Cordialidad, seriedad de la fe, razón y ecología humana, ‘desmundanización’ de la Iglesia y colaboración de todos los creyentes por el bien de la humanidad, claves del Viaje Apostólico del Santo Padre a Alemania (22-25 de septiembre 2011)
Puerta de Brandeburgo |
Desde distintos ámbitos se habían puesto muchas expectativas en el Viaje Apostólico de Benedicto XVI a Alemania: Por un lado, volvía a su tierra natal como Papa, pero esta vez en un viaje de Estado y visitando la capital federal, Berlín, con su innegable importancia política y cultural para Europa y su futuro. Por otro lado, llega a su país en un momento muy difícil para la Iglesia alemana, afectada por el escándalo de los abusos a menores por parte del clero y con un número elevado y creciente de abandonos en los últimos años, y donde el laicado se ha mostrado varias veces crítico con las indicaciones que venían de Roma. Alemania es también el país donde empezó la Reforma luterana y el ecumenismo ha sido un asunto prioritario de este pontificado desde sus comienzos, desde la homilía de la Misa del 24 de abril de 2005 con la que inauguraba su ministerio petrino. En Alemania también surgió el nazismo y su plan sistemático de exterminio de los judíos. La sociedad alemana actual también es cada vez más plural, con una importante presencia musulmana y ortodoxa. Junto a esto, los que provienen de la antigua República Democrática han sido educados en un ateísmo radical que intentaba eliminar cualquier referencia a Dios y a la religión no sólo en el ámbito público, sino también en el privado. Siendo también un país occidental moderno, las tendencias filosóficas relativistas y positivistas han hecho mella en el tejido cultural llevando a una actitud pragmática y agnóstica en lo que se refiere a la búsqueda de la verdad. Todo esto llevaba a poner muchas expectativas en este viaje, llegando a pensar que sería el más importante del pontificado. La organización del viaje también alentaba esta idea, al estar previstos contactos con políticos, judíos, musulmanes, ortodoxos, jóvenes, seminaristas, etc., en lugares también muy emblemáticos.
Logo de la Visita Apostólica |
Creo que a pesar de que algunos hayan hablado de decepción, sobre todo en lo que se refiere al ecumenismo, en su globalidad estas expectativas no han sido defraudadas. Benedicto XVI ha pronunciado a lo largo de cuatro intensos días dieciocho importantes discursos, incluyendo homilías y saludos, y una rueda de prensa en el avión de ida, yendo en todos ellos a la raíz verdadera de las cuestiones, más allá de posibles gestos superficiales que quizás algunos esperaban, como el famoso ‘regalo ecuménico’ que mencionó el Papa en Erfurt. Quiero resumir aquí brevemente por apartados las ideas que considero más importantes propuestas por el Papa en estas intervenciones, tanto por su indudable interés y también porque señalan un claro camino para la Iglesia y la sociedad:
· Iglesia: Pertenecer a la Iglesia no es análogo a formar parte de una asociación o un grupo social, sino es algo que nos afecta en lo más profundo de nuestro ser. Significa estar en la red de Cristo, donde hay peces buenos y malos, y permanecer unidos a Él, como el sarmiento a la vid, participando de su misma vida. Profesión de fe e Iglesia no son separables ya que recibimos la fe mediante la escucha, como dice san Pablo. “Y la escucha es un proceso de estar juntos de manera física y espiritual. Únicamente puedo creer en la comunión de los fieles de todos los tiempos que han encontrado a Cristo y que han sido encontrados por Él. El poder creer se lo debo ante todo a Dios que se dirige a mí y, por decirlo así, ‘enciende’ mi fe. Pero muy concretamente, debo mi fe a los que me son cercanos y han creído antes que yo y creen conmigo. Este gran ‘con’, sin el cual no es posible una fe personal, es la Iglesia”. “Cuando decimos: ‘Nosotros somos Iglesia’, sí, claro, es cierto, somos nosotros, no uno cualquiera. Pero el ‘nosotros’ es más amplio que el grupo que lo está diciendo. El ‘nosotros’ es la comunidad entera de los fieles, de hoy, de todos los lugares y todos los tiempos. Y digo siempre además que en la comunidad de los