miércoles, 28 de septiembre de 2011

Para Dios lo que cuenta es el presente

Homilía 25 de septiembre 2011
XXVI Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)

scarabocchidipensieri.blogspot.com
                Cuando los hijos de Israel estaban en el exilio, lejos de su tierra y habiéndolo perdido casi todo, solían repetir un refrán quejándose de su suerte: “Los padres comieron agraces y los hijos tuvieron dentera” (Jer 31, 29; Ez 18, 2). Eran sus padres los que habían sido infieles a la alianza con Dios, pero eran ellos los que tenían que pagar las consecuencias. Sin embargo, los profetas insistían en la responsabilidad personal: ‘el que peque, ese morirá’; ‘quien coma agraces tendrá dentera’. Aplicando esta enseñanza a nuestra vida, diríamos, usando une terminología distinta, que el pasado nos condiciona, pero no nos determina. Lo que han hecho las generaciones pasadas y nuestros padres, las opciones que han tomado, la educación que nos han dado, el ejemplo que hemos recibido de ellos, ciertamente influye en nosotros, en todos los aspectos de nuestra vida y también en nuestra relación con Dios. Influye, pero no de una manera que elimina totalmente nuestra libertad y responsabilidad. Es una herencia más o buena que recibimos, pero después, con ella y a partir de ella, vivimos nuestra vida. Los profetas insisten en que cada uno es responsable de su vida.
                Esto que vale respecto a las generaciones pasadas y a nuestros padres y las culpas que hayan podido tener, lo bien o lo mal que lo han hecho, vale también en lo que se refiere a la historia de nuestra vida, el pasado de cada uno de nosotros. Las decisiones que hayamos tomado, los errores o pecados que hayamos podido cometer, ciertamente nos condicionan, y a veces mucho, pero no determinan del todo nuestra vida y mucho menos nuestra relación con Dios. El mensaje principal de las lecturas de hoy es que para Dios lo que cuenta es el presente. La llamada de Dios nos llega en el presente, ahora, en este kairós salvífico en el que nos encontramos. Como dice san Pablo: “Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación” (2Cor 6, 2).
poesienelvento.splinder.com
                Así el profeta Ezequiel en la primera lectura enseña que, independientemente de su pasado, si ‘el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida’. Y en la parábola de los dos hijos del evangelio de este domingo, el que cumple la voluntad del padre, el que vive en la obediencia de la fe que es para el evangelista Mateo lo que de verdad cuenta cara a nuestra salvación, es el que en el presente recapacita y decide hacer lo que le pide el padre. El término ‘recapacitar’ aparece hoy en la primera lectura y en el evangelio e indica una acción que se realiza en el presente, la de decidirse por cumplir la voluntad de Dios.
Cuando este mensaje de las lecturas lo escuchamos sin resistencias, con un corazón no endurecido, se vuelve una buena noticia. Nos viene a decir que en este momento para Dios no importa lo que hayamos hecho en el pasado, lo que han hecho nuestros padres, sino lo que hacemos ahora, lo que decidimos en el presente. La viña nos sigue esperando para que vayamos a trabajar en ella. No somos prisioneros del pasado. Es verdad que hay cosas que no podemos cambiar y que lamentamos, quizás decisiones irreversibles o circunstancias que ya tenemos que aceptar porque cambiarlas implicaría más daño. Pueden ser situaciones que nos impiden estar en plena comunión visible con la Iglesia y poder comulgar, como son determinadas relaciones de pareja. Sin embargo, la oferta de reconciliación con Dios es siempre actual; la llamada a recapacitar y volver a la amistad con Dios sigue siendo vigente.
Lutero
Hay otra enseñanza que también podemos extraer de las lecturas de este domingo y se refiere a la forma de entender y vivir nuestra relación con Dios. En los dos hijos de la parábola están representados dos modos de relacionarnos con el Señor. En el hijo que dice ´sí’ al padre con cierta ligereza, pero que a la hora de la verdad no hace lo que le pide, podemos ver a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo a los que Jesús dirige la parábola, pero también a todos aquellos que no se toman en serio a Dios, todas aquella personas aparentemente religiosas que tienen siempre al Señor en la boca pero que realmente están lejos de Él y no oyen su llamada al arrepentimiento porque creen que no va con ellos. En este sentido, el Papa en su viaje a Alemania, haciendo referencia a Lutero, ha hablado de la ‘seriedad de la fe’, ya que hoy muchos nos tomamos con una cierta ligereza cumplir la voluntad de Dios y evitar el pecado. En el otro hijo podemos reconocer a los publicanos y prostitutas que escucharon el mensaje de Juan el Bautista y recapacitaron y tomaron la delantera a los primeros en el camino del reino de Dios. Juntos a éstos, en el hijo que después de rebelarse hace la voluntad del padre están representados todos aquellos que en el presente, independientemente de su pasado y de lo que puedan pensar de ellos los demás, escuchan con sinceridad la llamada del Señor y deciden hacer la voluntad de Dios. Ellos pueden hacer suya la oración del salmista:
“Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
no te acuerdes de los pecados de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad Señor.” (Salmo 24)

viernes, 23 de septiembre de 2011

Dios siempre nos sorprende


Homilía 18 de septiembre 2011
XXV Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)


