sábado, 29 de enero de 2011

Autoestima y fe cristiana



Introducción


A veces puede parecernos difícil conciliar algunos mandatos evangélicos, como el que hay que negarse a sí mismo, o algunas enseñanza de grandes maestros espirituales, como la de San Ignacio en sus Ejercicios Espirituales de "mirarse como una llaga y postema de donde han salido tantos pecados y tantas maldades y ponzoña tan turpíssima" (58), con lo que nos dice la psicología moderna sobre la importancia de una sana autoestima.

Por otro lado, los cristianos tenemos la posibilidad de encontrar un fundamento mucho más sólido para nuestra autoestima que el cariño que nos han sabido demostrar nuestros padres o el aprecio de los demás, y es el amor incondicionado de Dios hacia nosotros que experimentamos continuamente, aunque en la oscuridad de la fe.

Ofrezco aquí una serie de puntos de reflexión que se han trabajado con grupos de matrimonios y que se inspiran en parte en el libro de José-Vicente Bonet, Teología del 'gusano': autoestima y evangelio. Espero puedan ser útiles para aclarar un poco este tema tan importante para nuestro bienestar y seguimiento de Jesucristo.
Principios generales
“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón... y a tu prójimo como a ti mismo” (Lc 10, 27)
                La medida del amor al prójimo es el amor a uno mismo.
Aimé Duval, El niño que jugaba con la luna (Sal Terrae, Santander, 1984); p. 148:
Cuando pienso en mi dulce y bondadosa madre, sé que ella me enseñó a amar a Dios (aún sin hablarme de Él) y a los demás; pero no me enseñó a amarme a mí mismo. Ni a defenderme.
Hoy pienso que estos tres amores (a Dios, a los demás y a sí mismo) deberían tener la misma intensidad.
Amar a Dios sin amar a los demás es beatería.
Amar a los demás sin amar a Dios (conociendo a Éste) es falta de lógica de espíritu.
Amarse a sí mismo sin amar a los demás da lugar a un mundo inhabitable para los mejores de los hijos de los hombres; un mundo en el que la violencia acabará estrangulando a los que sobrevivan.
Amar a los demás sin amarse a sí mismo es una enfermedad que puede llevar al alcohol.
Ahora, sobrio desde hace catorce años, sé que mi felicidad depende del equilibrio entre estos tres amores.
El amor a uno mismo posibilita y condiciona el amor a los demás; si uno no se ama manipula a los demás...
Santo Tomás (2.2, q.25, a.4): el amor con que uno se ama sí mismo es la forma y raíz de la amistad.
¿Qué es la autoestima?
Es el conjunto de las actitudes del yo hacia sí mismo (Burns); es la percepción evaluativa y afectiva que tenemos de nosotros mismos; es lo que uno piensa y siente de sí mismo...
¿Por qué es importante?
Es como el sistema inmunológico de nuestro psiquismo: es el filtro ante los altibajos de la vida...
Cuanto más indigno se siente uno, tanto más tiene que ponerse a la defensiva y tanto más tiene que distorsionar sus percepciones para proteger a la persona que cree ser (Rogers).
“Es imposible la salud psicológica, a no ser que lo fundamental de la persona sea aceptado, amado y respetado por otros y por ella misma” (Abraham Maslow).
               
¿Por qué es un concepto que a veces a los cristianos no nos ‘suena’ bien?
“El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mt 16, 25)
Hay una extendida creencia entre nosotros de que ‘amar a los demás es una virtud, pero amarse a sí mismo es pecado’; esto viene del protestantismo (Calvino) y de Freud; pero hay que saber distinguir entre yo y ego, amor justo de sí mismo y narcisismo; es necesaria una aceptación amorosa del propio yo para la salud psicológica y el crecimiento espiritual...
San Agustín distingue entre probus amor sui (recto amor a sí mismo) e improbus amor sui (torcido amor a sí mismo)
Un inauténtico amor a uno mismo es el yo ‘egoísta’, el hombre ‘ensimismado’; el ‘yo insolidario’...; no es el yo que se quiere de verdad, sino el yo que no se quiere por lo que es realmente, está inflado, se ve sólo a sí mismo e ignora a los demás; en el fondo, paradójicamente, suele tener una muy baja autoestima
San Agustín: “Es preciso que ames en ti la obra de Dios”.
“Solo el yo individual plenamente desarrollado puede desprenderse del ego” (E. Fromm).
“El sí a uno mismo se puede considerar como el imperativo categórico de la fe cristiana: ¡Aceptarás la humanidad que se te ha confiado!.. ¡Te abrazarás a ti mismo!” (J.B. Metz)

¿Cuál es la fuente de la autoestima verdaderamente cristiana?
No es la consideración que los demás tienen de nosotros, ni el éxito profesional o social, ni el amor que me manifiesta mi pareja, sino:
H. Nouwen, Tú eres mi amado (PPC, Madrid, 1982):
La primera vez que comprendí el significado de la expresión ‘ser cristiano’ fue leyendo el pasaje evangélico sobre el bautismo de Jesús de Nazaret: “En cuanto salió del agua, los cielos se abrieron, y el Espíritu en forma de paloma descendió sobre él. Y se oyó una voz del cielo: Tú eres mi hijo, el amado en el que he puesto todas mis complacencias”. He leído estas palabras durante años, las he comentado... y he llegado a la convicción interior de que las palabras Tú eres mi amado revelan la verdad más íntima de todo ser humano...


La voz que desde arriba y en nuestro interior me dice: Tú eres mi amado, no es fácil escucharla en un mundo lleno de voces que gritan: “No eres atractivo. Eres un ser repulsivo. No vales para nada. Eres un ser despreciable. No eres nadie mientras no seas capaz de mostrar lo contrario...” Estas voces negativas son tan fuertes y constantes que es fácil darles crédito. Es la trampa de la autoinfravaloración. Al cabo de muchos años he podido constatar que la trampa más peligrosa de nuestra vida no es el éxito, la popularidad o el poder, sino el autodesprecio.
Es la experiencia de ser amados por Dios, con un amor que es incondicional, gratuito y primero...(Cfr. R. Cantalamessa, La fuerza de la cruz; Monte Carmelo, Burgos, 2005; segunda meditación: “Tanto amó Dios al mundo”)

miércoles, 26 de enero de 2011

Quién es antes: ¿Dios o yo?