fieles, sí existe, por decirlo así, el juicio de la mayoría de hecho, pero nunca puede haber una mayoría contra los Apóstoles y contra los Santos: eso sería una falsa mayoría. Nosotros somos Iglesia: ¡Seámoslo! Seámoslo precisamente en el abrirnos, en el ir más allá de nosotros mismos y en serlo junto a los otros”. Y la renovación de la Iglesia pasa primero por la renovación de la misma fe: “La verdadera crisis de la Iglesia en el mundo occidental es una crisis de fe. Si no llegamos a una verdadera renovación en la fe, toda reforma estructural será ineficaz”. “En la historia, algunos finos observadores han señalado frecuentemente que el daño a la Iglesia no lo provocan sus adversarios, sino los cristianos mediocres”. Por eso el Papa puede afirmar: “los agnósticos que no encuentran paz por la cuestión de Dios; los que sufren a causa de sus pecados y tienen deseo de un corazón puro, están más cerca del Reino de Dios que los fieles rutinarios, que ven ya solamente en la Iglesia el sistema, sin que su corazón quede tocado por esto: por la fe”. Sin embargo, la Iglesia también tiene que renovarse, desligándose del mundo, ‘desmundanizándose’: “Para cumplir su misión, deberá continuamente también tomar distancias respecto a su entorno, deberá, por decirlo así, desligarse del mundo. En efecto, las secularizaciones –sea que consistan en expropiaciones de bienes de la Iglesia o en supresión de privilegios o cosas similares– han significado siempre una profunda liberación de la Iglesia de formas mundanas: se despoja, por decirlo así, de su riqueza terrena y vuelve a abrazar plenamente su pobreza terrena.... Los ejemplos históricos muestran que el testimonio misionero de la Iglesia desprendida del mundo resulta más claro”. En nuestras sociedades occidentales cada vez más plurales, el Papa llega a imaginar cómo será la Iglesia del futuro y cómo ejercerá su misión: “Surgirán pequeñas comunidades de creyentes, y ya existen, que con el propio entusiasmo difundan rayos de luz en la sociedad pluralista, suscitando en otros la inquietud de buscar la luz que da la vida en abundancia”.
El Papa en el Bundestag |
· Derecho-Sociedad: En contra del reductivismo del positivismo y pragmatismo modernos, en los que se desprecia la búsqueda de la verdad objetiva, la libertad necesita hacer referencia a una instancia superior. En el fondo de esta cuestión está la distinción entre voluntad y naturaleza, entre libertad y verdad. Y detrás de esto está la filosofía de Nietzsche y su idea de la ‘voluntad de poder’ con la conjetura de que el ‘superhombre’ decide la verdad, la crea. Esta mentalidad está en la raíz de la ideología nazista y sus aberraciones como la decisión que se tomó en el mismo Bundestag de exterminar a los judíos. Para el Papa, en cambio, el derecho tiene sus fuentes no sólo en la voluntad de la mayoría, sino también en la razón y la naturaleza. Esto lleva a reconocer, más allá de criterio de la mayoría, unos derechos inalienables de la persona humana, que son vinculantes para todas las culturas y religiones y que son los pilares de las constituciones de muchos países, y que sirven para garantizar la convivencia civil; estos derechos deben ser respetadas por todos. En este sentido se habla de ‘ecología del hombre’, como respeto del hombre hacia su propia naturaleza y sus leyes de las que no puede disponer a su antojo.
· Islam: Junto con el Islam y frente al laicismo, la Iglesia se esfuerza para que se otorgue el justo reconocimiento a la dimensión pública de la religión y no se reduzca su ejercicio sólo a la esfera privada. Con los musulmanes debemos crecer en el respeto y conocimiento mutuo y trabajar juntos por el bien de la humanidad en la tutela de valores que compartimos, como la familia fundada sobre el matrimonio, el respeto de la vida en cada fase de su desarrollo natural y en la promoción de una justicia social más amplia. Por otro lado, es correcto exigir a los musulmanes la observancia de las constituciones y leyes fundamentales que se han dado los países para garantizar una convivencia armoniosa y pacífica cuando éstas son justas y tienen su fundamento en la razón y en la naturaleza del hombre.