Scarlett Johansson en los viñedos de Moët & Chandon
                ‘Las comparaciones son odiosas’ y en las cosas que se refieren a Dios no se pueden hacer. Llevan a la envidia y sus consecuencias, como en el relato bíblico de Caín y Abel, y a juzgar a Dios, sin tener los elementos para poder hacerlo, ni en definitiva el derecho de hacerlo. Detrás de la parábola de los vendimiadores que reciben la misma recompensa, está el actuar de Dios que supera siempre nuestros esquemas y expectativas, que continuamente nos sorprende. Dios siempre está y va más allá. “Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos, oráculo del Señor”, hemos escuchado en la primera lectura. Así cuando Dios elige el insignificante pueblo de Israel para llevar su salvación a todas las naciones, o cuando Jesús en vez de codearse con los maestros de la Ley y las autoridades religiosas se dirige preferentemente a los marginados, a los publicanos y pecadores. O cuando la Iglesia de los comienzos se abre a los paganos superando los límites del pueblo elegido, o cuando las primeras comunidades estaban formadas por gente de clases sociales más bien bajas como reconoce san Pablo: “[Dios] ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular lo que cuenta” (1Cor 1, 28). La misericordia de Dios es siempre superior a las exigencias de la justicia, aunque no las pisa ni las ‘puentea’.
                 En la parábola se nos dice que Dios nos puede llamar a cualquier hora de nuestra vida para trabajar en su obra. Nunca es tarde y el premio es el mismo. Puede con nos llame cuando somos muy jóvenes, o en la mitad de la vida, o cuando ya nuestras fuerzas empiezan a decaer, o quizás incluso en el momento de la muerte. Podemos imaginarnos muy bien esos jornaleros de la parábola que salen antes de que amanezca a la plaza del pueblo esperando que pase alguien que los contrate para trabajar. Es una escena que sigue siendo común hoy en nuestros pueblos y ciudades. En la parábola el dueño de la viña pasa a las seis y nueve de la mañana, a mediodía, a las tres de la tarde y una hora antes del atardecer. Los obreros de la última hora habían estado ‘parados’ todo el día porque nadie los había contratado. Querían trabajar, tenían buena intención, pero 'mala suerte' hasta ese momento.

                La recompensa que da a todos el propietario de la viña es la misma, un denario, la paga habitual de una jornada de trabajo, lo que es una justa retribución para los que han trabajado todo el día, pero que aparentemente es excesiva para los que sólo han trabajado una hora. Diríamos que el dueño es justo con los de la primera hora, pero es excesivamente bondadosa con los de la última. Pero esta diferencia sale a la luz sólo si se hacen comparaciones. Si los vendimiadores de la primera hora no hubiesen visto los que se les daba a los otros, se hubieran ido contentos. Sin embargo, al ver como son tratados los demás, reaccionan de una forma parecida a como lo hace el hijo mayor de la parábola del padre misericordioso; dice la Escritura que se ‘indigna’. Les parece injusta la forma de actuar del dueño o del padre.
Denario de Tiberio o 'denario del tributo'
                Sin embargo, la forma de actuar del dueño no vulnera la justicia, sino que la supera respetándola. Esto es lo peculiar del actuar del Señor. La intención de esta parábola, como la del hijo pródigo, que son como una terapia de choque, es llevarnos a ‘pensar como Dios y no como los hombres’. A entender que como dice Pablo ‘estar con Cristo es con mucho lo mejor’, y si así estamos desde la primera hora, trabajando en la obra de Dios, pues mucho mejor y hay que agradecerlo y no tener envida de los que no lo han hecho. Al final, ‘aguantar el peso del día y el bochorno’ trabajando en la viña del Señor, o servir al padre en su casa sin desobedecer una orden suya, es mucho mejor que estar en la plaza esperando a que alguien pase y nos contrate, o estar cuidando cerdos en un país lejano, aunque a veces no nos lo parezca. Hay que aprender también que el único premio que nos puede dar Dios es Él mismo. Esa moneda de denario que nos da, independientemente de lo que trabajemos, con tal que acojamos su llamada en la hora que nos llegue, lleva esculpido su mismo rostro que contemplaremos por toda la eternidad. Es este rostro el que buscamos y lo único que puede satisfacer nuestro anhelo profundo, ya que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Igual que las monedas imperiales romanas, llevamos también nosotros esculpido en nuestro corazón a quien pertenecemos.
                Es, con otras palabras, lo que también nos dice san Pablo en el pasaje de su Carta a los Filipenses que se nos ha proclamado como segunda lectura. El apóstol encarcelado, en una situación de fracaso humano, mantiene sin embargo una visión sobrenatural de su vida, la mira con los ojos de la fe, y considera que lo importante es que Dios sea glorificado sea cual sea la conyuntura. Esta es una importante enseñanza para nosotros que normalmente miramos nuestra vida con ojos mundanos y la juzgamos según criterios humanos de fracaso y éxito. El deseo profundo de Pablo es ‘partir para estar con Cristo que es con mucho lo mejor’. Así vive su vida este gran santo, habiendo respondido con generosidad a la llamada que le hizo el Señor en el camino de Damasco en la hora de su vida que tocaba, sin compararse con los demás, en íntima unión con el Señor, corriendo hacia la meta, esperando ese premio que el Señor le tiene prometido, y dedicándose mientras tanto con todas sus fuerza a la obra de Dios.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Dios también se indigna

