Homilía Domingo 10 de
junio de 2012
Solemnidad del Santísimo
Cuerpo y Sangre de Cristo
Día de la Caridad
Detalle de la Cruz de la Unidad |
La
fiesta solemne que celebramos hoy tiene una larga historia. Se empezó
celebrando en el siglo XIII con la finalidad de profesar la fe en la presencia
real de Jesucristo en la Eucaristía, una presencia verdadera, no simbólica, y
permanente, que no desvanece una vez terminada la celebración litúrgica, lo que
hace que la forma consagrada sea merecedora de ser adorada cuando se expone y
cuando es llevada en procesión por nuestras calles, porque en ella está presente
Jesucristo en cuerpo, alma y divinidad. Sin embargo, esta misma historia tan
gloriosa e importante para la piedad cristiana, ha llevado a poner en segundo
plano otro aspecto fundamental del misterio eucarístico que es el de la sangre
de Cristo. Ha sido la reforma litúrgica llevada a cabo por el Concilio Vaticano
II la que ha intentado recuperar este aspecto cambiando el nombre de la fiesta,
de Corpus Domini – como aún hoy la solemos seguir llamando-, a Cuerpo y Sangre
de Cristo. El hecho de que se dé la comunión a los fieles habitualmente solo
bajo la especie del pan, de que se lleve en procesión solo la hostia y de que
se exponga para la adoración la forma consagrada, ha hecho que nos olvidemos un
poco de la sangre de Cristo y de su importancia.
De
hecho, las lecturas de hoy hablan de la sangre del Señor más que de su cuerpo.
La primera lectura menciona la sangre de la antigua alianza, sacada de los animales
sacrificados, que Moisés rocía sobre el altar, signo de Dios, y sobre el pueblo
y con la que se sella el pacto entre Dios e Israel sobre la base de la Ley que
los israelitas se comprometen a guardar. Sangre que es signo de comunión de
vida y de posible castigo si una de la partes no es fiel a la alianza. La
segunda lectura de la Carta a los Hebreos nos dice que la sangre de Cristo,
“que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin
mancha”, es muy superior a la sangre de la antigua alianza y puede “purificar
nuestra conciencia de las obras muertas”. Nos da la liberación eterna y el perdón
de los pecados.
Cruz de la Unidad |
Pero
sobre todo es importante para nosotros hoy el pasaje del evangelio de Marcos
que se ha proclamado. Es uno de los cuatro relatos de la institución de la
Eucaristía que encontramos en el Nuevo Testamento. En la última cena Jesús
lleva a cabo un verdadero sacrificio incruento, anticipación del que tendrá
lugar el día siguiente en la cruz, y da a sus discípulos a beber su sangre.
Esto no es algo simbólico, sino real; las palabras que utiliza Jesús no dan
lugar a dudas. Dice que la sangre es la sangre de la alianza, que es derramada
por muchos. Cuando comulgamos con la sangre de Cristo, bebemos realmente su sangre
bajo la especie del vino: la sangre que fue derramada en la cruz, la sangre que
salió de su costado, la sangre que nos purifica y limpia nuestra alma, la
sangre que nos rescata y libera, que nos otorga el perdón de los pecados, la
sangre santa e inmortal.
En
los relatos de la institución de la Eucaristía que encontramos en el evangelio
de Lucas y en la primera Carta de san Pablo a los Corintios se añade el mandato
de repetir el gesto de Jesús: “haced esto en memoria mía”. Desde ese día la
Iglesia no ha cesado de repetir este gesto en la celebración eucarística que,
aunque ha cambiado mucho a lo largo de estos dos milenios en la forma en que se
ha llevado a cabo, se ha mantenido idéntico en lo esencial, en lo que viene directamente
de Jesús. Nuestras eucaristías de hoy nos unen con la que celebró Jesús en el
cenáculo que, a su vez, está en continuidad con las otras comidas del Señor a
lo largo de su vida pública. Comidas en las que se sentaba junto con publicanos
y pecadores para escándalo de los bienpensantes de entonces. El comer juntos es
signo de comunión de vida y el Señor se sienta con los pobres, marginados y
pecadores, es decir con nosotros, invitándonos
a su mesa que es anticipo del banquete del Reino. Es él el que a la vez nos
invita y nos hace dignos de participar en su banquete, purificándonos con su
sangre.
Sin
embargo, a la invitación inmerecida del Señor tenemos que corresponder con el
deseo de convertirnos y de cambiar para ser cada vez más dignos de sentarnos en
la mesa con él y compartir su misma vida. San Pablo dice que debemos ‘discernir
el cuerpo de Cristo’ para no ser 'reos del cuerpo y la sangre del Señor’. Participar
dignamente en al Eucaristía significa hacer nuestra la caridad de Cristo, vivir
según sus valores y virtudes. Participar en la Eucaristía es un don y un compromiso. La alianza del Sinaí se estableció sobre la
base de la Ley que el pueblo se comprometía a cumplir; la nueva alianza en la
sangre del Señor se estipula sobre la nueva ley de Cristo, que es el Espíritu,
el amor, la caridad derramada en nuestros corazones y ejercida.
Por
eso es muy apropiado que hoy celebremos también el Día de la Caridad, de
Cáritas, que es una organización de la Iglesia a través de la cual ella organiza
y coordina su servicio de caridad. La Eucaristía tiene su fundamento en el amor
de Dios, en su servicio hacia nosotros, y pide nuestra respuesta de caridad y de
servicio hacia los demás, sobre todo hacia los más pobres. “Vivir es amar; amar
es servir”, es el lema de la Campaña de Cáritas de este año.
Benedicto XVI levantando el Santo Grial en Valencia (6 de julio de 2006) |
Terminamos
con las palabras del salmo 115 que hemos rezado en respuesta a la primera
lectura. Es uno de los salmos más bellos y profundos del salterio. El salmista
canta su alegría por la salvación que ha experimentado: el Señor ha roto sus
cadenas, lo la liberado de la muerte. Por eso dice que en acción de gracia
alzará la copa de la salvación invocando el nombre del Señor. Es lo que hacemos
en la celebración eucarística. Damos gracias al Señor alzando en unión con el
sacerdote, que actúa in persona Christi’, la copa de salvación, la copa que contiene la sangre del cordero sin macha, la
sangre de la nueva alianza, la sangre que nos redime.
(Este post sale publicado con algunas modificaciones y mejoras en mi libro Si conocieras el don de Dios y por tanto está sujeto al copyright que establece la editorial)
(Este post sale publicado con algunas modificaciones y mejoras en mi libro Si conocieras el don de Dios y por tanto está sujeto al copyright que establece la editorial)
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