Homilía 27 de febrero 2011
8º Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)
La Piedad de Michelangelo |
Tenemos que admitir que nos preocupa mucho la situación económica, que ya ha afectado dramáticamente a nosotros, a nuestras familias y a gente cercana y conocida. Nos preocupa el poder hacer frente a nuestras necesidades básicas — comida, ropa y vivienda ― y nos preocupa el mañana, el nuestro y el de nuestros hijos. Algunos comentaristas afirman que las palabras de Jesús del evangelio de hoy, esas tan conocidas y citadas sobre ‘los lirios del campo’, hay que situarlas en el contexto de la Galilea de entonces, que era una región relativamente próspera. Pronunciadas en otro lugar, Jesús las habría matizado, ya que no era insensible a las justas preocupaciones de los personas necesitadas.
Queremos aplicar estas palabras de Jesús a nuestro contexto actual. Jesús habla de ‘agobio’ por la comida, el vestido y el mañana. Extrañamente no habla de la vivienda, probablemente porque en la Galilea de entonces no existía este problema, a diferencia de lo que ocurre aquí. Habla de ‘agobio’, un término que en el lenguaje bíblico puede significar preocuparse por algo, angustiarse e incluso obsesionarse. Invita Jesús a sus oyentes, incluyéndonos a nosotros, a confiar en la providencia divina y utiliza para ello ejemplos de la naturaleza, los pájaros y los lirios que cuida Dios y les da lo necesario. El Señor nos dice que lo primero de lo que nos tenemos que preocupar es buscar el Reino de Dios y su justicia, es decir hacer la voluntad de Dios, y lo demás se nos dará como añadidura.
madres-y-algo-mas.blogspot.com |
Algunos moralistas dicen que es útil para aclarar y decidir las prioridades de nuestra vida usar dos ejes en vez de uno. Uno es el de la importancia; hay cosas que son más importantes que otras, es más importante hacer la voluntad de Dios, buscar ser justos antes Él, que la comida y el vestido. Pero el otro eje que también tenemos que tener en cuenta es el de la urgencia. Hay cosas que no son tan importantes, pero sí son urgentes cuando faltan, como la comida y el vestido. Algo parecido, aunque no del todo, se expresa con el célebre tópico latino primum vivere deinde philosophari; antes vivir, después filosofar.
Jesús lo que nos pide no es que vivamos ‘flotando’, infantilmente despreocupados, sino que tengamos una confianza firme en el Señor que nos cuida y que sepamos lo que es más importante en nuestra vida, lo que viene primero. Aunque en algunos momentos tengamos que ocuparnos de cosas urgentes por necesidad de sobrevivencia, que éstas no nos absorban tanto que perdamos el sentido de nuestra vida. ¡Qué ‘los árboles no nos impidan ver el bosque’!
A veces lo que nos pasa en nuestra vida, nuestras penas y desgracias, pueden llevarnos a pensar que Dios nos ha abandonado, que no cuida de nosotros, que estamos solos. Isaías nos dice en la primera lectura que Dios nos quiere como una madre, o mejor, más que una madre, porque aunque una madre no suele abandonar a su hijo, esto a veces ocurre como tristemente constatamos en las noticias, y con Dios no pasa nunca. Decía el papa Juan Pablo I que Dios ‘más que padre es madre’. ¡Qué importante es esto! Para hablar de Dios tenemos que usar conceptos de nuestra vida ordinaria porque no tenemos otros, pero tenemos que aplicarlos con cuidado sabiendo que ninguno de ellos es totalmente adecuado para Dios. Dios es como un padre, pero inmediatamente tenemos que añadir que es mucho más que un padre; Dios también es madre, pero mucho más que una madre...
Domus Galileae |
Antes de hablarnos de confiar en la providencia de Dios, Jesús nos dice en el Sermón de la Montaña que no podemos servir al mismo tiempo a dos señores. Es decir, no podemos servir a Dios con un corazón dividido; o dicho aún de otra manera, tenemos que tomar de una vez la decisión de amar a Dios sobre todas las cosas. Muchas personas o cosas rivalizan con Dios para quitarle este primer puesto y cuando esto tiene lugar la cosa o persona se vuelve un ídolo. El ejemplo que nos da Jesús es el dinero. Otro ídolo muy fuerte en nuestro tiempo es el sexo, que está muy relacionado con el dinero y se refuerzan mutuamente. En muchos ambientes hoy — y todos somos conscientes de ello —, no se habla de otra cosa que no sea dinero o sexo ¡Qué daño tan grande hace esto a los hombres y mujeres que han sido creados por Dios y para Dios! Sólo Dios puede llenar nuestro corazón. Muchos llegan a darse cuenta de esto solo después de muchas desilusiones y sufrimientos.
Los santos son modelos de buscar primero el reino de Dios y su justicia y de confiar en la providencia. ¡Cuántos de ellos hicieron grandes obras a partir de poquísimos recursos! Tenían como primera preocupación de su vida hacer la voluntad de Dios y confiaron que Dios les ayudaría a realizarla. También nosotros, si nos decidimos a amar a Dios sobre todas las cosas y confiamos en su ayuda, experimentaremos con asombro como cuida de nosotros.
El pasaje del evangelio de hoy termina con la célebre frase de Jesús ‘a cada día le basta su desgracia’. Es una invitación fuerte y sabia de Jesús a vivir en el presente, asumirlo con realismo, aceptando su carga y cruz, y decidiéndonos hoy por Él, su reino y su justicia. El pasado ya pasó, de él podemos aprender y debemos saber interpretarlo de modo que nos ayude a vivir el presente. El futuro no nos pertenece. Como nos dice Jesús, ‘por mucho que nos agobiemos no podemos añadir una hora al tiempo de nuestra vida’. Pero sí disponemos algo del presente, como un hoy que se puede volver para nosotros un ‘ahora’ de salvación, en el que escuchamos la llamada del Señor y nos decidimos por Él y empezamos a hacer el bien. Puede que tengamos que ocuparnos de cosas urgentes que nos preocupan, pero sabemos que no son las más importantes y tenemos la confianza puesta en el Señor que nos quiere y nos cuida más que una madre.
(Este post sale publicado con algunas modificaciones y mejoras en mi libro La buena noticia del matrimonio y la familia y por tanto está sujeto al copyright que establece la editorial)
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