Reflexiones a partir de las lecturas del Domingo XXIV del Tiempo Ordinario (ciclo A)


imverias.blogspot.com
           El domingo pasado me encontraba en la bella ciudad de Santa Cruz de Tenerife, capital de esa isla. Había ido con mi madre para celebrar una boda de una pariente que tuvo lugar la tarde anterior. Esa mañana de domingo quería ir a misa y asistir como un fiel más, sin tener que concelebrar y mucho menos que dar el sermón. Como ya expliqué, esto lo suelo hacer cuando puedo en vacaciones, y me permite vivir de una forma distinta, quizás más íntima y personal, la celebración. Parafraseando a san Agustín, se podría decir que la vivo más ‘como cristiano con los demás, que como sacerdote para los demás’.
Ese domingo por la mañana pedí consejo a la pariente de mi madre que nos había acogido en su casa para esos días, Rosarito, persona muy querida y muy practicante, para que nos dijera donde podíamos ir. Nos aconsejó la Iglesia parroquial donde ella iba, muy cerca de su casa, al lado de la Rambla Pulido, por donde pasa el tranvía que une Santa Cruz a La laguna, en la que se celebraría misa a las 11:30. Era la Iglesia de Santa María Auxiliadora, cuyo joven párroco — que no es salesiano a diferencia de los que el título de la Iglesia podría sugerir— había sido rector del Seminario diocesano. Ya al entrar en la Iglesia y percibir el ambiente de la celebración y de la asamblea, me di cuenta de que era una comunidad con mucha vida cristiana. Los cantos que animaba el coro de jóvenes y los distintos ministerios laicales que se ejercieron en la celebración, como el de lector y de ministro extraordinario de la Eucaristía, daban prueba de ello. Es una de esas tantas parroquias de barrio a las que no se suele ir cuando se visita una ciudad, pero que son aquellas por donde pasa la verdadera vida de la Iglesia y donde se siente su pulso y las que hacen más comprensible el éxito de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid. De hecho, al final de la celebración, dos jóvenes dieron su testimonio conmovedor de lo que para ellos significó esa experiencia.
Tranvía psasando por la Rambla Pulido
(Santa Cruz de Tenerife)
Las lecturas de la Misa hacían referencia al tema del perdón, sobre todo el evangelio, que, en continuidad con el del domingo anterior sobre la corrección fraterna, señala esta disposición como fundamental para la vida en comunidad de los creyentes. Una disposición a perdonar que no se asienta sobre el sentimiento humano sino sobre la gracia de la reconciliación con Dios, como muy bien se sugiere en la oración final de la Misa. En el evangelio Jesús explica esto utilizando la parábola del servidor inexorable que no perdona a un compañero una cantidad ridícula respecto a la que su amo le había amnistiado a él. El párroco con muy buen hacer, expuso en su homilía el sentido de estos textos sagrados y los aplicó  a la vida cotidiana de sus fieles. Interesante fue su consideración de que muchas veces en la vida nos inventamos las ofensas y nos sentimos molestos con personas que nada tienen que ver con lo que equivocadamente nos imaginamos que nos han hecho.
Lo que hizo el párroco fue lo correcto, lo que habríamos intentado hacer con más o menos acierto cualquiera de nosotros con esa responsabilidad, es decir, hablar del perdón que era el mensaje central de la Palabra de Dios del domingo. Sin embargo, al no tener que dar yo el sermón, tuve la posibilidad de considerar otros aspectos de los textos proclamados que también son importantes y que no se suelen comentar.
Así, al escuchar el evangelio, me impactó la reacción del señor de la parábola al enterarse de que su criado no había tenido compasión con su compañero. Se dice que el señor se “indignó”. Es una palabra que está muy de moda y pensé que si la consideramos a la luz de la Escritura podríamos llegar a una comprensión más profunda de ella.
Es verdad que hay que tener mucho cuidado a la hora de interpretar las parábolas de Jesús para no hacer que digan lo que no pretenden y lo que nosotros deseamos. Las parábolas suelen tener un mensaje global, como la moraleja de un cuento, y no es correcto fijarse en cada elemento de ellas por separado, lo que en términos técnicos llamaríamos una interpretación alegórica. No obstante, a veces se pone en los labios del mismo Jesús una interpretación alegórica de una parábola que Él mismo había contado poco antes, como en la del sembrador, y los Padres de la Iglesia utilizaban frecuentemente esta forma de entender las parábolas, y no debemos olvidar que la Palabra de Dios es de Dios y tiene una riqueza de significado inagotable, lo que permite mucha libertad a la hora de interpretarla. De este modo, no es descabellado pensar que el señor del criado de esta parábola es Dios mismo, como también pensamos que lo es el padre de la parábola del hijo pródigo. Así esta parábola nos viene a decir que Dios también se indigna. Pero, ¿por qué se indigna? ¿Qué es lo que hace indignar a Dios?
fotolog.com
El sustantivo de la palabra que se utiliza en el texto original griego es οργή (orgé). Se suele traducir como rabia, enfado, cólera, indignación, etc. A los que nos gusta ‘escrudiñar la Escritura pensando que en ella encontramos la vida eterna’ como dice Jesús de los judíos en el evangelio de Juan (Jn 5, 39), cuando nos topamos con una palabra que queremos estudiar y entender mejor, lo que solemos hacer es encontrar otras ocasiones en las que aparece en el texto sagrado. Pare ello usamos una Concordancia bíblica. Así podemos constatar que la palabra en cuestión sale varias veces en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Limitándonos a este último y a las veces en que se aplica a Dios y no al hombre, quiero reseñar sólo dos de tales ocasiones que me parecen esclarecedoras:
En el evangelio de Mateo (22, 1-14) y en el de Lucas (14,15-24) encontramos la parábola del banquete de bodas o de la gran cena, respectivamente. Cuando los criados vuelven al rey o al dueño de casa para decirle que los invitados han rechazado la invitación, él se “indigna”.
En el evangelio de Marcos cuando Jesús pregunta a los que estaban en la sinagoga lo que se podía hacer en sábado, “lo bueno o lo malo, salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir” y los presentes no contestan guardando silencio, estando allí para tener de qué acusarle, Jesús echa “en torno una mirada de ira [met’orgês] dolido por la dureza de su corazón” (Mc 3, 5).
Ciñéndonos a estos textos podemos decir que Dios sí se indigna. La ira de Dios es un tema central no sólo del Antiguo Testamento, sino también del Nuevo: “El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida; sino que la ira [orge] de Dios pesa sobre él” (Jn 3, 36). Dios tiene ira y esto no es un lenguaje meramente metafórico o mítico o antropomórfico, sino que nos dice algo del ser y el actuar de Dios. Algo quizás difícil de entender, sobre todo para nuestra mentalidad moderna, y algo para lo que nuestras categorías y experiencia humana no son del todo adecuadas. Pero es algo real que se refiere a Dios y que nos revela la Escritura y que nos puede ayudar a entender mejor lo que es una ‘justa’ indignación. Es algo que quizás más que comprender racionalmente podemos descubrir veladamente a la luz de la fe ante ese misterio insondable de la santidad de Dios y el pecado del hombre. (Si se quiere profundizar más en este apasionante tema de la ira de Dios se puede consultar la excelente entrada sobre la Ira en el Vocabulario de Teología Bíblica de X. León-Dufour: ir)
                También ciñéndonos a estos textos bíblicos podemos decir algo de los motivos por los que Dios se indigna: por la injustica, por la falta de compasión, por el no querer aceptar su invitación a entrar en el reino, por la contumacia en no querer aceptar la verdad.
                Pero, ¿qué hace Dios cuando se indigna? ¿Se comporta como nosotros? ¿Da rienda suelta a su ira?
Cruz imperial de Rheinfelden
                No es casualidad que la proclamación de esta parábola en la Liturgia de la Iglesia ha precedido de poco la celebración de la Fiesta de la Exaltación de la Cruz, que también es la fiesta religiosa principal de Santa Cruz de Tenerife, aunque en esta ciudad se celebre en mayo. Cuando contemplamos la cruz con fe, vislumbramos algo del ‘pathos’, de la ‘pasión’, del sentir de Dios. Descubrimos algo del misterio del amor, de la misericordia divina, pero también de su ira, de la gravedad del pecado, de su indignación. Pero lo verdaderamente asombroso es que Dios ha querido hacer a su Hijo ‘maldición’ por nosotros, para darnos la salvación, para liberarnos de la ira. Aparentemente su indignación, su ira, se dirigen contra su único Hijo. Éste es el gran misterio de la cruz, donde se nos revela un amor que supera con creces las exigencias de la justicia, sin ‘puentearlas’ o violarlas, y a la vez se nos manifiesta en toda su extensión la gravedad del pecado del hombre. Este es el lugar para descubrir cómo y por qué Dios se indigna y qué es lo que hace cuando está indignado.