Homilía 23 de enero 2011
3er Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)

Hay fundamentalmente dos modos de entender y vivir nuestra vida ante Dios, que se reflejan en el gran debate de la modernidad entre autonomía y teonomía. El secularismo de nuestra sociedad nos instiga a vivir nuestra vida según una perspectiva autónoma, como si dependiera sólo de nosotros, sin necesidad de hacer referencia a Dios, prescindiendo de Él o incluso dándole la espalda; a lo mejor, tenemos en cuenta a Dios sólo en momentos puntuales cuando sentimos nuestra indigencia e incapacidad de resolver los problemas por nosotros mismos. Conocemos la célebre frase que el matemático y astrónomo francés Pierre Simon Laplace dijo al emperador Napoleón, cuando éste le preguntó acerca de su obra sobre el ‘sistema del mundo’ en la que no había mencionado ni una sola vez al Creador: “Sire, nunca he necesitado esa hipótesis”. Esta mentalidad, como ha afirmado Benedicto XVI recientemente citando esta misma frase, nos impregna también a nosotros, y no sólo prescindimos de Dios para explicar el mundo y los acontecimientos (cosa que hasta cierto punto es correcta, porque Dios no viene a rellenar los agujeros de nuestro conocimiento), sino que también no lo tenemos en cuenta al vivir nuestra vida, sobre todo cuando tomamos las decisiones más importantes.
                Así decidimos acerca de la carrera, del trabajo, del matrimonio y la familia, de lo que enseño a mis hijos, de qué tipo de hombre y mujer quiero ser, sin tener en cuenta a Dios, poniendo a Dios después de mi ‘yo’ que es el verdadero ‘señor’ de todo. Así, por ejemplo, cuando se pregunta a un miembro de una pareja porque se separó de su cónyuge, la respuesta muchas veces es "porque no era feliz". Hay que afirmar con mucha claridad que ésta no es una forma cristiana de vivir, por mucho que nos llamemos cristianos. Es una forma de vivir de no creyente, de un ateo. El creyente vive su vida como respuesta a una vocación, siendo responsable de ella ante Dios que llama y que tiene un proyecto sobre cada uno de nosotros; es decir, no vivimos para nosotros mismos, sino para Él que murió y resucito por nosotros, como afirma San Pablo. El verdadero creyente es aquel que acepta y vive el ‘Principio y Fundamento’ de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio: “El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su ánima”. Aceptar y vivir esto implica muchas veces una re-orientación de nuestra vida, cediendo el primer lugar a Dios, significa una conversión, abandonando un modo de vivir mundano para fundar nuestra vida en Dios.
conocereisdeverdad.org
                De esto nos habla el evangelio de hoy que narra la vocación de los primeros apóstoles. Pasa Jesús por el lago de Galilea y los llama a ser pescadores de hombres. Y ellos, dejándolo todo, trabajo y familia, ‘inmediatamente’ como insiste el evangelista, van en pos de Él. Esto lo pudieron hacer porque estaban interiormente preparados para este momento en el que la Gracia pasó por sus vidas. Vivían queriendo hacer la voluntad de Dios y como tenían los oídos del espíritu bien abiertos a la voz del único Señor, supieron reconocer en la llamada de Jesús la llamada de Dios a ponerse a su servicio. Así también nosotros. Dios nos llama a cada uno de nosotros a ser ‘santos e intachables ante Él por el amor’. A vivir ‘como sus hijos’. A esto nos ha predestinado, como se dice en la Carta a los Efesios. A partir de ahí, nosotros con nuestra inteligencia concretamos esta llamada universal en las opciones que vamos tomando en nuestra vida. Es verdad que a veces también tenemos la experiencia de que el Señor pasa y nos llama a seguirle más de cerca. Son momentos en que crecemos en nuestra intimidad con Él. A algunos nos llama a dejarlo todo, también lo que es bueno y útil, como un trabajo seglar y el matrimonio y la familia, para ponernos totalmente al servicio del Reino, imitándole a Él.

                El Reino es el eje central de toda la vida de Jesús: de sus palabras y de sus obras. Hablaba del Reino en su enseñanza, a través de las parábolas por ejemplo, y con sus milagros mostraba que el Reino ya había empezado con Él. El reino que es el señorío de Dios sobre el mundo y los hombres, el cumplimiento definitivo de Su voluntad, lo que todos deseamos en lo más profundo de nuestro corazón. El comienzo del ministerio de Jesús en Cafarnaún, en Galilea de los gentiles, es visto por el evangelista Mateo como cumplimiento de la profecía de Isaías que  escuchamos en la primera lectura. El ministerio de Jesús trae luz y alegría a un pueblo que camina en tinieblas, encorvado y deprimido. La predicación del Reino por parte de Jesús trae esa luz que todos estamos buscando, nos trae esa alegría que anhelamos. De este anuncio del Reino todos nos hacemos continuadores cuando compartimos con los demás lo que ha significado para nosotros, y algunos dedicamos a ello toda nuestra vida, energía y tiempo. Pero también los niños, como hoy destacamos al celebrar la Jornada de la Infancia Misionera, pueden hacerse anunciadores del Reino y colaborar con su oración, ejemplo y testimonio a la misión de la Iglesia. Algunos padres me han confesado que han empezado a venir a Misa gracias a las palabras y el testimonio de sus hijos.

