Homilía
Domingo 23 de junio de 2013
XII
Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C)
Solemnidad de Pentecostés
en las Iglesias ortodoxas y orientales
Hace
una semana el papa Francisco cumplía sus primeros cien días de pontificado,
tiempo
que le ha bastado para ganarse el cariño de los fieles y para suscitar
grandes expectativas y esperanzas dentro y fuera de la Iglesia. Su sencillez,
su cercanía a las personas, su preocupación por los más pobres y
desfavorecidos, su sobriedad, su poner al centro de su ministerio el ser
pastor, su insistir en la misericordia divina... todo esto y más cosas nos han
vuelto a ilusionar a muchos después de momentos muy difíciles por los que hemos
pasado -y digo esto sin querer quitar nada a la grandeza de los pontificados de
Juan Pablo II y Benedicto XVI. No se trata de comparar sino de discernir y
agradecer la acción de Dios en su Iglesia. En este sentido, dentro de este
momento de gracia que estamos viviendo con el comienzo del pontificado del papa
Francisco, junto a la capacidad de renovación que tiene la Iglesia, lo que
realmente impresiona es su invencibilidad, cosa de la que yo estoy cada día más
convencido según la promesa del Señor de que “el poder del infierno no la derrotará”.
Por mucho que los hombres de Iglesia hagamos para destruirla, por muchos que
las fuerzas del mal presentes y actuantes en este mundo la ataquen, por mucho
que Satanás la asalte, la Iglesia no puede perecer, pero no por virtud propia,
sino porque se funda en Cristo, más aún, porque surge de un acontecimiento que
es un fracaso para el mundo, porque nace de la cruz. La Iglesia es invencible
porque la cruz es invencible. Cuando la Iglesia se aleja de ella, cuando se
vuelve mundana entremezclándose con los poderes de este mundo, pierde su razón
de ser y salen a la luz todas sus miserias y su pecado. Cuando, en cambio,
vuelve a su fuente, vuelve a la cruz, todo se pone en su sitio y brilla de
nuevo el ser y la razón de ser de la Iglesia. Es esto lo que creo está pasando
en estos primeros días del papa Francisco. Hoy percibimos con más claridad la
trascendencia de aquellas palabras sobre la cruz que pronunció en la primera misa
que celebró con los cardenales en la capilla Sixtina el día después de su elección:
Fuente de la imagen: practicaespanol.com |
"Este Evangelio prosigue con una situación especial. El mismo
Pedro que ha confesado a Jesucristo, le dice: Tú eres el Mesías, el Hijo de
Dios vivo. Te sigo, pero no hablemos de cruz. Esto no tiene nada que ver. Te
sigo de otra manera, sin la cruz. Cuando caminamos sin la cruz, cuando
edificamos sin la cruz y cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos
discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales,
papas, pero no discípulos del Señor."
(Homilía misa con los cardenales, Capilla Sixtina, jueves 16 de marzo 2013)
(Homilía misa con los cardenales, Capilla Sixtina, jueves 16 de marzo 2013)
Esta
importante homilía del papa Francisco hace referencia al episodio de la
confesión de fe
de Pedro que hemos escuchado en el evangelio de este domingo.
En aquella ocasión, en la misa con los cardenales, se proclamó según la versión
del evangelio de san Mateo, en la que se incluye el diálogo entre Jesús y Pedro
en el que el Señor le da el primado sobre su Iglesia y en el que el apóstol rechaza
el mensaje de la cruz. Hoy hemos escuchado el relato que nos ofrece san Lucas que
omite este diálogo entre Jesús y el príncipe de los apóstoles, pero que sin
embargo es el único de los evangelistas que pone de relieve el carácter
cotidiano del tomar la cruz.
Fuente de la imagen: evangelio.wordpress.com |
Como acabamos
de escuchar en el evangelio, después de que Pedro confesara su fe en Jesús como
el Mesías y de que el Señor prohibiera divulgar esto para evitar malentendidos y anunciara su pasión, se explicitan los requisitos para ser su discípulo:
“Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz
cada día y me siga”. Solo Lucas añade a la exigencia de tomar la cruz, que esto
hay que hacerlo cada día. ¿Qué significa concretamente esto? ¿Qué significa tomar
la cruz y hacerlo cada día?
Para
entender esto y retomando lo que decíamos antes de los primeros cien días del
papa Francisco y su poner al centro la cruz, quizás lo más apropiado es citar lo
que él mismo hoy ha dicho antes del rezo del Ángelus comentando el evangelio de
este duodécimo domingo del Tiempo Ordinario. En estas palabras del sucesor de
Pedro se nos transmite con una autoridad que nace también de su entrega y coherencia
de vida, el significado de la cruz que estamos llamados a tomar cada día y su
invencibilidad:
"Pero, ¿qué significa “perder la vida por causa de Jesús”? Esto puede suceder de dos maneras: explícitamente confesando la fe, o implícitamente defendiendo la verdad. Los mártires son el máximo ejemplo del perder la vida por Cristo. En dos mil años son una fila inmensa de hombres y mujeres que han sacrificado su vida por permanecer fieles a Jesucristo y a su Evangelio. Y hoy, en muchas partes del mundo son tantos, tantos, más que en los primeros siglos, tantos mártires que dan su vida por Cristo. Que son llevados a la muerte por no renegar a Jesucristo.
Pero también está el martirio cotidiano, que no comporta la muerte pero que también es un “perder la vida” por Cristo, cumpliendo el propio deber con amor, según la lógica de Jesús, la lógica de la donación, del sacrificio. Pensemos: ¡cuántos papás y mamás cada día ponen en práctica su fe ofreciendo concretamente su propia vida por el bien de la familia! Pensemos en esto. ¡Cuántos sacerdotes, religiosos y religiosas desarrollan con generosidad su servicio por el Reino de Dios! ¡Cuántos jóvenes renuncian a sus propios intereses para dedicarse a los niños, a los minusválidos, a los ancianos…! ¡También estos son mártires, mártires cotidianos, mártires de la cotidianidad!
Y después hay tantas personas, cristianos y no cristianos, que “pierden su propia vida” por la verdad. Y Cristo ha dicho “yo soy la verdad”, por tanto, quien sirve a la verdad sirve a Cristo. Una de estas personas, que ha dado su vida por la verdad es Juan el Bautista: precisamente mañana, 24 de junio, es su fiesta grande, la solemnidad de su nacimiento. ¡Cuántas personas pagan a caro precio el compromiso por la verdad! ¡Cuántos hombres rectos prefieren ir contracorriente, con tal de no renegar la voz de la conciencia, la voz de la verdad!"