Homilía 13 de mayo 2012
Sexto domingo de Pascua
Nuestra Señora de Fátima – Pascua del Enfermo
"Dios es amor" Fuente de la imagen: cartasdapalavra.blogspot.com.es |
Hay ocasiones
en que se tiene la clara sensación de que comentar la Palabra de Dios está de
más, sobra, que ella se basta a sí misma, que cualquier interpretación que
hagamos puede quitarle su fuerza y ensombrecerla. Esto pasa, por ejemplo,
cuando a los sacerdotes se nos llama al lecho del dolor, o a consolar a una persona
que sufre o está gravemente enferma, o a acompañar a una familia que ha perdido
inesperadamente un ser querido. En estas situaciones más que nuestras propias
palabras de consuelo, lo que verdaderamente puede ayudar y dar esperanza es la
Palabra de Dios, contenida en la preces litúrgicas de la Iglesia. Nuestras
propias palabras parecen poca cosa y muchas veces es preferible no
pronunciarlas y dejar hablar a Dios, manteniéndonos nosotros en un silencio
respetuoso. Otra ocasión en la que sobran los comentarios a la Palabra de Dios
es en un domingo como el de hoy en que se proclaman lecturas tan
significativas. Los textos bíblicos son tan ricos y expresivos que lo mejor es
escucharlos con oídos y corazón abiertos y dejar que esta Palabra eficaz entre
en lo más profundo de nuestro ser y lo vaya transformando. Así que me limitaré
a señalar algunos textos de la liturgia de la Palabra de Dios de este domingo, quizás con una
breve glosa, esperando que ésta no le quite su fuerza.
Bautismo de Cornelio Francesco Trevisani (1709) Pinacoteca Civica - Jesi (Italia) |
En la primera lectura encontramos la
narración de un acontecimiento fundamental en la historia de la Iglesia. El
apóstol Pedro se da cuenta de que Dios llama también a los paganos a entrar en
la Iglesia. Dice el apóstol: “Está claro que Dios no hace distinciones; acepta
al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea”. Dios no hace
distinciones: esta es una afirmación fundamental, con muchas implicaciones
también sociales. Es parecida a esa afirmación tan importante de Thomas
Jefferson contenida en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos
que se ha venido a llamar la ‘declaración inmortal’: “Todos los hombres han
sido creados iguales -all men have been
created equal-. En un principio esta afirmación iba contra el presunto
‘derecho divino’ de los reyes de ser lo que son, pero después se fue aplicando
a otras situaciones como la de la esclavitud. Es un principio fundamental y
poderosísimo de la humanidad. Todos hemos sido creados iguales: no hay nadie
que por nacimiento, por naturaleza, sea superior o inferior a los demás.
En la segunda lectura encontramos lo
más cercano a una definición de Dios que nos ofrece la Biblia: “Dios es amor”.
Se ha dicho que si tuviéramos que escoger un único versículo de la Escritura dejando
a todos los demás, éste sería que el que elegiríamos. Es la cumbre de la revelación
de Dios contenida en la Escritura. Se refiere al mismo ser de Dios: Dios es
comunión perfecta de personas, es uno y trino, es un continuo dinamismo de amor
que sale de sí mismo. En la segunda lectura san Juan nos dice que una característica
de este amor es que nos precede, se nos adelanta, es primero, nos viene al encuentro
inmerecidamente, siendo nosotros pecadores. A veces, en nuestras relaciones con
los demás, queremos que el otro nos ame primero para que nosotros podamos corresponder
-“si él no da el primer paso, yo tampoco”-; pues Dios ha dado el primer paso
sin nosotros haber hecho nada para merecerlo, y haciendo esto se ha vuelto
vulnerable como sabe muy bien el que ama. El amor verdadero nos hace vulnerables
porque nos pone a la merced del otro. Es lo que ha hecho Dios.
Papiro con fragmento del evangelio de Juan Fuente de la imagen: bible-researcher.com |
En la filosofía contemporánea se
habla mucho de ‘círculo hermenéutico’. Se refiere al principio de que para
comprender algo tenemos que ya de antemano saber algo de aquello que queremos
comprender. Así, para entender la frase ‘Dios es amor’ tenemos que saber de
antemano algo de lo que significa amor. De hecho, para entender esta frase
partimos de nuestra experiencia humana del amor en sus distintas modalidades:
de padre y madre, de hermano, de amigo, de esposo y esposa, de enamorado y enamorada,
etc. Sin embargo, cuando nuestra experiencia humana del amor se confronta con
la revelación que Dios ha hecho de sí mismo y que está contenida en la
Escritura, nuestra comprensión del amor se enriquece. Por eso los primeros
cristianos utilizaron la palabra griega ágape
para hablar de este amor que es Dios mismo, que Dios ha manifestado y quiere
que vivamos entre nosotros. Es un tipo de amor que lleva a plenitud el amor
humano; que lo asume, lo purifica y lo eleva. Es ese amor que vivían los primeros
cristianos y que cuando lo veían los demás decían admirados: “mirad como se aman”.
Es un amor ligado indisolublemente a la fe, un amor noble, respetuoso, que
perdona, que se adelanta al otro, que da la vida por el otro, que es duradero,
etc. Es un amor que es una virtud sobrenatural que transforma el corazón del
hombre.
Viviendo este amor se cumple en nosotros
todo eso que Jesús dice de sus discípulos en el evangelio de hoy: permanecen en
él, guardan sus mandamientos, tienen alegría plena, son sus amigos, son
elegidos por él y son escuchados cuando rezan. En algunos escritores paganos de
los primeros siglos, por ejemplo en Filón de Alejandría, se habla de los sabios
como amigos de Dios, contrastándolos con los ‘esclavos de Dios’. Algo de esto
hay detrás de este texto del evangelio de Juan: los verdaderos sabios son los
amigos de Dios, los que viven una relación de intimidad y de comunión con él.
Vivir este amor, más que un mandamiento es un don de Dios. Se vive cuando se ha
conocido el amor de Dios, cuando Dios nos ha revelado como nos ama y cuando nos
ha cambiado el corazón para poder vivirlo. Y al vivirlo nos sentimos amigos de
Dios y damos testimonio de él con nuestra vida.
Explanada del Santuario de Nuestra Señora de Fátima con la Capilla de las Apariciones iluminada |
Hoy también es el 13 de mayo. Tal día
como hoy, en 1917, empezaron esas apariciones de la Virgen en la localidad
portuguesa de Fátima; apariciones que han sido muy importantes en la historia
reciente de la Iglesia al haber sido relacionadas con la primera guerra
mundial, la historia de Rusia y del comunismo, el atentado a Juan Pablo II que
ocurrió también un 13 de mayo, y más recientemente con el Concilio Vaticano II y la
secularización interna de la Iglesia. Nos encomendamos hoy a María, en este mes
de mayo, pidiéndole que interceda por nuestros enfermos y que nos ayude a vivir el amor en plenitud.
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