos nos hemos equivocado y necesitamos perdonar y ser perdonados.

 

5.      Y la quinta y última es aprender a pensar bien y hablar bien del próximo, sobre todo del hermano o de la hermana de otra Iglesia. Es curioso como a veces, incluso en el ámbito ecuménico, hay todavía prejuicios y opiniones muy negativas do otras Iglesias y de los que pertenecen a ellas y a veces se dan prácticas proselitistas entre nosotros que son inaceptables; se habla mal del otro para conseguir adeptos, como quien dice, y otras cosas por el estilo que tenemos que desterrar de nosotros.

 

Queridos hermanos y hermanas, ¡Que el Señor nos ayude en estos tiempos difíciles e inciertos a seguir con empeño nuestro camino hacia la unidad para poder dar un testimonio creíble de la buena noticia de Jesús a este Europa que tanto lo necesita! Amén.

 

Enlaces relacionados:

Video de la celebración y la homilía

Resumen de la celebración de la Semana por la Unidad de los Cristianos 2021 en Madrid

Materiales de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2021


Video de la Celebración de la Clausura de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2021 en la Catedral de la Almudena de Madrid




 

lunes, 14 de octubre de 2019

Lo importante es seguir a Jesús estemos donde estemos



Homilía en la Misa de despedida de la parroquia

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C)

Madrid, 8 de septiembre 2019



Queridos hermanos y amigos:



Ha llegado el momento de la despedida que parecía inminente cuando llegué y que ahora muchos pensábamos que ya no iba a suceder. De hecho, cuando llegué hace 20 años como párroco de esta hermosa parroquia de Santa Catalina de Alejandría, en este bellísimo barrio de la Alameda de Osuna de Madrid, muchos pensaban que iba a quedarme poco aquí, y así lo manifestaban, hasta me decían que iban a hacerme obispo en poco tiempo. Cuando se leyó el decreto de mi nombramiento de párroco en mi toma de posesión el 5 de enero de 1999, en la misa que presidió aquí el entonces arzobispo de Madrid, el cardenal Antonio María Rouco Varela, se decía que se me nombraba para ocho años. Pero muchos pensaban que iba a estar menos. Y, sin embargo, ya han pasado más de 20 años desde aquella víspera de Reyes de 1999.


En estos veinte años hemos vivido muchos
acontecimientos juntos como Iglesia y como archidiócesis de Madrid, y también otros acontecimientos más específicos de nuestra parroquia y de la vida personal de cada uno de nosotros. Así, para nombrar algunos, el gran jubileo del año 2000, la muerte del papa san Juan Pablo II, el pontificado de Benedicto XVI y ahora el del papa Francisco; las distintas jornadas Mundiales de la Juventud, como la de Roma y la de Colonia; los distintos Caminos de Santiago que hemos hecho, con los jóvenes, uniéndonos a las peregrinaciones diocesanas organizadas por la Delegación de Juventud, y las que hicimos como comunidad parroquial, llegando a hacer en tres años las distintas etapas de todo el Camino; el Sínodo diocesano, las dos visitas pastorales de los obispos, las dos peregrinaciones a Tierra Santa y la que hicimos por la ruta de San Pablo en Turquía, y a Italia para el Jubileo de las Familias y para la beatificación de Juan Pablo II; la muerte de don Jesús, de don Lorenzo y de don Eloy; las distintas celebraciones hermosas que hemos tenido y las convivencias con los chavales; las catequesis del camino neocatecumanal, la experiencia del curso Alpha y, desde hace más de diez años, los talleres para matrimonios jóvenes a través de los cuales se han formado varios grupos de matrimonios que han enriquecido mucho la vida de nuestra comunidad. Tantas cosas que se unen a la vida ordinaria de una parroquia, a las misas y demás celebraciones, a las catequesis y a los grupos, al ejercicio de la caridad y el servicio, tantas cosas por las que dar gracias a Dios, como estamos haciendo ahora con esta Eucaristía.


Yo las he intentado vivir con verdadero espíritu de servicio, según el lema que elegí para mi
ordenación sacerdotal y que siempre me acompaña: «Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús», una frase de la Segunda Carta de san Pablo a los Corintios que significa mucho para mí y mi forma de vivir el sacerdocio. Soy muy consciente siempre de mis grandes límites y de mis muchos pecados, pero siempre confío en Dios que me ha llamado a este ministerio y es quien actúa a través de mi pobre persona. Sé que he cometido muchos errores. Muchas veces no he podido atender bien a las personas y no he sabido ofrecer palabras de consuelo y de esperanza; a veces he sido perezoso y negligente. Os pido perdón por todo ello. Sin embargo, y a pesar de mis muchos fallos, he podido percibir, y creo que también vosotros, que el Señor ha caminado con nosotros en estos 20 años. Años difíciles para la Iglesia, tanto en España como en Europa; años de purificación, años a los que el evangelio que acabamos de escuchar se aplica muy bien.


