Homilía 19 de febrero 2012
VII Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo B)
Curación del paralítco P. Rupnik - Centro Aletti Basílica del Rosario (Lourdes) |
Cuando se visita el santuario de Lourdes, construido en el entorno de la gruta de Massabielle, donde en 1858 la Virgen se apareció dieciocho veces a santa Bernadita que entonces tenía catorce años, diciendo que era la Inmaculada Concepción, una de las cosas que más sorprende es la presencia de enfermos. Llegan de muchos países, traídos por familiares y amigos, o por asociaciones caritativas que se dedican a ello. Se les ve en los actos de culto en lugares destacados con sus camillas características, rezando el rosario, participando en las procesiones, bañándose en las aguas que manan de la gruta... Vienen con fe y traídos por gente de fe a un lugar de curación espiritual y con frecuencia también física.
En la fachada de la Basílica del Rosario construida encima de la gruta y debajo de la Basílica superior, hay unos mosaicos realizados por el P. Marko Ivan Rupnik y sus colaboradores, inaugurados el ocho de diciembre de 2007, en el 150 aniversario de las apariciones, y dedicados a Juan Pablo II. No es casual esta dedicación ya que fue este Papa el que en el año 2002 introdujo los misterios de Luz en el rezo de rosario que son los que están representados en estos bellísimos mosaicos de la fachada. Los misterios de Luz se suelen rezar los jueves, y el tercero de ellos se refiere al anuncio del reino de Dios. Este misterio está representado por dos mosaicos de la fachada: uno hace referencia al poder que otorga Jesús resucitado a los apóstoles de perdonar los pecados y el otro se refiere al texto evangélico que acabamos de proclamar. El anuncio del reino de Dios y la llamada a la conversión están estrechamente ligados al perdón de los pecados.
En el mosaico que se refiere al relato evangélico de hoy, destacan los hombres que con fe descuelgan la camilla con el paralítico para ponerla delante de Jesús. Sin duda, muchos de los que llevan sus enfermos a Lourdes se pueden identificar con esos hombres. Los llevan con fe ante quien saben que puede verdaderamente curar y curar del todo, no sólo de los males físicos, sino también de los del alma, que son más importantes pero menos manifiestos. Jesús antes de hacer el milagro se fija en la fe de estos hombres.
Fachada de la Basilica del Rosario (Lourdes) Los mosaicos representan los Misterios de Luz del Rosario |
Al ver Jesús al paralítico y constatar la fe de los que lo descolgaron desde el techo, declara que sus pecados quedan perdonados. El pecado es una ofensa a Dios y sólo Él, el ofendido, puede perdonar. De ahí la justa reacción de los escribas: si Jesús fuera sólo un hombre sería un blasfemo. El Señor hace el milagro de curar al paralítico para mostrar su potestad de perdonar, la verdad de su pretensión. Cura de un mal físico, para mostrar que con Él llega la curación de todos los males que afligen al hombre, también de los males profundos y menos aparentes, pero más graves. De hecho, hay muchos males que nos afligen, algunos manifiestos, como la enfermedad, la crisis económica, etc., y otros que no se ven pero causan más estragos. Entre estos males más profundos está el pecado, la ruptura con Dios, que es el origen de todos los demás.
Cuando nos hacemos conscientes de ello, lo que más deseamos, lo que de verdad sabemos nos daría paz, lo que nos sanaría del todo, es que nos sean perdonados nuestros pecados, que volvamos a estar en una relación de amistad y comunión con Dios. Si somos sinceros, esas palabras de queja de Dios de la primera lectura se pueden aplicar a cada uno de nosotros: “me avasallabas con tus pecados y me cansabas con tus culpas”. Pero nosotros sabemos que somos incapaces de obtener el perdón de los pecados por nosotros mismos, tampoco a través de todas las buenas acciones y penitencias que hagamos. Es Dios el único que nos puede perdonar si quiere. Y Él se anticipa a nosotros y nos ofrece el perdón como hizo con el paralítico sin que se lo pidiera: “Yo, yo era quien por mi cuenta borraba tus crímenes y no me acordaba de tus pecados”. Esto es la esencia del anuncio del reino de Dios: el perdón gratuito de los pecados que se nos otorga en Cristo. Jesús nos trae este perdón y Él puede perdonar porque es el Hijo único de Dios. En Él, como dice san Pablo en la segunda lectura, todas las promesas de Dios “han recibido un ‘sí’”. Lo que debemos hacer nosotros es creer este anuncio, esta buena noticia, y confiar en la misericordia de Dios que nos perdona sin mérito por nuestra parte.
Jesús resucitado trasmite el poder de perdonar los pecados P. Rupnik - Centro Aletti Basílica del Rosario (Lourdes) |
Pero también tenemos que decir como católicos que Jesús transmite este poder a su Iglesia, como muy bien se señala en el otro mosaico de la fachada de la Basílica del Rosario de Lourdes que se refiere a este mismo misterio de Luz de la predicación del reino y hace alusión a la institución del sacramento de la penitencia. El poder de perdonar la Iglesia lo ejerce en un modo muy concreto en este sacramento. Estamos a punto de empezar la Cuaresma que es un tiempo oportuno para hacer uso de este sacramento y experimentar su poder sanador.
En el pasaje evangélico se nos dice que las personas que asistieron al acontecimiento “se quedaron atónitos y daban gloria Dios diciendo: ‘nunca hemos visto cosa igual’”. El milagro que hace Jesús, pero también el perdón de los pecados que proclama, deja atónitos, asombrados, es algo totalmente nuevo. Como se dice también en la primera lectura: “No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”. Esta es la gran novedad que trae Jesús, la novedad del evangelio que renueva todas las cosas: el perdón de los pecados.
Vamos a pedirle al Señor hoy dos cosas a través de la intercesión de María, nuestra Señora de Lourdes y salud de los enfermos. Que tengamos la fe que tuvieron esos amigos del paralítico para llevar a nuestros enfermos de cuerpo y alma a Jesús para que los cure. Esto a veces requiere superar obstáculos, como hicieron aquellos hombres que desplazaron las tejas para descolgar la camilla. Pero pidamos también al Señor que nos de la alegría de sabernos perdonados y que hagamos uso de este poder asombroso que ha dado a su Iglesia.
(Este post sale publicado con algunas modificaciones y mejoras en mi libro Si conocieras el don de Dios y por tanto está sujeto al copyright que establece la editorial)
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