En la segunda lectura de hoy, de la primera carta de San Pablo a los Corintios, se nos habla de la unidad y las divisiones en la Iglesia. En la comunidad de cristianos que vivían en Corinto, que Pablo mismo había fundado, se empezaron pronto a crear divisiones porque cada uno seguía su maestro. Pablo tiene que recordar a esta comunidad que el fundamento de nuestra fe no es la sabiduría humana de un maestro, sino es la muerte y resurrección del Señor, que los apóstoles anuncian. Así es también para el diálogo ecuménico como nos recuerda la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que estamos celebrando. El fundamento de nuestra unidad es Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros, no un maestro o un ideología humana. La falta de unidad en la Iglesia se debe a nuestra debilidad humana, a nuestros personalismos, a nuestro pecado, y es un escándalo para lo que quieren acercarse a la fe. Debemos poner todos los medios para ir superando nuestra desunión, en un camino que no es fácil.
                Pidamos a María, la esclava del Señor, la mujer del sí pleno y sin condiciones a Dios, la mujer que se puso al servicio de su Hijo y del designio divino de salvación, que nos enseñe a vivir nuestra vida como respuesta a la vocación de Dios. Que como Ella sepamos alegrarnos por el anuncio de la cercanía del Reino de Dios y que seamos instrumentos de unidad entre todos los que seguimos a su Hijo.

sábado, 22 de enero de 2011

Familia y dureza de corazón

Intervención en la apertura del Ciclo de Conferencias:
 “Matrimonio y Familia: ¿valores a la baja?”
Facultad de Teología San Dámaso
26 de septiembre de 2008


        Damos comienzo a este ciclo de Conferencias sobre el matrimonio y la familia, que nos llevará a lo largo de todo este curso a profundizar e iluminar desde distintas perspectivas y por medio de prestigiosos ponentes, esa realidad tan fundamental para nuestras vidas, y para la Iglesia y la sociedad, que es la familia. En el programa podemos constatar como se abordarán distintos aspectos de la realidad familiar, que van desde hacer un diagnóstico de la familia en la situación actual, a sus claves culturales, a sus retos en nuestro siglo, a las ideologías que la ponen en peligro, y a tratar también temas de mucha actualidad como el aborto, la eutanasia y los relacionados con la bioética.

Quiero dar las gracias a Mercedes y Blanca Semelas que me han invitado a este acto de apertura, a María Rosa de la Cierva, a la Facultad de Teología San Dámaso que acoge estas conferencias, a las distintas fundaciones y asociaciones que las han organizado y a las entidades que colaboran.


cristianosgays.com

La diócesis de Madrid ha puesto desde hace años, sobre todo a partir del Sínodo diocesano, cuyas Constituciones Sinodales se publicaron en noviembre de 2005, en el centro de su atención y preocupación, junto con los jóvenes, a la familia. Estas dos realidades se implican mutuamente, y esto se hace más evidente si las consideramos a la luz del tema central del Sínodo que era “la transmisión de la fe en la comunión de la Iglesia”. Un ámbito fundamental, y creo muy difícilmente sustituible, de la transmisión de la fe a las nuevas generaciones es la familia. Hace unos días, en una conversación con el Padre Fernando Robles, delegado episcopal de Mayores de nuestra diócesis, me contaba que le preguntó a uno de sus colaboradores, persona muy conocida en la vida publica y de una fe ejemplar, si sus hijos eran creyentes; la respuesta fue “a medias”. Esto ha pasado en muchas de nuestras familias. Por alguna razón, que debemos investigar y sanar, los padres y abuelos no han sabido o no han podido transmitir la belleza y riqueza de nuestra fe a las nuevas generaciones.

En junio de este año nuestra Cardenal-Arzobispo hacía pública una Carta pastoral con el título: La familia, vida y esperanza para la humanidad. En ella se afirma que, “después de la misión joven que se ha extendido al ámbito de la realidad matrimonial y familiar, llega la hora de proponer un plan integral de Pastoral Familiar para nuestra archidiócesis que sea capaz de potenciar con nuevo ímpetu la conciencia del ser y de la misión cristiana de las familias. Esto requiere sin duda nuevos evangelizadores capaces de anunciar el Evangelio del matrimonio y la familia. Y requiere sobre todo la confianza en el plan de Dios, que nos ha dado en la unión del hombre y de la mujer un signo sacramental tan elocuente del amor entre Dios y los hombres, entre Cristo y la Iglesia”.
En este plan integral de Pastoral Familiar que nos propone nuestro obispo, la formación de personas para que sepan ‘dar razón de nuestra esperanza’ en el ámbito de la familia y la vida es un aspecto fundamental. Es por ello que este Ciclo de Conferencias que hoy comienza, no sólo se inserta bien en la tarea que encomienda nuestro obispo a nuestra Iglesia, sino que es una aplicación muy concreta de este plan pastoral y una iniciativa que con la ayuda del Señor puede dar mucho fruto.
       
     Cuando los cristianos reflexionamos sobre el matrimonio y la familia, debemos estar abiertos a lo que nos dicen las ciencias humanas que desde distintas perspectivas y con distintos principios metodológicos se ocupan de la familia. Pero la luz más importante que tenemos para saber lo que es el matrimonio y la familia es la Palabra de Dios. Ella contiene la revelación de Dios, pero también nos dice algo acerca del destinatario de esa revelación, el hombre y la mujer, y en este contexto nos habla con mucha claridad del matrimonio y la familia.

Hay un texto bíblico que creo es de suma importancia para comprender la realidad familiar a la luz de la revelación. Ese texto lo encontramos en el evangelio de Mateo y también en el de Marcos con algunas diferencias, y en los dos casos se concluye con un logion de Jesús sobre el repudio que se repite hasta cinco veces en el Nuevo Testamento.

Este texto, con el que quiero concluir mi intervención, en la versión de Mateo es el siguiente:

Se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: “¿Es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo?”. El les respondió: “¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los creó hombre y mujer, y dijo: ’Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne’? De modo que ya nos son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. Ellos insistieron: “¿Y por qué mandó Moisés darle acta de divorcio y repudiarla?” El les contestó: “Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero, al principio, no era así. Ahora os digo yo que, si uno repudia a su mujer –no hablo de uniones ilegítimas - y se casa con otra, comete adulterio” (Mt 19, 3-9).

