jueves, 27 de junio de 2013

El papa Francisco y la invencibilidad de la cruz


Homilía Domingo 23 de junio de 2013
XII Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C)
Solemnidad de Pentecostés en las Iglesias ortodoxas y orientales

Hace una semana el papa Francisco cumplía sus primeros cien días de pontificado, tiempo
Fuente de la imagen: practicaespanol.com
que le ha bastado para ganarse el cariño de los fieles y para suscitar grandes expectativas y esperanzas dentro y fuera de la Iglesia. Su sencillez, su cercanía a las personas, su preocupación por los más pobres y desfavorecidos, su sobriedad, su poner al centro de su ministerio el ser pastor, su insistir en la misericordia divina... todo esto y más cosas nos han vuelto a ilusionar a muchos después de momentos muy difíciles por los que hemos pasado -y digo esto sin querer quitar nada a la grandeza de los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. No se trata de comparar sino de discernir y agradecer la acción de Dios en su Iglesia. En este sentido, dentro de este momento de gracia que estamos viviendo con el comienzo del pontificado del papa Francisco, junto a la capacidad de renovación que tiene la Iglesia, lo que realmente impresiona es su invencibilidad, cosa de la que yo estoy cada día más convencido según la promesa del Señor de que “el poder del infierno no la derrotará”. Por mucho que los hombres de Iglesia hagamos para destruirla, por muchos que las fuerzas del mal presentes y actuantes en este mundo la ataquen, por mucho que Satanás la asalte, la Iglesia no puede perecer, pero no por virtud propia, sino porque se funda en Cristo, más aún, porque surge de un acontecimiento que es un fracaso para el mundo, porque nace de la cruz. La Iglesia es invencible porque la cruz es invencible. Cuando la Iglesia se aleja de ella, cuando se vuelve mundana entremezclándose con los poderes de este mundo, pierde su razón de ser y salen a la luz todas sus miserias y su pecado. Cuando, en cambio, vuelve a su fuente, vuelve a la cruz, todo se pone en su sitio y brilla de nuevo el ser y la razón de ser de la Iglesia. Es esto lo que creo está pasando en estos primeros días del papa Francisco. Hoy percibimos con más claridad la trascendencia de aquellas palabras sobre la cruz que pronunció en la primera misa que celebró con los cardenales en la capilla Sixtina el día después de su elección:

"Este Evangelio prosigue con una situación especial. El mismo Pedro que ha confesado a Jesucristo, le dice: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Te sigo, pero no hablemos de cruz. Esto no tiene nada que ver. Te sigo de otra manera, sin la cruz. Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz y cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor."

(Homilía misa con los cardenales, Capilla Sixtina, jueves 16 de marzo 2013)


            Esta importante homilía del papa Francisco hace referencia al episodio de la confesión de fe
Fuente de la imagen: evangelio.wordpress.com
de Pedro que hemos escuchado en el evangelio de este domingo. En aquella ocasión, en la misa con los cardenales, se proclamó según la versión del evangelio de san Mateo, en la que se incluye el diálogo entre Jesús y Pedro en el que el Señor le da el primado sobre su Iglesia y en el que el apóstol rechaza el mensaje de la cruz. Hoy hemos escuchado el relato que nos ofrece san Lucas que omite este diálogo entre Jesús y el príncipe de los apóstoles, pero que sin embargo es el único de los evangelistas que pone de relieve el carácter cotidiano del tomar la cruz.

            Como acabamos de escuchar en el evangelio, después de que Pedro confesara su fe en Jesús como el Mesías y de que el Señor prohibiera divulgar esto para evitar malentendidos y anunciara su pasión, se explicitan los requisitos para ser su discípulo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga”. Solo Lucas añade a la exigencia de tomar la cruz, que esto hay que hacerlo cada día. ¿Qué significa concretamente esto? ¿Qué significa tomar la cruz y hacerlo cada día?

            Para entender esto y retomando lo que decíamos antes de los primeros cien días del papa Francisco y su poner al centro la cruz, quizás lo más apropiado es citar lo que él mismo hoy ha dicho antes del rezo del Ángelus comentando el evangelio de este duodécimo domingo del Tiempo Ordinario. En estas palabras del sucesor de Pedro se nos transmite con una autoridad que nace también de su entrega y coherencia de vida, el significado de la cruz que estamos llamados a tomar cada día y su invencibilidad:

 "Pero, ¿qué significa “perder la vida por causa de Jesús”? Esto puede suceder de dos maneras: explícitamente confesando la fe, o implícitamente defendiendo la verdad. Los mártires son el máximo ejemplo del perder la vida por Cristo. En dos mil años son una fila inmensa de hombres y mujeres que han sacrificado su vida por permanecer fieles a Jesucristo y a su Evangelio. Y hoy, en muchas partes del mundo son tantos, tantos, más que en los primeros siglos, tantos mártires que dan su vida por Cristo. Que son llevados a la muerte por no renegar a Jesucristo.
Pero también está el martirio cotidiano, que no comporta la muerte pero que también es un “perder la vida” por Cristo, cumpliendo el propio deber con amor, según la lógica de Jesús, la lógica de la donación, del sacrificio. Pensemos: ¡cuántos papás y mamás cada día ponen en práctica su fe ofreciendo concretamente su propia vida por el bien de la familia! Pensemos en esto. ¡Cuántos sacerdotes, religiosos y religiosas desarrollan con generosidad su servicio por el Reino de Dios! ¡Cuántos jóvenes renuncian a sus propios intereses para dedicarse a los niños, a los minusválidos, a los ancianos…! ¡También estos son mártires, mártires cotidianos, mártires de la cotidianidad!
Y después hay tantas personas, cristianos y no cristianos, que “pierden su propia vida” por la verdad. Y Cristo ha dicho “yo soy la verdad”, por tanto, quien sirve a la verdad sirve a Cristo. Una de estas personas, que ha dado su vida por la verdad es Juan el Bautista: precisamente mañana, 24 de junio, es su fiesta grande, la solemnidad de su nacimiento. ¡Cuántas personas pagan a caro precio el compromiso por la verdad! ¡Cuántos hombres rectos prefieren ir contracorriente, con tal de no renegar la voz de la conciencia, la voz de la verdad!"


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