Jesús, en su camino hacia Jerusalén, hacia la cruz, hacia su entrega total por nosotros en cumplimiento de la voluntad de Dios su Padre, al verse rodeado por mucha gente, quizás con un entusiasmo demasiado superficial hacia su persona, hace un alto en el camino para dejar claro lo que significa seguirle, el precio que hay pagar para ser discípulo suyo, las condiciones de su seguimiento, y dice: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí no puede ser discípulo mío». Creo que estas palabras se dirigen hoy con especial fuerza a toda la Iglesia, pero también a nuestra comunidad parroquial y a cada uno de nosotros. Después de años o incluso siglos en los que formar parte de la Iglesia era lo obvio aquí en España y en Europa, era lo «natural», era lo que «había que hacer» ya no es así; ya ser cristianos, formar parte de la Iglesia, seguir a Jesús, requiere una opción clara y consciente, que cuesta, y que muchas veces es contracorriente.


Bien entienden este evangelio los cristianos que viven en países donde son perseguidos por su fe incluso hoy, y donde convertirse al cristianismo puede implicar rupturas familiares y pérdida de posición social y de bienes materiales, e incluso perder la propia vida. Estos cristianos nos enseñan mucho. Pero este evangelio vale para todos nosotros y toda la Iglesia. Tenemos que aprender a no anteponer nada a Cristo, como dice san Benito. Este momento difícil que vivimos creo que es comparable a ese alto en el camino que hace Jesús para aclarar las cosas, para purificar el grupo de sus seguidores. Las dos parábolas que cuenta Jesús, la de la torre y la del rey con su ejercito, nos invitan a discernir, a echar cuentas, a ver si cumplimos las condiciones para ser discípulos del Señor. Si no es así, es mejor no seguir, porque dejaríamos la obra inacabada y se reirán con razón de nosotros.


Por tanto, queridos hermanos y amigos, lo importante es seguir a Jesús, ponerle en primer 
lugar estemos donde estemos, no anteponerle nada, ni afectos, ni bienes materiales, ni encargos en la Iglesia o en el mundo. Ahora a vosotros os toca un nuevo párroco que caminará con vosotros el tiempo que Dios quiera. Lo debéis acompañar y ayudar para que pueda hacer presente a Cristo buen pastor en esta comunidad, un pastor que a veces camina delante del rebaño, indicándole el camino, otras veces camina a su lado aprendiendo de él, y otras veces camina detrás para que nadie se pierda. Yo con esta nueva responsabilidad que me ha dado el Señor a través de la Iglesia, que yo no esperaba ni hice nada por buscar, y que es complicada. Os pido que recéis mucho por mí y por la Iglesia en Europa para que pueda hacer presente en la Unión Europea los valores del reino.


Se mezclan en mí muchos sentimientos en este momento. Por un lado, mucha sorpresa por este nuevo nombramiento del todo inesperado para mí. Es verdad que la Conferencia Episcopal Española, donde he trabajado también los últimos ocho años, me había propuesto para este cargo hace tres años, en las últimas elecciones que hicieron los obispos europeos, pero no salí elegido en ese momento y me había olvidado de ello. También experimento preocupación, algo de temor quizás, dudando si podré llevar a cabo bien este nuevo servicio a la Iglesia, complicado y distinto a lo que he hecho hasta ahora. Experimento también tristeza por separarme físicamente de tantas personas que quiero y con las que he compartido tanto. Pero experimento también serenidad al percibir que está presente el Señor en todo esto y él viene primero. La frase final del evangelio de hoy, traducida literalmente, reza así: «Así, pues, todo aquel de vosotros que no se despide de todos sus bienes, no puede ser discípulo mío». Se habla de despedida. Así es en la vida de todo discípulo auténtico de Jesús; hay que aprender a no apegarse a las cosas y a las personas por encima de él, aprender a veces a despedirse. Hay que seguirle a él donde nos lleve, saliendo de nuestras zonas de confort cuando nos lo pide.



Sin embargo, el sentimiento quizás más fuerte que experimento en este momento, es el de gratitud. Gratitud al Señor por estos veinte años aquí y por hacerse presente en tantos momentos de mi vida, y gratitud también a vosotros, a cada uno de vosotros, por lo mucho que habéis hecho por mí.


Encomendamos hoy de forma especial nuestro futuro a María. Hoy celebramos su nacimiento. Es la madre de Jesús pero también fue su discípula, modelo perfecto de todo discípulo auténtico del Señor. Dice san Agustín de ella en uno de sus Sermones (72): «Hizo sin duda Santa María la voluntad del Padre; por eso más es para María ser discípula de Cristo que haber sido madre de Cristo. Más dicha le aporta el haber sido discípula de Cristo que el haber sido su madre». ¡Que ella nos enseñe y nos ayude a ser verdaderos discípulos del Señor y a no anteponer nada a él!


¡Que así sea!