lunes, 12 de septiembre de 2011

En vuestro matrimonio podéis contar con Dios

Homilía en la boda de Alejandro Rodríguez y Ainhoa Espinosa
Iglesia parroquial de San Francisco de Asís
Santa Cruz de Tenerife, 10 de septiembre 2011


                Queridos Alejandro y Ainhoa:

Packard que utilizaron los novios
                Se conocen desde hace tiempo; las casas de los padres de ustedes —que están aquí a su lado acompañándoles con mucha emoción y a los que saludo —están a pocos metros la una de la otra aquí en Santa Cruz de Tenerife y muy cerca de esta preciosa Iglesia de San Francisco en la que nos encontramos. Y ahora han decidido dar este paso definitivo y casarse, haciendo publico su compromiso delante de nosotros, que hacemos presente a la sociedad y la Iglesia, uniendo sus vidas, creando una nueva familia, una comunidad de vida y amor. Dentro de poco se van a intercambiar las palabras del consentimiento que expresan su voluntad de entregarse el uno al otro como esposos, recibiendo el don que el otro hace de sí mismo, y prometiendo fidelidad en los buenos y en los malos tiempos. Una vez pronunciadas estas palabras ya ustedes, Alejandro y Ainhoa, serán marido y mujer, una sola carne como dice la Biblia, delante de nosotros, de la sociedad, de la Iglesia y de Dios.
                Han decidido dar este paso como cristianos, en la Iglesia, pidiendo al Señor que ratifique su unión y se haga garante de ella, que bendiga su nueva familia, que les dé fuerzas para superar los momentos difíciles. Yo pienso — y diciendo esto pido por adelantado comprensión a los no-creyentes que también están aquí hoy presentes manifestándoles su cariño, que son bienvenidos, pero que probablemente no estarán de acuerdo conmigo — que sólo delante de Dios tiene sentido establecer esta alianza matrimonial, hacer este pacto conyugal, entregarse mutuamente como esposos, prometer fidelidad. Hacerlo sólo delante de una autoridad humana no parece suficiente, sentimos que no hace justicia al misterio de la persona humana y su valor trascendente.
Campanario de la Iglesia de la
Concepción de La Laguna
Al celebrar su unión ante Dios, queridos Alejandro y Ainhoa, le piden a Él ayuda para poder cumplir los compromisos que asumen. Tienen presente y reconocen con sinceridad y realismo su debilidad y pecado, su incapacidad de amar como el Señor nos enseña y pide. Aunque son jóvenes, ya conocen lo frágil que es nuestro corazón, lo retorcido que puede llegar a ser, lo herido que puede estar. Piden en esta celebración al Señor su Espíritu, su fuerza, para poder amarse de verdad. Con razón han querido ustedes celebrar el sacramento del matrimonio unido al de la Eucaristía — aunque estemos algo justo de tiempo—, ya que es en la Eucaristía donde recibimos el alimento espiritual que no da fuerzas, como al profeta Elías, para caminar hacia la Sagrada Montaña de la revelación de Dios, que es Amor.
La buena noticia que se les da hoy a los dos en esta celebración y que es el significado profundo de ella, es que con Dios pueden contar en su vida matrimonial. Dios estará presente en ella, les bendice, les enseña a amar y les da su fuerza para poder hacerlo.
Este es el mensaje de la Palabra de Dios que hemos proclamado y que acabamos de escuchar. El himno a la caridad de la primera carta del apóstol Pablo a los Corintios nos habla del camino por excelencia válido para todo cristiano, más allá de carismas y dones personales que el Señor puede dar a cada uno. Este camino es el del amor, pero no el de un amor cualquiera, ni el del amor superficial que se nos vende en la televisión, sino el del amor cristiano, el amor que nos ha revelado Jesús, el amor que Dios tiene para cada uno de nosotros. Cuando escuchamos la descripción sobrecogedora que hace el apóstol de este amor — “el amor es comprensivo; el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no presume ni se engríe, no es mal educado ni egoísta, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad; disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites... —nos damos enseguida cuenta que no somos capaces de amar así a no ser que el Señor venga en nuestra ayuda.
Stmo. Cristo de La Laguna
El evangelio que hemos proclamado narra el primer signo que hace Jesús cambiando el agua en vino en unas bodas en Caná de Galilea. La presencia de Jesús nos indica que el Señor bendice a estos novios que le habían invitado, ‘dice bien’ de ellos y quiere compartir con ellos su alegría, sin desdeñar la fiesta. Es la madre de Jesús la que se da cuenta del apuro de los novios, les ha venido a faltar el vino, y solicita la intervención de su Hijo, dándola por cierta aunque Él aparentemente se resista.
Hoy queremos, queridos Ainhoa y Alejandro, encomendarles a nuestra madre del cielo, a la madre que nos dio Jesús, para que ella cuide de su amor y que no llegue nunca a faltar.
Esta mañana, dándome un paseo por la bellísima ciudad de La Laguna, patrimonio de la humanidad, fui a rezar por ustedes a la Iglesia de la Concepción, que hace ahora de Catedral de la diócesis, mientras se terminan las obras de la otra Iglesia. Fue un regalo de Dios encontrarme en ella dos imágenes muy adornadas, muy queridas por nuestro pueblo canario. Una era la de Nuestra Señora de los Remedios, patrona de la diócesis, bellísima, cuyo semblante recuerda la luna. Hace dos días, el ocho de este mes, celebrábamos su fiesta. A ella les encomendamos. También estaba esa imagen tan impresionante del Santísimo Cristo de La Laguna, que había sido llevada allí el día anterior desde su Santuario en coincidencia con la fiesta de la Exaltación de la Cruz que vamos a celebrar dentro de pocos días. En esa imagen, queridos Alejandro y Ainhoa, a la que nuestra gente tiene tanta devoción, pueden ver lo que es el verdadero amor, el amor cristiano, el amor que con la ayuda de Dios pueden vivir en su matrimonio y así hacerse testigos de él en el mundo.
Ntra Sra. de los Remedios
También cerca de la Iglesia de la Concepción me encontré por casualidad —mejor dicho, porque Dios así lo dispuso — con un monumento a un poeta tinerfeño que fue alcalde La Laguna. En este monumento se encuentran esculpidas algunas palabras de una poesía suya que habla del perdón y con las que me había encontrado en distintas ocasiones y lugares el día anterior. Lo consideré como un signo divino y se las quiero transmitir a ustedes, Ainhoa y Alejandro, con la certeza de que les podrán ser útiles en su vida matrimonial:
Tener para la ofensa recibida
pronto perdón y olvido para el daño;
y siempre exento de maldad y engaño
llevar la frente por el mundo erguida.







(Este post sale publicado con algunas modificaciones y mejoras en mi libro La buena noticia del matrimonio y la familia y por tanto está sujeto al copyright que establece la editorial)

martes, 6 de septiembre de 2011

“No se puede seguir a Cristo en solitario”

Homilía 4 de septiembre 2011
XXIII Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)