· Judaísmo: Con el judaísmo debemos reconocer una herencia común y una parentela espiritual — una “afinidad espiritual” en palabras del Papa—, y fomentar el diálogo, ya que no hay “fractura en el evento salvífico”, sino que la revelación que nos trae Jesús, sin negar su novedad, se sitúa dentro del ámbito judío. “La Iglesia se siente muy cercana al pueblo judío. Con la Declaración Nostra aetate del Concilio Vaticano II, se comenzó a ‘recorrer un camino irrevocable de diálogo, de fraternidad y de amistad’ (cf. Discurso en la Sinagoga de Roma, 17 enero 2010)”. Contra algunos miedos que se han manifestado en el ámbito judío en referencia al acercamiento de la Iglesia con los lefebvrianos y a una posible re-interpretación de algunas afirmaciones del Concilio Vaticano II, el Papa en Alemania ha vuelto a reiterar que los avances en el diálogo con el judaísmo son irreversibles. Citando la segunda parte de su libro Jesús de Nazaret, Benedicto XVI también afirma que para comprender rectamente la voluntad y la Palabra de Dios debemos esforzarnos para que entren en diálogo las dos formas de leer los escritos bíblicos, la judía y la cristiana.
· Ortodoxia: Las Iglesias ortodoxas, al haber conservado la misma estructura de la Iglesia antigua, son verdaderas Iglesias particulares aunque no estén en comunión con el obispo de Roma; son las más cercanas a nosotros y con las que podemos tener fundadas esperanzas de poder en un futuro no muy lejano celebrar juntos la Eucaristía. La mayor dificultad para la plena unión la constituye la cuestión del primado y Benedicto XVI ha comentado en Alemania que para solventarla puede ser útil la distinción entre su naturaleza y la forma de ejercicio propuesta por Juan Pablo II en la encíclica Ut unum sint. También con los ortodoxos podemos trabajar juntos para que se promueva y se defienda la vida humana y la familia fundada en el matrimonio de un hombre y una mujer.
Monasterio de San Agustín (Erfurt) |
· Protestantismo. “Lo más necesario para el ecumenismo es sobre todo que, presionados por la secularización, no perdamos casi inadvertidamente las grandes cosas que tenemos en común, aquellas que de por sí nos hacen cristianos y que tenemos como don y tarea. Fue un error de la edad confesional haber visto mayormente aquello que nos separa, y no haber percibido en modo esencial lo que tenemos en común en las grandes pautas de la Sagrada Escritura y en las profesiones de fe del cristianismo antiguo. Éste ha sido para mí el gran progreso ecuménico de los últimos decenios: nos dimos cuenta de esta comunión y, en el orar y cantar juntos, en la tarea común por el ethos cristiano ante el mundo, en el testimonio común del Dios de Jesucristo en este mundo, reconocemos esta comunión como nuestro común fundamento imperecedero”. Un fundamento común que hoy tenemos que volver a recuperar y purificar ante el fenómeno de las sectas y el secularismo, sin adulterarlo. “La unidad fundamental consiste en el hecho que creemos en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Que lo profesamos como Dios Trinitario: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La unidad suprema no es la soledad monádita, sino unidad a través del amor. Creemos en Dios, en el Dios concreto. Creemos que Dios nos ha hablado y se ha hecho uno de nosotros. La tarea común que actualmente tenemos, es dar testimonio de este Dios vivo”. Por tanto, el primer servicio ecuménico que debemos prestar es profesar la fe en el Dios vivo. “Pero la fe de los cristianos no se basa en una ponderación de nuestras ventajas y desventajas. Una fe autoconstruida no tiene valor. La fe no es una cosa que nosotros excogitamos y concordamos. Es el fundamento sobre el cual vivimos. La unidad no crece mediante la ponderación de ventajas y desventajas, sino profundizando cada vez más en la fe mediante el pensamiento y la vida”. En el libro-entrevista Luz del Mundo, Benedicto XVI afirma: “Realmente hay que constatar que el protestantismo ha dado pasos que más bien los alejan de nosotros con la ordenación de mujeres, la aceptación de uniones homosexuales y cosas semejantes. Hay también otras posturas éticas, otras conformidades con el espíritu de la actualidad que dificultan el diálogo (Herder, 2010, p. 107). En estas palabras del Papa está la clave para interpretar lo que ha dicho a los protestantes en Alemania. Las afirmaciones del Pontífice son una invitación a tener presente ‘la seriedad de la fe’, — como nos muestra Lutero con su lacerante pregunta „Wie kriege ich einen gnädigen Gott?