Video de mis parroquianos para mi despedida:








jueves, 25 de abril de 2019

El «aquí» de la salvación


Homilía en la Vigilia Pascual
Basílica de la Agonía, Getsemaní, Jerusalén
Sábado, 20 de abril de 2019

 «El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres». Ha estado grandes con nosotros estos días en Tierra Santa, ha estado grande con nosotros tantas veces en nuestra vida, dándonos la posibilidad de empezar de nuevo, sacándonos de nuestras miserias, de nuestras muertes y de nuestras tinieblas.
Un saludo de corazón a todos los presentes, al patriarca emérito, a los hermanos sacerdotes, a los consagrados y a las consagradas, a los enfermos y a todos los peregrinos. Un saludo muy agradecido a los frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa que guardan con tanto buen hacer los santos lugares y la presencia cristiana en estas regiones, cuna del cristianismo. El padre Pedro, responsable de la Custodia en España, me ha invitado a mí, párroco de una parroquia de Madrid que ha venido de peregrinación a Tierra Santa estos días, a presidir esta celebración de la Vigilia Pascual. Se lo agradezco mucho.

El Señor nos ha hecho un gran regalo a los que estamos aquí hoy: poder celebrar la Pascua
Fachada de la Basílica de la Agonía
 en Tierra Santa. Un lugar donde percibimos una presencia especial del Señor, la Shekinah. Un lugar donde la paz, la guerra y el testimonio cristiano son tan importantes. Aquí aprendemos lo que significa el compromiso ecuménico de la Iglesia y el diálogo interreligioso y porque son tan necesarios y porque es la Iglesia, sobre todo la católica, la que debe y puede llevarlos a cabo como deseo del Señor y sin miedos, ya que nuestro origen es un Crucificado y Abandonado, como bien sabía Chiara Lubich, fundadora de los Focolares y gran promotora del ecumenismo y el diálogo interreligioso.

Aquí en esta tierra la encarnación de Dios se hace muy real. Aquí nos damos más cuenta de lo
Iglesia de San José en Nazaret
que significa que «el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Juan 1, 14). Tantas veces estos días debajo de distintos altares hemos leído la palabra HIC, AQUÍ. Hemos pisado la tierra que pisó Jesús. Hemos visto las montañas, los campos, el lago, el río que él vio. Hemos seguido sus huellas en Belén, en Nazaret, en Caná, en el lago de Tiberíades, en Cafarnaúm, en el monte Tabor, en el río Jordán, en el monte de las tentaciones y ahora aquí en Jerusalén, en la Ciudad Santa.

Aquí, hic, en Jerusalén, en la Basílica del Santo Sepulcro, a pocos metros de aquí, hemos podido meter la mano en la tumba de Jesús y comprobar que está vacía, que no está el cuerpo del Señor. Lo mismo hicieron las mujeres ese primer día de la semana, como acabamos de escuchar en el evangelio. Este año nuestra Pascua coincide con la Pascua judía y los días de la semana reflejan más de cerca el relato evangélico. Ya está noche estamos en ese primer día después del Shabat en el que las mujeres encuentran la tumba vacía. A ellas unos ángeles les explican el sentido de lo que ven. La tumba está vacía porque el Señor ha resucitado: «¿Porque buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado» (Lucas 24, 5-6). Este anuncio, está buena noticia, la hemos escuchado tantas veces también nosotros, y hoy aquí, de nuevo, en la Tierra de Jesús. ¡Que el Señor nos aumenta la fe para creérnosla de verdad y para que cambie nuestra vida!


Hoy estamos aquí con María, como los apóstoles en el cenáculo, donde nace la Iglesia, celebrando el memorial de Jesús y él, que está vivo, se hace presente aquí en medio de nosotros.

A partir de mañana nos toca a muchos peregrinos volver a nuestras casas, a nuestros ambientes, a nuestros trabajos y quehaceres, quizás a nuestras dificultades y situaciones de sufrimiento. Volveremos transformados porque nos hemos encontrado con el Señor resucitado aquí en Tierra Santa, «lo hemos visto en Galilea», hemos vuelto a experimentar que está vivo y presente en su Iglesia a través de tantos hermanos que nos han acompañado estos días. Ahora volvemos a nuestras casas siendo testigos de la resurrección, «discípulos misioneros», como le gusta decir al papa Francisco. A los que nos encontraremos al volver le podemos decir lo que escribe el apóstol Juan en su primera carta:

Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca del Verbo de la vida... os lo anunciamos para que estéis en comunión con nosotros y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo. (1 Juan 1, 1-4)

Renovemos ahora, queridos hermanos, nuestras promesas bautismales con nuestro compromiso claro, definitivo, firme, de dejar atrás el pecado, esa vida en la no verdad, en la mentira, en la que engañamos a los demás y nos engañamos a nosotros mismos, y a caminar en una vida nueva, experimentando la verdadera libertad de los hijos de Dios.

Queridos hermanos: ¡El Señor ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!

Amén.

Video de la homilía: