Homilía 1 de abril 2012
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor (ciclo B)
La flagelación de Cristo (Caravaggio, 1607) Museo de Capodimonte (Nápoles) |
El Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, que así es su nombre completo que indica las dos partes de la celebración de hoy, la conmemoración de la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén y la proclamación de su pasión, es el único domingo del año en que se lee íntegramente la narración de la pasión de Jesús según uno de los evangelios; este año según el evangelio de san Marcos. Los que vengamos el viernes santo a los oficios escucharemos la narración de la pasión según el evangelio de san Juan que se reserva para esa día, pero hoy es el relato de un evangelio sinóptico el que la Iglesia nos regala.
Es oportuno que con una cierta frecuencia leamos todo un evangelio seguido, como también todo el relato de la pasión, para tener presente el conjunto y no perdernos en los detalles. Como se suele decir ‘los árboles pueden no dejarnos ver el bosque’. Así nos damos más fácilmente cuenta que el punto álgido del relato del evangelista Marcos es la profesión de fe que hace el centurión al ver morir a Jesús: “Verdaderamente este hombre era hijo de Dios”. Estas palabras recuerdan la primera frase de este evangelio. “Comienzo del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios (1,1), formando lo que los exegetas llaman una inclusión. Pero también es verdad que cada uno de nosotros al escuchar este relato puede fijarse en un episodio u otro. Puede haber uno que nos llame más la atención o que esté más relacionado con lo que estamos viviendo en este momento.
A mí personalmente hoy me llaman la atención tres episodios del relato de la pasión que acabamos de escuchar. El primero es el de la unción de Betania. Una mujer anónima para Marcos, pero que según el evangelio de Juan es la hermana de Lázaro y Marta, derrama sobre la cabeza de Jesús un perfume carísimo — su valor es más de 300 denarios, siendo un denario lo que ganaba un jornalero por un día de trabajo —. La mujer, a diferencia de los comensales y de Judas, reconoce, llevada por su amor, a Jesús como Mesías, el Ungido, y lo que significa su presencia terrenal entre nosotros, que a diferencia de los pobres no es para siempre. Jesús dice que lo que ha hecho esta mujer formará parte del Evangelio en cualquier sitio que se proclame.
Foto en negativo de la Sábana Santa en la que se pueden ver las marcas de la flagelación |
El segundo episodio que me llama la atención es el de la flagelación. A lo largo de la cuaresma hemos tenido en nuestra parroquia un ciclo de conferencias sobre la Sábana Santa. Cuando contemplamos y estudiamos este lienzo vemos que el Hombre de la Síndone fue duramente flagelado, con látigos de cuero en cuyos extremos había trocitos de huesos y metal que arrancaban la piel. Era un suplicio terrible y dolorosísimo que se llevaba a cabo después de haber atado la persona a una columna. Sin embargo, el relato de la pasión apenas hace una pequeña mención de este hecho; simplemente nos dice que “Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran” (15, 15). Tenemos una cierta tendencia a olvidarnos de la dureza de la pasión y crucifixión, a suavizarla, mientras que fue algo terriblemente cruel y doloroso.
Pero el episodio que hoy me llama más la atención es el de las negaciones de Pedro. Según la tradición, Marcos, autor de este evangelio, fue secretario de Pedro, y su relato, que según los estudiosos fue el primero que se escribió, podría basarse en recuerdos personales que el apóstol Pedro le transmitió. Recuerdos personales de algo que en principio debía de ser muy doloroso y embarazoso: haber negado al Maestro después de haber dicho y repetido que no lo haría nunca. El que se narrara algo tan vergonzoso en la primera comunidad y que Pedro mismo lo haya hecho es muy significativo. Normalmente escondemos nuestros pecados, tenemos vergüenza de ellos, nos aterra que se vengan a conocer y se hagan públicos. Aquí pasa todo lo contrario. El más terrible de los pecados, el haber negado al Señor en un momento tan crítico, después de haber asegurado que no lo haría pasara lo que pasara, este terrible pecado se anuncia ‘a bombo y platillo’ y se cuenta en los cuatro evangelios. Esto se puede entender sólo si la comunidad apostólica percibió que era necesario contarlo, que era una parte esencial de la buena noticia de Jesús, que callarlo hubiese suprimido una parte fundamental del relato de la pasión. Y así es. Las negaciones de Pedro, tanto a él como a nosotros, enseña dos verdades fundamentales de nuestra fe. La primera es que para ser apóstol, y mucho más para ser la piedra-fundamento de la Iglesia, uno no debe contar con sus propias fuerzas sino con la ayuda del Señor. La segunda es que el perdón de los pecados es parte esencial del anuncio del evangelio. Pedro y la Iglesia apostólica no tenían ningún reparo en contar este hecho porque en él se muestra la misericordia de Dios y el verdadero significado de la pasión. Cuando Jesús mira a Pedro después de las negaciones, Pedro rompe a llorar. Esa mirada le lleva a darse cuenta de la gravedad de su pecado, pero también de la grandeza del perdón que el Señor le ofrece. Esta es la esencia misma del evangelio, del anuncio del perdón de los pecados gracias a la pasión del Señor.