Familia Ricart-Goday de Barcelona 
Misionera en Siberia: abc.es
Como vemos, Jesús, contestando a una pregunta sobre el divorcio, hace referencia al plan originario de Dios citando unos textos del Génesis. Jesús nos aclara lo que Dios siempre ha querido para el hombre y esto vale para todos los hombres, porque Dios así nos ha creado a todos; llevamos inscrito en nuestro ser, en nuestro cuerpo y alma, la vocación al amor, que se concreta para la mayoría de las personas en el matrimonio y la familia. Por eso, creemos que nuestra enseñanza sobre el matrimonio y la familia no es sólo para los cristianos, sino para todos.

Pero también Jesús habla de la dureza de corazón, que hace difícil vivir y entender lo que Dios siempre ha querido para nosotros. Esta dureza de corazón la ha venido a sanar el Señor. Con su Espíritu podemos cumplir la voluntad de Dios y vivir el proyecto maravilloso que Él tiene para nosotros.

Vamos a pedirle a María, Madre del Amor Hermoso, al comienzo de este Ciclo de Conferencias, que nos ayude a entender y vivir plenamente el evangelio de su Hijo y que sepamos transmitirlo a los demás y a nuestra sociedad, sobre todo a las nuevas generaciones, con nuestra palabra y con nuestro testimonio de vida.

Programa del ciclo de conferencias

(Este post sale publicado con algunas modificaciones y mejoras en mi libro La buena noticia del matrimonio y la familia y por tanto está sujeto al copyright que establece la editorial)

miércoles, 19 de enero de 2011

El Cordero de Dios

Homilía 16 de enero 2011
2º Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)

Hay un descubrimiento fundamental en nuestra vida cristiana que cuando lo hacemos todo cambia, nos sentimos como liberados y vueltos a nacer, como si descubriéramos por primera vez lo que significa ser cristianos y lo bello que es, descubrimiento que nos lleva a tener una nueva relación con Dios distinta a la antes, basada en la gratitud y el amor y no en el cumplimiento de la ley y el miedo. Es el descubrimiento del amor de Dios, que es anterior a nuestro amor por Él y es gratuito, un amor que no depende de nosotros ni de nuestras obras. Es descubrir que no nos salvamos nosotros mismos, que el estar a bien con Dios, el estar justificados como diría San Pablo, no depende de nuestro esfuerzo, no es conquista nuestra, sino que es don gratuito de Dios, es gracia, es regalo de Dios, es Él que nos justifica sin mérito por nuestra parte. Dios no me perdona por las obras que hago, por lo bueno que soy, porque cumplo sus mandamientos, sino per me perdona gracias a su Hijo que me ha amado siendo yo pecador, y se ha entregado por mí, como cordero sin mancha que quita el pecado del mundo. Yo hice ese descubrimiento estando ya en el Seminario, leyendo un artículo de un profesor muy conocido de mi universidad y gran estudioso de San Pablo, el padre Lyonnet, que escribiendo sobre la Epístola a los Romanos, afirmaba que Jesús nos ha liberado de la Ley de Moisés, pero no sólo en cuanto ‘de Moisés’, sino también en cuanto ‘Ley’. Pablo descubrió, al encontrarse con el Resucitado, que lo que salvaba no eran las obras de la Ley, sino la fe en el Señor. Este descubrimiento estamos llamados a hacerlo todos los cristianos y darnos cuenta que la salvación se nos ofrece gratis en Jesús. Esto cuando lo descubrimos nos inunda de una gran paz.
Agnus Dei - Francisco de Zurbarán
Es el tema también del evangelio de este domingo centrado en el testimonio de Juan el Bautista sobre Jesús. Al acercarse Jesús, dice de Él que es ‘el Cordero de Dios que quita el pecado el mundo’. ¿Qué significa esta expresión? En un principio nos puede parecer extraña, pero cuando la consideramos a la luz de la traición bíblica  descubrimos que hay mucha riqueza de significado en este título que se pone en labios del Bautista. Es un título que nos dice mucho sobre la persona de Jesús y su misión. Quizás estamos muy acostumbrados a él, al oírlo en todas las misas, en ese momento solemne cuando el sacerdote antes de comulgar levanta la sagrada forma y la muestra al pueblo. Al estar tan acostumbrados puede que no nos demos cuenta de toda la riqueza de significado que encierra.
Cuando en el evangelio de Juan se afirma esto de Jesús, provocando también en la narración que algunos discípulos del Bautista lo dejen a él para seguir al Señor, se sabe bien lo que se está diciendo. Se están retomando ideas y tradiciones del pueblo elegido y aplicándolas a Jesús. Entre ellas, por ejemplo, está la que se refiere al cordero pascual que 'debe ser sin mancha' y al que ‘no se debe quebrar ningún hueso’ como a Jesús en la cruz, que se sacrifica al atardecer del día en que se hace memoria de la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto, a la misma hora y el mismo día en que el Señor fue crucificado según el cuarto evangelio. El día de la liberación los israelitas comieron deprisa el cordero reunidos por familias y marcaron con su sangre las puertas de sus casas para que no entrara en ellas el ángel exterminador. Pero el llamar cordero de Dios a Jesús también hace referencia a los textos del profeta Isaías donde se habla del Siervo de Yahvé, de aquel que va a ser ‘como cordero llevado al matadero’, ‘traspasado por nuestro pecados’, que se ‘carga con nuestras culpas y cuyas heridas nos han curado’ (cfr. Is 53). También, quizás, la idea de cordero alude a Isaac llevado al monte por su padre Abrahán para ser sacrificando en obediencia a Dios, del que el Targum dice ‘que estaba atado sobre un monte como un cordero sobre el altar’. Jesús es el verdadero Isaac del que el anterior era solo figura, que se sacrifica por nosotros en obediencia perfecta al Padre. El cordero, también, a diferencia de otros animales que se usaban en Oriente como emblemas de personajes famosos, como el león y el novillo, es el más frágil e indefenso de todos (interpretación propuesta por el conocido biblista español A. Schökel). Por tanto, este título nos lleva a profundizar mucho en el ser de Jesús y su misión. Nos lleva a entenderle mejor a Él y lo que ha hecho por nosotros. El vino a salvarnos como cordero llevado al matadero, como cordero cuya sangre nos libra de la muerte, como aquel que se hace obediente al Padre hasta la muerte y muerte de cruz y vence el mal con el bien.
Cuando comprendemos esto, se nos cae nuestra presunción y soberbia y aceptamos que no soy yo ni tú los que nos salvamos con nuestro esfuerzo, sino que ha sido el cordero divino que nos ha salvado, asumiendo y venciendo nuestro pecado. En Él se nos ofrece gratuitamente el perdón y tenemos acceso al Padre como hijos muy amados, independientemente de nuestras obras. Esto no significa que no debamos esforzamos para realizar obras de vida eterna, pero sí significa que éstas son consecuencias de la salvación obtenida y no causa de ellas; y esta diferencia es fundamental entenderla y vivirla para saborear esa paz y libertad que sólo el Señor nos puede dar.
En el texto del evangelio de hoy, San Juan compara su bautismo, que es un bautismo en agua, al que instaurará Jesús, que es en Espíritu Santo. El bautismo de Juan servía como preparación para el juicio inminente de Dios, era un bautismo de conversión; el bautismo que trae Jesús y que se hace efectivo después de su muerte y resurrección es un bautismo de salvación; en él se nos perdonan los pecados y se nos da la nueva vida de los hijos de Dios. Y todo esto es don no conquista nuestra.
Este don se renueva también en cada Eucaristía. En la oración sobre las ofrendas de hoy, rezaremos diciendo: “Concédenos, Señor, participar dignamente de estos santos misterios, pues cada vez que celebramos este memorial del sacrificio de Cristo se realiza la obra de nuestra redención”. Esta obra no la realizamos nosotros, la realiza el Señor en nuestro favor. Nosotros la acogemos con gratitud e intentemos vivir según el don recibido.