Decía el Papa Benedicto XVI en la homilía de la Misa de Clausura de la Jornada Mundial de la Juventud en el aeródromo de Cuatro Vientos que ‘no se puede seguir a Cristo en solitario’, que ‘seguir a Cristo es caminar con Él en la comunión de la Iglesia’, que “quien cede a la tentación de ir ‘por su cuenta’ o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él”. Estas palabras del sucesor de Pedro pronunciadas en nuestra ciudad hace dos semanas, son un excelente comentario a las lecturas de la Misa de hoy que nos hablan de la responsabilidad que tenemos los unos para con los otros, del amor que es el cumplimiento de la Ley y de la corrección fraterna.
Homilía de Benedicto XVI en el aeródromo
de Cuatro Vientos - Madrid 21 de agosto 2011
De hecho, las tres lecturas de la Misa las podemos interpretar en relación a la Iglesia, a la vida en común de los cristianos, de los discípulos del Señor. De un modo especial el evangelio, del capítulo 18 de san Mateo, se refiere explícitamente a la comunidad de los seguidores de Jesús. Se nos dice que el Señor está presente en esta comunidad: “donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Con esto se cumple esa promesa del Emanuel, del Dios-con-nosotros que abre el evangelio de Mateo (1, 23), y que también lo cierra, cuando Jesús resucitado dice a sus discípulos que estará con ellos “todos los días, hasta el final de los tiempos” (28, 21). La presencia del Señor en medio de los suyos es lo que hace eficaz las decisiones que toma la comunidad, la ekklesia, atando y desatando, declarando lo que está dentro o fuera, tanto doctrinalmente como disciplinariamente, ejerciendo un verdadero poder que le dio el Señor, tanto a Pedro singularmente como a la comunidad en su conjunto. Este poder se ejerce de una forma muy significativa en el perdón sacramental. También es la presencia del Señor la que hace eficaz la oración, ya que “si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en el cielo”. La presencia de Señor en medio de los suyos lleva a cumplimiento esa presencia de Dios en medio del pueblo elegido, simbolizada y localizada en la tienda del encuentro en el desierto y después en el templo de Jerusalén. Desde la muerte y resurrección de Jesús, la nueva presencia de Dios, la shekinah, está en su Iglesia, en la asamblea de los creyentes, de la que el templo era prefiguración.
La norma de vida de esta comunidad es la nueva ley del amor que dejó Jesús a los suyos. El que ama, como dice san Pablo en la segunda lectura, “cumple la ley entera”. Amar significa servir y querer el verdadero bien del prójimo. No me puedo desentender del otro, ‘pasar’ de él. No puedo contestar a Dios que me pregunta continuamente sobre mi hermano lo mismo que hizo Caín: “¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?” (Gn 4, 9). Sí somos los guardianes de nuestros hermanos, los responsables de ellos, su salvación depende también de nosotros y el Señor nos pedirá cuenta de ello. Así nos lo dice claramente la primera lectura del libro del profeta Ezequiel: “Si yo digo al malvado: ‘¡Malvado, eres reo de muerte!’, y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre”. Esto choca con la ‘mentalidad individualista que predomina en nuestra sociedad’, de la que nos hablaba el Papa en la homilía de Cuatro Vientos, y que tantas veces nos hace callar por falsa prudencia, cuando, en cambio, deberíamos hablar si de verdad queremos al otro y vemos que se equivoca.
El Papa Juan Pablo II aparentemente
amonestando al sacerdote Ernesto
Cardenal ( Nicaragua, marzo 1983) 
La corrección fraterna es un ejercicio necesario de la caridad que debe regir la vida de la comunidad de los creyentes, y a la vez algo muy difícil de llevar cabo. El Señor nos dice en el evangelio de hoy: “Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano”. ‘Salvar al hermano’, ¡qué importante es esto y cuánta responsabilidad tenemos! Cuando vemos a alguien que peca, que se equivoca, que está malogrando su vida, alguien que puede ser muy cercano a nosotros, quizás un hijo, un hermano carnal, una madre, un abuelo, un familiar, un miembro de nuestro grupo o de la comunidad, ¿qué solemos hacer? ¿Qué es lo que deberíamos hacer? Si lo amamos de verdad, si queremos su bien, tanto temporal como eterno, deberíamos intentar corregirlo para que cambie de conducta y se ‘salve’. Muchas veces las personas no se dan plenamente cuenta de lo que hacen y necesitan a otro que les abra los ojos. Pero la tentación muchas veces es de evitar complicarnos la vida, de ‘pasar’ del tema, de pensar que no es responsabilidad nuestra, de que lo debería hacer otro, de que seguro que va a reaccionar mal y vamos a perder su amistad, etc. Y es verdad que la corrección fraterna es difícil, tanto hacerla como recibirla, de que hay que escoger bien el momento y las palabras, que es muy probable una primera reacción violenta y de rechazo. Pero también es verdad que las experiencias que hemos tenido de ella, cuando se ha hecho bien, por amor y verdadero cariño, nos han ayudado mucho y al final se han agradecido y reconocido como un verdadero acto de amor. Como se suele decir: ‘Un amigo es aquel que tiene el valor de decirte lo que los demás no te dicen’, o también eso otro de: ‘un amigo nunca te dice lo que tú quieres escuchar, te dice la verdad y lo que es mejor para ti’.
La vida en común de los que creemos en Cristo, en los diversos grados en que se puede dar, es una necesidad, ya que es donde está el Señor presente y nos podemos encontrar realmente con Él. En esta comunidad rezamos, se nos transmite con autoridad las enseñanzas del Maestro, experimentamos el perdón de los hermanos y de Dios, y también crecemos juntos, corrigiéndonos cuando es necesario, ya que es una forma concreta de amor y solicitud entre los que caminamos juntos hacia la casa del Padre.

