Homilía 6 de marzo 2011
9º Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)
Hace tiempo me dejó muy impresionado un video que se había colgado en Internet del terremoto en Chile en febrero de 2010. Estaba sacado por una cámara del hall de un hotel. Cuando todo empezó a moverse y los que estaban presentes se dieron cuenta de que era un terremoto, se pusieron a buscar algo para agarrarse que no se moviera como lo demás, algo que estuviera firme y que aguantara hasta que pasara ese terrible momento. Esta situación puede representar bien lo que nos pasa muchas veces en la vida. No sabemos por qué, pero es como si estuviéramos en un terremoto, como si todo se tambaleara, como si todo estuviera puesto en cuestión y nos ponemos a buscar algo que esté firme a que nos podamos agarrar. Quizás Dios lo quiere o lo permite, o quizás no tiene mucho sentido preguntarse esto ya que Dios es misterio y ‘sus caminos no son los nuestros y nuestros pensamientos no son lo suyos’, pero la realidad es que muchas veces la ‘vida’ nos sacude con mucha fuerza; a través, por ejemplo, de un fracaso matrimonial, o laboral o en nuestro proyecto de vida, o por una enfermedad, o la muerte de alguien querido, o con dificultades importantes en el trabajo o en nuestras relaciones. En esos momentos buscamos algo que no se tambalee como nosotros, algo que esté firme y dé sentido y dirección, una piedra sólida sobre la que cimentar nuestra vida.
Pues esta roca, este fundamento sólido sobre el que construir nuestra vida de modo que no se derrumbe cuando vienen los momentos difíciles, es Cristo. Él es esa piedra que descartaron los arquitectos, pero que se ha vuelto piedra angular, como dice un salmo y repiten varios textos del Nuevo Testamento. La descartaron los arquitectos al no reconocer que era el salvador prometido por Dios y al ser entregado a la muerte en cruz, pero con su victoria sobre la muerte, con su resurrección, se ha vuelto la piedra que aguanta todo el arco, la roca sobre la que se construye el nuevo templo y sobre la que podemos cimentar nuestra vida. Una piedra que ningún terremoto puede sacudir, ni la misma muerte.
Faro sobre la roca de Fastnet cabovolo.com |
Yo me acuerdo el año pasado atender a mi padre en un hospital privado conocido de Madrid, donde iba gente también conocida y rica, poco antes de que falleciera. Al estar en la UVI varios meses con él, presencié situaciones muy dramáticas y dolorosas y noté como las personas reaccionaban de manera distinta ante esas situaciones. Algunos se derrumbaban totalmente, se venían abajo, se desesperaban; otros, aún en su sufrimiento, se mantenían firmes y esperanzados. Lo que hacía la diferencia en muchos casos era la fe. Con los que se venían abajo, hablando con ellos, muchas veces me daba cuenta que habían tenido fe con anterioridad, pero la habían perdido por el camino, o ésta se había hecho tan débil que no podía aguantar en esa situación. La habían descuidado y se habían hecho otros ídolos como veíamos en las lecturas del domingo pasado (con mucha frecuencia el dinero) que pensaban podían dar felicidad y seguridad, pero en ese momento de la prueba se daban cuenta que se habían auto-engañado, que habían puesto su confianza en algo que no puede salvar. ¡Qué pena que estas personas no hayan cuidado se fe y que ahora cuando podía ser el sostén al que agarrarse era ya tarde!
De esto nos habla el evangelio de hoy cuando nos invita a construir nuestra casa, nuestra vida, sobre roca y no sobre arena. Y la roca es Cristo. Pero para cimentar nuestra vida sobre Él, no es suficiente que lo digamos con palabras, que digamos 'Señor, Señor', sino tenemos que hacer su voluntad; no es suficiente que escuchemos sus palabras, sino tenemos que ponerlas en práctica; tenemos que ‘meternos sus palabras en el corazón y en al alma’ como dice la primera lectura del libro del Deuteronomio. El estar unidos a Cristo de una forma floja no basta; es como alguien que se sostiene durante el terremoto al mostrador del hotel sólo con los dedos de una mano; el mostrador está firme, pero él no está lo suficientemente agarrado para resistir las sacudidas; tiene que agarrarse al mostrador con los dos brazos y si se puede amarrarse a él también.
Nosotros ya sabemos como amarrarnos a Cristo. La Iglesia desde niños nos ha enseñado los medios que tenemos para ello: la escucha y meditación de la palabra de Dios, la celebración de los sacramentos, especialmente la Eucaristía, la vida de la comunidad cristiana, las prácticas de piedad. Si hacemos esto, no tendremos que lamentar que cuando viene la tormenta o llega el terremoto nuestra vida se derrumbe. Enseñaba San Ignacio de Loyola que en los tiempos de paz hay que prepararse para la guerra; son los tiempos de tranquilidad y alegría espiritual los que debemos utilizar para cuidar nuestra fe, unirnos más a Cristo, y poder así estar preparados cuando se empiece a nublar el horizonte.
soitucieloo.blogspot.com |
Estas palabras de Jesús sobre la edificación de la casa sobre roca concluyen el Sermón de la Montaña. Es como si nos dijera que después de habernos dado, a sus discípulos, la nueva ley del reino de Dios, ahora es cuestión de decidirse, de ponerla en práctica; es como si tuviéramos delante esos dos caminos como en el texto de la primera lectura; escuchar y decir ‘qué bonito Señor’, o con su ayuda ponerlo en práctica. Y éste es el camino que conduce a la vida.
“Mirad, velad y orad: porque no sabéis cuándo será el tiempo”. Marcos 13:33
ResponderEliminarEl terremoto y tsunami de Japón se ocurrió el viernes 11 de marzo de 2011. Con una magnitud 9,0 y olas de maremoto de hasta 10 m, fue el terremoto más potente sufrido en Japón hasta la fecha y el cuarto más potente del mundo.
<>< Santa María, ruega por los fallecidos, por sus familiares, y por todos nosotros, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.