viernes, 14 de enero de 2011

Manifiesto por la libertad religiosa, camino para la paz

   En julio 2008 dirigí un Seminario en la Universidad de Verano de la Gomera sobre el tema de las religiones y la paz, en el que participaron representantes de los tres monoteísmos principales, un político y periodistas,  que tuvo cierta repercusión en distintos medios (por ejemplo, webislam). De ese Seminario surgió un Foro para el diálogo interreligioso (Foro Abrahám).

   Teniendo en cuenta la actualidad del tema y la persecución de cristianos y otras minorías en distintas partes del mundo, y el mensaje profético del Papa para la Jornada Mundial de Oración por la Paz de este año, creo oportuno volver a proponer mis intervenciones en ese Seminario que considero siguen siendo vigentes, y un Manifiesto por la Libertad Religiosa como resumen actualizado de las conclusiones del mismo, que ojalá pueda servir para unir a hombre y mujeres de paz y como instrumento para aclarar nuestras ideas sobre temas tan fundamentales para nuestro futuro. Agradeceré mucho comentarios, sugerencias, críticas, adhesiones, etc. Pienso que es un manifiesto en el que podemos coincidir personas de distintas religiones, confesiones e ideologías que buscamos la paz.



Intervenciones en el Seminario
Hacia la paz desde los monoteísmos. Las religiones, ¿factor de paz o de guerra en nuestro mundo?
Universidad de Verano de la Gomera, edición 2008


Conferencia de Presentación del Seminario – Lunes 28 de julio

            Este Seminario lleva el título “Hacia la paz desde los monoteísmos. Las religiones, ¿factor de paz o de guerra en nuestro mundo? En marzo de este año, Ignacio Sell Trujillo, director de esta Universidad de Verano, me pidió que propusiera un Seminario sobre las Religiones que encajara con la temática que se iba a tratar este año en el Aula de Verano. Después de pensarlo, se me ocurrió tratar el tema de la relación entre las religiones y la paz, tema de mucha actualidad, tema que nos preocupa a muchos y muy presente en la historia reciente de Occidente, y cuestión en la que creo nos jugamos mucho de nuestro futuro.

Sede del Cabildo Insular
y del Seminario
            Aunque es un tema muy amplio, que se puede abordar desde distintas perspectivas, vamos a intentar aproximarnos a él de un modo en que podamos tratar las cuestiones principales que están implicadas y que nos ayude a pensar y poder sacar algunas conclusiones (como decía Norberto Bobbio, el problema no es creer o no creer, sino pensar o no pensar). Lo que proponemos en este Seminario, es un acercamiento a la cuestión, desde dos perspectivas: la religiosa y la política. Desde la religiosa, queremos ver cómo desde distintas religiones se entiende el concepto de paz, y, para ello, líderes de los principales monoteísmos nos hablaran hoy de su ideal de paz. Desde la perspectiva política queremos estudiar qué vías se pueden proponer para una convivencia pacífica entre personas de distintas religiones y creencias. Tendremos presente dos escenarios fundamentales donde esta cuestión es muy actual: el europeo, donde el tema se plantea en relación al laicismo, a la integración de los inmigrantes, a la construcción de Europa y la inclusión de países con distinta tradición religiosa como Turquía. El otro escenario fundamental es Medio Oriente.

            Las religiones que vamos a tener en cuenta en este Seminario son los tres grandes monoteísmos: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam. Los tres hacen referencia a un mismo origen, a Abrahán, los tres hacen referencia a un Ser Supremo, creador de todo lo que existe, y los tres hacen referencia a un libro en el que se encuentra la revelación que el Altísimo hace de sí mismo. Pero junto a estas similitudes hay muchas diferencias, y muchos se preguntan si no son más las diferencias que las similitudes. Hasta muchos se preguntan si la idea que tienen los tres monoteísmos del Ser supremo es parecida y reconciliable una con otra.