sábado, 3 de septiembre de 2011

La JMJ: fiesta del orgullo católico


vidanueva.es

La Jornada Mundial de la Juventud de Madrid (JMJ Madrid 2011) ha sido un gran éxito en todos los sentidos, un gran momento de gracia para toda la Iglesia, y esto a pesar de algunos fallos organizativos que también es de justicia reconocer para poder disculparse por ellos ante los que tanto esfuerzo e ilusión han puesto por estar presente en la Jornada. Desaciertos organizativos que van desde la falta de traducción a otras lenguas en los actos o a una traducción totalmente deficiente, a alojamientos de acogida no adecuados, con falta de aseos y duchas, a falta de agua, de pantallas, de amplificación de sonido en el aeródromo de Cuatro Vientos con mucha gente que no pudo llegar al lugar que tenían asignado o que no pudo entrar, hasta lo que fue más grave de todo, la no distribución de la comunión en la misa de clausura, para lo que no se dio una justificación razonable — más allá del respeto por el Santísimo Sacramento, del ‘viento huracanado’ que voló las tiendas, del ofrecer el sacrificio por el Papa y de realizar una ‘comunión espiritual’, que muchos jóvenes no sabían en qué consistía. Estos fallos son difíciles de justificar, ya que ni la complejidad del evento, ni el desbordamiento de las previsiones de asistencia, ni el que muchos se apuntaran a última hora, ni las inclemencias del tiempo — el calor y las tormentas no son fenómenos raros del agosto madrileño — son excusas adecuadas. Una peregrina me decía simpáticamente que en Cuatro Vientos experimentó en pocas horas lo que se narra en el libro del Génesis y del Éxodo: el desierto, las tiendas arrancadas por el viento, el diluvio, la torre de Babel, los truenos y relámpagos, pero sin poder llegar a la Tierra prometida porque al final no pudo comulgar. Puede que en esto la organización haya pecado algo de orgullo, no dejándose asesorar por los organizadores de Jornadas anteriores para aprender de su experiencia y errores. Es un orgullo que parece darse en la Iglesia con una cierta frecuencia en la organización este tipo de eventos que hace que muchos errores se sigan repitiendo una Jornada tras otra. Creo que lo correcto respecto a estos desaciertos es pedir perdón a los que los padecieron, más que callarlos.
Antonio María Rouco Varela
Cardenal - Arzobispo de Madrid
Sin embargo, como decía, a pesar de estos fallos, la JMJ Madrid 2011 ha sido un gran éxito. Un éxito para toda la Iglesia, pero un éxito también personal del cardenal-arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, que apostó fuertemente por ella venciendo las resistencias de muchos. Él ya había sido responsable de la de 1989 en Santiago de Compostela, y experimentó lo significativo que es este evento para una Iglesia particular y para el obispo que la acoge. Ahora, al cumplir los 75 años, momento en que los obispos presentan su carta de dimisión al Papa, y cumpliéndolos el 20 de agosto dentro de la misma Jornada y acompañado por el Santo Padre, ‘movió Roma con Santiago’ para poder celebrarla en Madrid. Su coraje, perseverancia y buen hacer han sido justamente premiados y muchos de los que dudaban de la oportunidad y utilidad de celebrar esta Jornada en Madrid han tenido que reconsiderar su postura a la luz de los hechos. Es destacable por ejemplo, como varios sacerdotes de Madrid que eran algo contrarios a este acontecimiento y no habían puesto mucho entusiasmo en los preparativos, ahora hablan maravillas de él y del testimonio que han recibido de los jóvenes.