La negación de San Pedro (Caravaggio, 1610) Museo Metropolitano de Arte de Nueva York |
Diferente actitud es la que tiene Judas. Él comete un pecado parecido en gravedad al de Pedro. Judas vende a Jesús, mientras que Pedro niega conocerlo. Dos pecados que con cierta frecuencia cometemos también nosotros. Así es cuando estamos con personas no creyentes que critican nuestra fe y nos callamos, no damos la cara, no nos manifestamos por lo que somos, por miedo o vergüenza. Otras veces preferimos no pagar el precio que ser cristianos coherentes implica, quizás por una mejor posición social, por dinero, etc. En el viaje parroquial que hicimos a Turquía hace unos días, la excelente guía que teníamos, una turca convertida al catolicismo y bautizada siendo mayor, nos mostró su carnet de identidad. En él era obligatorio que apareciera la religión de la persona y ya sabemos que esto puede acarrear en algunos países muchas dificultades. Sin embargo, ella y los demás cristianos de estos países se manifiestan por lo que son, pagando el precio que ello conlleva. Son un ejemplo para nosotros que hacemos con frecuencia justo lo contrario. Es de hace pocos días la noticia que un conocido club de futbol de nuestro país ha quitado la cruz de su escudo para poder hacer negocios en un país de mayoría musulmana sin herir su sensibilidad. ¡Qué fácil es vender a Jesús!.De todos modos, lo importante es la forma como reaccionamos cuando nos damos cuenta de haber pecado. Pedro y Judas, reaccionan de modo opuesto. Uno rompe a llorar en una verdadero arrepentimiento acogiendo el perdón inmerecido que se le ofrece, otro se cierra en su orgullo y desesperanza, desconfía del perdón, y va y se ahorca.
(Este post sale publicado con algunas modificaciones y mejoras en mi libro Si conocieras el don de Dios y por tanto está sujeto al copyright que establece la editorial)
(Este post sale publicado con algunas modificaciones y mejoras en mi libro Si conocieras el don de Dios y por tanto está sujeto al copyright que establece la editorial)
Me he encontrado por casualidad (¿o por destino?) con un texto de Paulo Coelho en su libro Maktub que ofrece una visión de las negaciones de Pedro algo distinta y complementaria:
ResponderEliminar"En la Última Cena Jesús acusó, con la misma
gravedad y con la misma frase, a dos de sus
apóstoles. Ambos habían cometido los pecados
previstos por Jesús.
Judas Iscariote se dio cuenta y se condenó.
Pedro también se dio cuenta, después de negar
tres veces todo aquello en lo que creía.
Pero, en el momento decisivo, Pedro entendió el
verdadero significado del mensaje de Jesús. Pidió
perdón, y siguió adelante, aunque humillado.
Él también podía haber escogido el suicidio. En
vez de eso, se encaró con otros Apóstoles, y
debió de decir algo así:
«Vale, hablad de mi error mientras dure la raza
humana. Pero dejadme corregirlo.»
Pedro comprendió que el Amor perdona. Judas
no entendió nada."
Buena explicación sobre el tema del Ecumenísmo del Papa Francisco y con él, el de toda la Iglesia Católica.
ResponderEliminarLa unidad buscada es condición necesaria para vivir el Primer Mandamiento de la Ley de Dios: el amor a Dios y al prójimo como a nosotros mismos.
Gracias por invitarnos a rezar por la unidad de los cristianos,
por aspirar a la recreación de la Iglesia primitiva: Una, Santa, Católica y Apostólica, pues existen 3500 sectas registradas, según el Padre Misionero Amatule...Por la paz en Medio Oriente y el diálogo inter-religioso.
Muchos saludos, Padre Manuel, así como al Padre Ernesto y al andalúz, a las Sras.Josefina -del Opus Dei-,a Isabel Sanpere,a Carmen y su esposo, así como a la Psicóloga que dió la Catequesis de Santa Teresita de Lisieux en Semana Santa, no recuerdo ahora su nombre, y a todos ustedes.
Que Dios los bendiga, les mandamos muchos recuerdos Paloma mi hija y yo, María del `Pilar Gpe. Gómez.