Ponentes del Seminario. De izquierda a derecha: Jacobo
Israel; José María Serrano, Umberto de Giovannangeli,
Saif E. I. Ben Abdennour, Victoria Martín  
Según la mayoría de las estadísticas que tratan el tema de las religiones en nuestro mundo, se señala que cerca del 33% de la población mundial se considera cristiana, un 21% musulmana y un 0,22% como judía. 16% de la población mundial se define como no-religiosa. Como vemos, el cristianismo y el Islam corresponden a más del 50% de la población mundial. Es verdad que después, considerando los datos con más detalle, nos damos cuenta que dentro de cada categoría hay muchas diferencias, y no todos estaríamos de acuerdo con las denominaciones que se colocan dentro de cualquiera de ellas. Por ejemplo, dentro del cristianismo, se indican creencias, como la de los Testigos de Jehová, que muchos de nosotros no consideraríamos cristianas al negar la divinidad de Cristo.

            A modo de introducción a este Seminario, quiero formular algunas preguntas que nos pueden ayudar a tener presente las cuestiones fundamentales que hoy se debaten, a las que, en mi intervención de mañana intentaré contestar desde mi punto de vista.

Algunas de estas preguntas están relacionadas con el tema del laicismo del que hoy en nuestro país se habla mucho. En este contexto nos podríamos preguntar:

·         ¿Se puede distinguir, como hacen algunos autores, entre laicidad como separación entre Iglesia y Estado y laicismo como ideología que se impone desde el poder político y que implica reducir lo religioso a la esfera privada y que, además, se considera la única voz de la racionalidad?

·         ¿Existen distintos modelos de laicidad y con distintos fundamentos filosóficos? Por ejemplo, ¿una laicidad a la francesa y otra anglosajón?

·         ¿Tenemos que considerar la libertad religiosa como un derecho fundamental del ser humano que se debe admitir sin restricciones?

·         ¿Qué límites tiene la libertad religiosa? Por ejemplo, en relación a la educación religiosa en los colegios, al velo de las mujeres, a la poligamia, a los símbolos religiosos en espacios públicos, a la intervención de los líderes religiosos en cuestiones políticas, etc.?

·         La laicidad, ¿se fundamenta mejor en el relativismo que afirma que no hay verdad absoluta o que ésta no es cognoscible, o es compatible también con una creencia de que hay una verdad objetiva que moralmente se debe conocer y acatar?

·         ¿La creencia en una verdad objetiva válida para todos como afirman tener las distintas religiones es compatible con la democracia y la tolerancia?

Otras preguntas están más relacionadas con las distintas tradiciones religiosas y la relación entre ellas, como:

·         ¿Qué relación existe entre la laicidad y el cristianismo? ¿Nace la laicidad en un contexto cristiano? ¿Se fundamenta en la visión cristiana? ¿Por qué fue combatida por la Iglesia?

·         El Islam mayoritariamente, ¿acepta o es capaz de aceptar la separación Iglesia –Estado o contradice esto sus enseñanzas fundamentales?

·         ¿Son más las diferencias o las similitudes entre los tres grandes monoteísmos?

·         ¿Es el mismo Dios el de las religiones monoteístas? Para los cristianos Dios es Padre, para los judíos es el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob que ha hecho una alianza con su pueblo elegido que se fundamenta en la Torá, para en el Islam tiene 99 nombre y pide sumisión.


Y otro tipo de preguntas tiene que ver con la búsqueda de la paz:

·         ¿Lo que aconteció el 11/9/2001 con el ataque a las torres gemelas, ¿se puede entender sólo a partir del factor religioso, o éste no es tan importante y es reducible a otros factores como el económico, etc.?

·         ¿La mejor forma de llegar a una convivencia pacífica es fomentar el proceso de secularización como única base para el laicismo y una democracia solida?

·         ¿Se puede decir que hoy existe un conflicto entre civilizaciones?

·         Aunque dentro del Islam son una minoría los que tienen una concepción belicista de la jihad, ¿no es verdad que esta minoría tiene muchos simpatizantes y poca oposición?

·         ¿Qué se puede hacer para que no prevalezca dentro del Islam esta interpretación violenta y anti-occidental de la jihad?

·         ¿Es verdad que el Islam tiene que enfrentarse con las conquistas del Iluminismo y acatar lo bueno que tiene – pluralismo social, tolerancia religiosa, sociedad civil- sin perder su identidad? ¿Lo puede hacer? ¿Hay una afinidad natural entre el Islam y los regímenes autoritarios o esto es producto de la historia de los dos últimos siglos?

·         ¿Qué actitud tenemos que tener ante la inmigración: la del multiculturalismo o la de la asimilación?

Conferencia de Conclusión del Seminario – Martes 29 de julio: Las vías de la paz

Estimados amigos:

            Después de haber oído a los líderes religiosos y lo que nos han dicho sobre la paz desde las perspectiva de sus religiones y, también, lo que han afirmado los periodistas sobre las posibilidades de llegar a una convivencia pacífica en nuestras sociedades, en Europa y Oriente Medio, entre personas con distintas religiones y creencias, quiero como conclusión señalar algunas ideas, desde mi perspectiva, como respuesta a las preguntas que formulaba ayer. Después tendremos la posibilidad de abrir un debate entre todos los que estamos aquí hoy.

Isla de la Gomera
Una primera cuestión es lo que pueden aportar las distintas religiones a la paz en nuestro mundo. Muchas veces parece que la religión, más que ayudar a una convivencia pacífica, ha sido y es motivo de enfrentamiento. Esto creo que tiene lugar cuando una determinada religión se siente atacada o puesta en cuestión y empiezan a surgir grupos dentro de esa religión que sostienen creencias distorsionadas como un fideísmo que no deja espacio a la razón y que llega a una idea de Dios como ser arbitrario y caprichoso que puede exigir cosas contra la dignidad del ser humano; también una idea maniquea de la sociedad que divide a las personas entre buenas y males, fieles e infieles; también a veces se confunde el error con el errante, como diría Juan XXIII, y se pretende luchar por la verdad eliminando al errante. Las personas religiosas que creemos que nuestra adhesión a Dios es el fundamento de nuestra existencia, tenemos que aprender a evitar estos extremos, sometiendo nuestra fe y nuestra moral a la crítica de la razón; una razón no ideologizada, sino abierta al misterio.