Confesión en el parque del Retiro

Hay muchos factores que han contribuido a que la JMJ Madrid 2011 haya sido un éxito, factores que están presentes también en las otras Jornadas. El primero de todos, como expliqué en otro artículo citando a Dietrich Bonhoeffer, es esa gracia especial que se vive cuando los cristianos como tales se reúnen; cuando esto tiene lugar con autenticidad es siempre fuente de una alegría espiritual especial que supera con creces las alegrías que puede dar el mundo. El espíritu cristiano también ayuda a vivir sin quejarse y superándolas las muchas contrariedades y dificultades de estos eventos de masa: hacinamiento, largas colas, medios de transporte desbordados, interminables caminatas... El soportar todo esto templa el espíritu y la generosidad y refuerza la fraternidad. Lo momentos de oración intensa en medio del ajetreo también agrandan el corazón y lo hacen más capaz de ensimismarse en Dios y dar testimonio de la primacía del Señor sobre todo lo demás. Detrás de todo esto y gracias también a su intercesión, está el Beato Juan Pablo II que, como dijo Benedicto XVI en la rueda de prensa en el avión en vuelo hacia Madrid, “fue realmente una inspiración la que recibió (...) cuando creó esta realidad de un gran encuentro de los jóvenes del mundo con el Señor”.
Vista áerea del Aeródromo de Cuatro Vientos
Al leer los distintos artículos que se han publicado sobre la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Madrid, lo que sale a la luz son más los prejuicios y pre-comprensiones de los articulistas en cuestión que la realidad de la JMJ. El hecho de que cientos de miles de jóvenes, de distintas partes del mundo, con mucho sacrificio, aguantando un calor sofocante, y pagando de su bolsillo el viaje, se reúnan entre tantas calamidades sin quejarse y escuchen con atención y devoción a una persona mayor sin aparentemente mucho carisma y con un mensaje según muchos anticuado, es difícil de explicar con criterios mundanos. Para los que piensan que el hombre se mueve sólo por dinero, por el prestigio social, por el placer inmediato, explicar la conducta de estos jóvenes se vuelve casi imposible. Algunos apelan al deseo de tener vacaciones distintas conociendo a gente y durmiendo lejos de los padres, otros a motivos más inconscientes o sociales como la presión de grupo, y otros llegan incluso más lejos para decir que la religión ante el fracaso de la cultura actual, demasiado superficial y fragmentada, se vuelve un refugio necesario para la mayoría ante las grandes inquietudes de la vida (Vargas Llosa). Ninguna de estas explicaciones llega a convencer del todo.
Eucaristía de peregrinos italianos en un centro de acogida
De ahí el gran efecto de testimonio ante el mundo que tienen las Jornadas Mundiales de la Juventud. Son un signo que apunta hacia una dimensión trascedente, que al final es la única realmente capaz de explicar y dar sentido a este acontecimiento. Junto a esto, las Jornadas contradicen con la fuerza de la evidencia que dan dos millones de jóvenes ‘acampados’, el mensaje laicista que la Iglesia está en declive y que el catolicismo es cosa de viejos.
Esto explica también las fuertes reacciones en contra que se han dado en ciertos sectores de la sociedad, en algunos casos bastante violentas. Como dijo el Papa Benedicto XVI en la Misa con los seminaristas, “puede que os menosprecien, como se suele hacer con quienes evocan metas más altas o desenmascaran los ídolos ante los que hoy muchos se postran. Será entonces cuando una vida hondamente enraizada en Cristo se muestre realmente como una novedad y atraiga con fuerza a quienes de veras buscan a Dios, la verdad y la justicia”. Y, diciéndolo todo, ante estos ataques groseros de unas minorías, las autoridades civiles no hicieron lo necesario y oportuno para atajarlos. Esto ha llevado a que muchos españoles — no sólo creyentes, sino también laicos ‘sanos’ — se avergonzaran de la imagen que algunos estaban dando de España a los jóvenes venidos de otras partes del mundo. Y aunque estos ataques e insultos eran obra de pocos energúmenos ignorantes e intolerantes, la historia enseña que no hay que minimizarlos.
Vigilia de Oración - Aeródromo de Cuatro Vientos
