Homilía Domingo 17 de octubre 2010, XXIX Tiempo Ordinario Ciclo C
El evangelio de Lucas es el que más hace hincapié en la oración Jesús. Nos presenta al Señor como el verdadero maestro de la oración; vemos a Jesús rezar con mucha frecuencia; se aparta muy de madrugada para irse solo a orar o se queda en el monte toda una noche rezando. Jesús ora antes de tomar las decisiones más importantes, por ejemplo la elección de los apóstoles, o en los momentos más significativos de su vida, en el bautismo o la transfiguración. Jesús reza al Padre con mucha intensidad también poco antes del momento culmen de su vida, en el huerto del Getsemaní, donde es el evangelista Lucas el que nos señala que su sudor era como gotas de sangre...
Pero en el evangelio de Lucas también encontramos -en el capítulo 18 - dos parábolas con unas enseñanzas explícitas de Jesús acerca de la oración. La del publicano y el fariseo que suben al templo a orar, que se nos proclamará el próximo domingo, con la que Jesús nos instruye sobre la actitud que debemos tener ante Dios, y ésta de hoy, del juez injusto que termina haciendo caso a la viuda que tanto insiste que se le haga justicia, no porque es bueno, sino para que no siga importunándole. Lo que Jesús nos quiere decir con ésta parábola, el mismo evangelista nos lo aclara al introducirla: quiere enseñar a sus discípulos como tienen que orar siempre, sin desanimarse; egkakeín en griego, que algunos biblistas prefieren traducir ‘sin cansarse’, ‘sin desfallecer’. Tenemos que orar siempre, con perseverancia, pidiendo lo que necesitamos, sin cansarnos, teniendo fe en que Dios escucha nuestra oración. En la parábola también se nos indica lo que debemos pedir a Dios: justicia; que venga su Reino como decimos en el Padre Nuestro, que se cumpla su voluntad. En un mundo de injusticia y de sufrimiento ésta debe ser nuestra oración constante. Y si no rezamos con este fervor y esta insistencia, es oportuno preguntarnos si nos falta fe, como se sugiere al final de la parábola.
Pero con mucha sabiduría, la Iglesia en este XXIX domingo del Tiempo Ordinario nos regala una primera lectura que es un comentario bellísimo, casi pictórico, de la enseñanza del evangelio. Moisés sube al monte a orar, llevando el bastón ‘maravilloso’, el bastón que se había transformado en serpiente a los pies del faraón, el bastón con el que había abiertos las aguas, y con los brazos levantados reza desde el amanecer hasta el atardecer por su pueblo que lucha contra Abimalek. Jur y Aarón, que suben con él al monte, sostienen sus brazos para que el por el cansancio nos lo baje y ponen una piedra debajo de él para que se pueda sentar. Toda una imagen preciosa de lo que es la oración de intercesión. Dicen los Padres de la Iglesia, Orígenes por ejemplo, dando una interpretación espiritual de este texto de Libro del Éxodo, que cuando no rezamos las fuerzas del mal prevalecen en nuestra vida y en el mundo, como pasaba cuando Moisés bajaba los brazos y era más fuerte Abimalek que representa las fuerzas del mal.
También en esta imagen descubrimos otro significado espiritual que tiene que ver con la comunión de santos, con la Iglesia. Jur y Aarón sostienen los brazos de Moisés mientras reza, así nosotros con frecuencia necesitamos que otros hermanos en la fe nos sostengan en nuestra oración y nos animen. También vemos como mientras Moisés reza su pueblo lucha; podemos interpretar esto como una representación de los distintos carismas en la Iglesia. Aunque todos debemos rezar, algunos en la Iglesia tienen la misión de la oración de intercesión como propia; ofrecen su vida como víctimas, dedicando su tiempo a rezar por la Iglesia y por nosotros. Yo tengo la certeza de que si no vence el mal e la Iglesia y el mundo se debe a la oración de estos hermanos y hermanas nuestros que están en el monte, mientras nosotros luchamos en el mundo.
Muy interesante! Es verdad que el mal prevalece cuando dejamos de rezar!
ResponderEliminarES verdad, pero a veces aunque recemos siguen prevaleciendo en nuestro mundo las fuerzas del mal.
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