Por otro lado, creo que las religiones tienen algo muy positivo que aportar a la construcción de un mundo más pacífico. Si es verdad lo que ha dicho Benedicto XVI y otros líderes religiosos, que “la paz es fruto de estructuras justas, pero también de la transformación interior del hombre”, este es un ámbito propio de actuación de las religiones. El ayudar a los hombres a superar su egoísmo, sus rencores, y a perdonar, a parecerse a Dios, compasivo y misericordioso, a superar su inautenticidad, a ser mejores personas, es una aportación fundamental en la construcción de un mundo más justo y pacífico.

Una segunda cuestión que creo fundamental, que ha sido propuesta con mucha claridad por el Papa Benedicto XVI en su famoso discurso en la Universidad de Ratisbona en septiembre 2006, es la relación entre fe y razón. Para el Papa la aportación de la cultura griega a la revelación de Dios, que en un principio se sitúa en un contexto cultural semita, no es una contaminación, sino algo que forma parte de la revelación cristiana misma, que ya empieza con la traducción del Antiguo Testamento al griego llamada de los LXX, y que se manifiesta claramente en el Nuevo Testamento, como en el prólogo de San Juan, donde parafraseando el comienzo del libro del Génesis, se dice que “en principio era el logos, y el logos estaba junto a Dios, y el logos era Dios”. Este logos, que a veces se traduce como ‘palabra’, pero que incluye semánticamente la idea de razón, nos viene a decir que no puede haber contradicción entre Dios y la razón, ‘ir contra la razón es ir contra la naturaleza de Dios’.

Menorah en el arco de Tito en Roma
Es verdad que la palabra razón puede tener distintos significados. Hay una tendencia en nuestra cultura a identificar la razón con la razón del método científico que prescinde de Dios y que se considera paradigmática y, a veces, la única posible. Esto lleva a reducir la religión a algo subjetivo, con frecuencia a algo sentimental y no objetivo. Esta razón ideologizada no es compatible con la fe. Pero un concepto amplio de razón, que incluye la aproximación científica pero que también está abierta al misterio, es necesario para la vida del creyente. El creyente tiene que ir siempre purificando su fe, liberándola de cosas extrañas que la distorsionan, y uno de los caminos es someterla a la crítica de la razón para no caer en un fideísmo ciego que puede llegar a ir contra el bien del hombre.

            Otra cuestión importante en la construcción de un futuro de paz para el mundo es que las religiones, cada una por su camino, vaya aceptando e integrando las verdaderas conquistas de la Ilustración; entre ellas, ‘los derechos del hombre, y especialmente la libertad de la fe y de su ejercicio, reconociendo en ellas elementos esenciales también para la autenticidad de la religión’. Esto ha sido para la Iglesia un camino largo y difícil que llegó a soluciones concretas sólo en el Concilio Vaticano II con su declaración sobre la libertad religiosa y su enseñanza acerca de la justa autonomía de las realidades mundanas. Ayer decía el Sr. Saif que el Islam tiene que encontrar su propio camino y que no tiene por qué ser el del cristianismo, pero creo que es fundamental que algunos logros de la razón humana universal, por los caminos que sean, sean aceptados por todos; entre éstos también hay que incluir la separación Iglesia-Estado, o sociedad civil-institución religiosa. Quizás tenemos todos que aprender a vivir nuestra fe en una sociedad pluralista, que ofrece a todos la posibilidad de una fe libre y adulta.
La aceptación de la conquistas de la Ilustración, no significa una aceptación acrítica de ella. Los creyentes no podemos aceptar 'una dictadura de la razón positivista que excluye a Dios de la vida de la comunidad y de los ordenamientos públicos, privando así al hombre de sus criterios específicos de medida’. Una razón secularizada, que se cierra a la cuestión de Dios, no es capaz de entrar en un verdadero diálogo con las religiones y acaba por llevar a un enfrentamiento de las culturas.
En este contexto se sitúa también el tema de la libertad religiosa. Hoy existen dos formas de entenderla. Una que tiene su fundamento filosófico en el relativismo, que afirma que no hay una verdad objetiva válida para todos o que ésta no se puede conocer por los límites de la razón humana, y por eso el ámbito de las creencias es algo subjetivo de cada uno en el que no se debe intervenir desde afuera. Esta forma de entender la libertad religiosa no es aceptable para el creyente. El creyente tiene la certeza - aunque en la oscuridad y la humildad de la verdadera fe - de conocer la verdad y una verdad que vale para todos. La libertad religiosa como la entiende el creyente, es la libertad religiosa que nace del respeto por la dignidad del hombre y su libertad y por la idea que el acto de fe es libre y no puede ser impuesto. Como escuchábamos ayer en la cita del Corán: “No cabe coerción en religión”. No se puede forzar a otros a creer. Esta forma de entender la libertad religiosa fomenta la convivencia pacífica, el diálogo sincero entre las religiones y con los no creyentes y también el justo proselitismo o acción misionera que tienen algunas confesiones religiosas.
            Sobre los términos laico, laicismo, laicidad podemos hablar mucho. En principio son términos que nacen dentro de un ámbito religioso pero que después han pasado a ser utilizados fuera de este ámbito con un sentido diferente. Dependiendo de quien los utilice pueden significar cosas distintas, desde autonomía respecto a lo religioso o a la institución religiosa a rechazo, separación absoluta, o enfrentamiento con lo religioso. Hay un laicismo que creo todos debemos aceptar, que es el de la justa autonomía del orden social y político de la institución religiosa. Pero un laicismo beligerante que intenta reducir la importancia y la dimensión social de los religioso, que pretende quitar fuerza también moral a la institución religiosa, que considera lo religioso como contrario al progreso no tenemos por qué aceptarlo.  No es necesario aceptarlo para vivir como ciudadanos pacíficos dentro de una sociedad pluralista y democrática. Muchas veces en algunas afirmaciones sobre el laicismo lo que se percibe es un rechazo, cuando no un odio a todo lo religioso, que se considera contrario al progreso de la humanidad.