“; “¿Cómo puedo tener un Dios misericordioso?”—; a reconocer que no se puede jugar ni negociar con ella, ni adulterarla cediendo al secularismo y al espíritu de la modernidad; que si se hace esto introduciendo unilateralmente cambios en lo fundamental se dificulta el diálogo y no se presta el servicio que estamos llamadas a ofrecer al mundo: “¿Acaso es necesario ceder a la presión de la secularización, llegar a ser modernos adulterando la fe? Naturalmente, la fe tiene que ser nuevamente pensada y, sobre todo, vivida, hoy de modo nuevo, para que se convierta en algo que pertenece al presente. Ahora bien, a ello no ayuda su adulteración, sino vivirla íntegramente en nuestro hoy. Esto es una tarea ecuménica central. En el cual debemos ayudarnos mutuamente, a creer cada vez más viva y profundamente. No serán las tácticas las que nos salven, las que salven el cristianismo, sino una fe pensada y vivida de un modo nuevo, mediante la cual Cristo, y con Él, el Dios viviente, entre en nuestro mundo”.
· Europa. “La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma; del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico de Roma. Este triple encuentro configura la íntima identidad de Europa. Con la certeza de la responsabilidad del hombre ante Dios y reconociendo la dignidad inviolable del hombre, de cada hombre, este encuentro ha fijado los criterios del derecho; defenderlos es nuestro deber en este momento histórico”.
Leyendo y meditando estos discursos de Benedicto XVI sin dejarnos condicionar demasiado por prejuicios y pre-comprensiones, creo que se constata claramente que el Papa ha querido ir a la raíz verdadera de los asuntos tratados y que son de tanta actualidad en Europa y Alemania, y que tanto nos preocupan: sociedad civil, pluralismo, derecho común, Europa, Iglesia, ecumenismo, diálogo interreligioso, etc. Y esta raíz es religiosa, cultural y filosófica, antes que política y social. Por eso no es de extrañar que algunos hayan comentado que el discurso del Papa en el Bundestag fue filosófico y no político, y yo diría con razón. Otros han intentado encajar las palabras del Benedicto XVI en la dialéctica conservador-progresista, izquierda-derecha. Pero ya sabemos que este Papa no se deja encasillar en este tipo de esquemas simplistas que no hacen justicia a la complejidad de su pensamiento y que al final llevan a no comprender sus palabras y el alcance de lo que dice y hace. Otros se han sentido decepcionados por la falta de un ‘regalo ecuménico’ entre los muchos que están en la agenda de las relaciones interconfesionales (matrimonios mixtos, participación en actos litúrgicos comunes, etc.). Sin embargo, la llamada de Benedicto XVI a la ‘seriedad de la fe’, a tomarse en serio la fa como hacía Lutero, pone claramente el dedo en la llaga de un ecumenismo superficial e indica la secularización y el ceder al ‘espíritu de la modernidad’ como la gran amenaza para las Iglesias y las comunidades eclesiales.
En definitiva, este Viaje Apostólico del Papa a Alemania ha sido un regalo no sólo para los alemanes, sino también para los demás europeos, para los cristianos, los creyentes y los hombres de buena voluntad, y una gran aportación para nuestro pensar y actuar común.
Enlace a la sección de la Página Web oficial del Vaticano sobre la Visita
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