Desde dentro, los católicos que hemos participado en esta Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, hemos tenido experiencias distintas, según la perspectiva desde la que las hemos vivido, aunque creo que todas ellas muy enriquecedoras. Diferente, de hecho, ha sido la experiencia de los organizadores, de los obispos, de los voluntarios y de los peregrinos. Distinta también ha sido la experiencia que hemos hecho los que nos hemos encargado de acoger a los peregrinos que venían. Así la he vivido yo, como párroco de una parroquia que ha acogido en su territorio cerca de 3000 jóvenes. 250 de ellos los había invitado yo personalmente; venían de un parroquia romana donde estuve de vicario parroquial y de la diócesis de Cagliari a cuyo frente está un obispo amigo, ex-rector del Seminario de Roma. Fueron alojados en un colegio privado que generosamente había cedido sus espacios. Los otros los colocó la organización en colegios públicos del territorio parroquial, en situaciones muchas veces no aptas, con instalaciones deficientes y con pocos voluntarios parroquiales para atender sus necesidades y que estaban desbordados. Los primeros en comparación con éstos sentían que estaban en un hotel de cinco estrellas. Esto me llevó a tener que hacer el trabajo de Marta y no el de María, debiendo ocuparme de la intendencia y no pudiendo asistir a la mayoría de los actos. Sí fui a una catequesis de los obispos de Milán y a la Vigilia y Eucaristía de Cuatro Vientos, quedándome a dormir allí la por la noche. Haciendo de Marta, experimenté lo que Benedicto XVI dijo con mucho acierto en su encuentro con los voluntarios: “Muchos de vosotros habéis debido renunciar a participar de un modo directo en los actos, al tener que ocuparos de otras tareas de la organización. Sin embargo, esa renuncia ha sido un modo hermoso y evangélico de participar en la Jornada: el de la entrega a los demás de la que habla Jesús. En cierto sentido, habéis hecho realidad las palabras del Señor: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35)”. De este modo, aún con todas estas complicaciones y los inevitables momentos de tensión, estas Jornadas han sido una experiencia inolvidable. Para mí, personalmente, y para otros con los que lo he comentado, ha sido una inyección de orgullo católico que necesitábamos. ¡Gracias, otra vez, al cardenal – arzobispo de Madrid por haber hecho posible la celebración de esta Jornada en nuestra ciudad, prestando así un importante servicio a su diócesis y a toda la Iglesia española! Necesitábamos todos recuperar el orgullo de ser católicos.
Celebración de la Misa de Clausura de la JMJ Madrid 2011
Aeródromo de Cuatro Vientos
El mensaje que trajo el Papa, sucesor de Pedro, no ha sido innovador —ya que esto no es lo que se espera en una JMJ —, sino un reiterar con fuerza pocas verdades fundamentales frente al relativismo de la cultura dominante, que se vuelve pragmatismo en la enseñanza universitaria. Esta es la gran cruzada que lleva a cabo el Papa actual desde el comienzo de su pontificado. Así, Benedicto XVI repitió una y otra vez que no hay que renunciar a la búsqueda de la verdad y resignarse al pragmatismo, que la verdad no es una ideología o una serie de ideas sino una Persona, Cristo, que se acoge en la fe y a la que uno se puede abrir solo en la libertad, un Cristo que no se puede separar de la Iglesia por Él fundada. Este mensaje con distintos matices lo repitió en los discursos que se fueron pronunciando a lo largo de estos intensos días: a los jóvenes en Cibeles, a las religiosas, a los profesores universitarios, a los seminaristas, etc. Cabe destacar el discurso centrado en el misterio del sufrimiento en la ‘Fundación Instituto San José’.
Juan Pablo II sobrevalorando en helicóptero Tor Vergata
en la JMJ del año 2000 en Roma
            Juan Pablo II, en la Vigilia de oración con los Jóvenes en Tor Vergata, en la Jornada Mundial de la Juventud del Jubileo del año 2000, al terminar la celebración, se despidió improvisando unas palabras que nos han quedado en el corazón de todos los que estuvimos presentes y que curiosamente no se encuentran en las traducciones oficiales de este acto. Dijo en italiano: “C’è un proverbio polacco che dice: ‘Kto z kim przestaje, takim si? Staje’. Vuol dire: se vivi con i giovani, dovrai diventare anche tu giovane. Così ritorno ringiovanito. E saluto ancora una volta tutti voi, specialmente quelli che sono più indietro, in ombra, e non vedono niente. Ma se non hanno potuto vedere, certamente hanno potuto sentire questo ‘chiasso’. Questo ‘chiasso’ ha colpito Roma e Roma non lo dimenticherà mai!”. Traduciéndolas: “Hay un refrán polaco que reza... que significa que si vives con los jóvenes, tendrás que volverte tú también joven. Así vuelvo rejuvenecido. Os saludo de nuevo, de modo especial los que están más atrás, en la sombre y no ven nada. Pero si no han podido ver, sí han podido oír este ‘barullo’. Este ‘barullo’ ha conmovido Roma y Roma no lo olvidará jamás”. Lo mismo podemos decir de Madrid. Nuestra ciudad no olvidará fácilmente esta Jornada Mundial de la Juventud.

Enlace a la sección sobre la JMJ Madrid 2011 de la página Web oficial del Vaticano 

(Este post sale publicado con algunas modificaciones y mejoras en mi libro Si conocieras el don de Dios y por tanto está sujeto al copyright que establece la editorial)