            Ayer hablábamos de la cuestión de la identidad: ¿Qué significa ser europeo? ¿Ser español? Se decía que habría que buscar a definición de la identidad que prescindiera en principio de la religión, aunque añadió con mucha sabiduría Jacobo Isreal, que esta identidad debe respetar la tradición cultural del pueblo a que hace referencia. Para los creyentes, la religión no es un añadido más a la persona humana, algo secundario de lo que se puede prescindir, sino es una dimensión fundamental de su mismo ser. Habría que buscar una definición de la identidad, que aunque explícitamente no haga mención del aspecto religioso, visto que nos encaminamos a sociedades siempre más plurales, no hiera la sensibilidad de muchos para los que la religión es algo esencial en sus vidas.
            Nuestras sociedades, sobre toda en Europa, aunque en España quizás con algo más de retraso respecto a otros países, están cambiando mucho con la llegada de personas de otras tradiciones religiosas. Nos preguntamos cómo integrar a estas personas en nuestra sociedad. Algunas de sus tradiciones chocan a veces con nuestras costumbres, otras veces parece que chocan con algo más fundamental, algo que para nosotros forma parte de los derechos fundamentales del ser humano, como es el caso de algunas cosas que tienen que ver con la dignidad de la mujer. Creo que la solución pasa por una convivencia respetuosa en la que se respetan las leyes que esa sociedad se ha dado en razón de su tradición cultural y que sean justas y acordes a los derechos fundamentales del hombre. Mi opinión personal es que Europa no debe permitir que se pongan en cuestión o no se respeten en su territorio normas básicas de convivencia que nos hemos dado y que han sido fruto de un largo y laborioso proceso.         
Quería terminar hablando de un tema hoy muy actual como es el de la jihad. Es verdad que a veces personas religiosas, aunque quizás manipuladas también por los políticos, pueden llegar a pensar que es un deber moral suyo conseguir por cualquier medio la sumisión de todos los otros al Islam. Pero esto se puede dar también en el cristianismo y se ha dado o en otras tradiciones religiosas. La forma de evitar esto no es fomentar un proceso de secularización agresivo que intente eliminar la significación social de la religión en el mundo. Esto lleva a todo lo contrario. La forma de evitar esto es a través del respeto y conocimiento mutuo, de la creación de estructuras sociales justas y de potenciar la educación y formación de las personas.
            Hay guerras relacionadas con la religión no porque hay mucha religión, sino porque hay poca religión y mal entendida y vivida.


MANIFIESTO POR LA LIBERTAD RELIGIOSA


1.       Entendemos por libertad religiosa el derecho de toda persona a vivir, expresar y cambiar su fe o religión sin ser coaccionado externamente, directa o indirectamente. Consideramos la religión como una dimensión fundamental del ser humano que lo enriquece y que contribuye al progreso social; sin embargo, entendemos y respetamos las personas que no comparten esta opinión. También creemos que razón y religión deben ir unidas e iluminarse mutuamente; sin embargo, esto no significa la sumisión de una a la otra, en contra del fideísmo fanático o del racionalismo laicista.

2.       El derecho a la libertad religiosa radica en la dignidad misma del ser humano y es un derecho reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas de 1948, junto con el derecho a la libertad de conciencia y de pensamiento. Este derecho no implica que no se deba buscar la verdad y una vez conocida adherirse a ella, ya que a esto obliga la propia conciencia, sino que ningún agente externo puede obligar a otro por cualquier medio a acatar una fe religiosa o creencia.


3.       El derecho a la libertad religiosa, como también reconoce la Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, supone el derecho a manifestar la propia religión o creencia, “individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”. Es decir, la religión no es sólo un asunto privado, sino también se expresa socialmente y tiene derecho a hacerlo en la medida que no vaya contra otros derechos fundamentales.

4.       Por coacción externa hay que entender cualquier procedimiento, violento o no, a través del cual, individuos o instituciones, intentan imponer su religión o ideología a otros, procedimientos que pueden ir desde la amenaza directa a la integridad física de las personas a la pérdida de derechos civiles, discriminación social, manipulación de los medios de comunicación, etc.


5.       El derecho a la libertad religiosa implica el reconocimiento del derecho de las personas a ser, declararse y vivir también como no creyentes o agnósticos. El derecho a la libertad religiosa no es incompatible con una ideología relativista que supone que el hombre no puede conocer plenamente la verdad y que todas las religiones son igual de válidas como aproximaciones a ella, a no ser que se quiera imponer esta forma de pensar a los demás como la única válida, y la única que garantiza la libertad religiosa y salvaguarda contra el fanatismo.

6.       El derecho a la libertad religioso no es incompatible con el hecho de que en un país o región, por la historia de su civilización, prevalezca una determinada religión y que ésta se expresa socialmente en monumentos, festividades civiles, signos religiosos, etc. y/o que esté ligada al poder político de ese lugar. A ninguna persona religiosa ofende los signos de otra religión y reconoce y valora la tradición religiosa que ha marcado la historia de un país, aunque sea distinta de la suya. Aunque en principio el derecho a la libertad religiosa no es incompatible con Estados en los que no haya una clara distinción entre el poder político y religioso, en tanto en cuanto se respete este derecho del individuo y de los grupos, sí consideramos el Estado laico como el más apropiado para salvaguardar este derecho. Estado laico que no laicista, es decir no un Estado que intente imponer una ‘religión de Estado’ a todos.

7.       El ejercicio del derecho a la libertad religiosa queda limitado por otros derechos fundamentales reconocidos también universalmente, como son el de la igual dignidad del hombre y la mujer y el de la igualdad de todos los hombres contra todo tipo de sumisión o esclavitud.

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