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jueves, 10 de marzo de 2011

Trazar un plan para la cuaresma



Carl Rogers

Sorprende como la psicología contemporánea, sobre todo en su aplicación psicoterapéutica, tiene mucho en común con la teología ascética, es decir, con la enseñanza de los grandes maestros espirituales cristianos. Han pasado ya los años en que se hablaba de psicología ‘científica’ para distinguirla de la que proponían las escuelas psicoanalítica y humanista que no se consideraban dignas de las aulas académicas; una psicología que pretendía seguir el paradigma de las ciencias naturales para estudiar el ser humano, considerándolo fundamentalmente igual a un rata de laboratorio, más complejo pero que en el fondo obedecía a las mismas leyes behavioristas generales de la conducta que valían para todo animal. Ya ha pasado ese tiempo, aunque en España el paradigma conductista ha perdurado hasta hace pocos años. Cuando yo estudié la carrera de psicología con especialidad clínica a mediados de los ’90 todavía era la perspectiva que se seguía en la mayoría de las asignaturas. Después del conductismo llegó el cognitivismo, al principio en una versión demasiado racionalista, que se fue poco a poco modificando con la introducción de varios elementos de distintas tradiciones como los avances informáticos y en Inteligencia Artificial, el storytelling y el estudio de los relatos, el enfoque constructivista y de ‘sistemas’ etc.

Burrhus Frederic Skinner

                A partir de la perspectiva cognitiva se ha recuperado mucho de lo que en la tradición espiritual siempre se ha pensado y enseñado acerca de la conducta humana y del crecimiento espiritual. La conducta de todo hombre, aunque muy condicionada por factores externos e internos no controlados ni conocidos, es fundamentalmente libre y es posible modificarla a partir del recto uso de la razón. La conducta es producto de factores ambientales, muchos de los cuales podemos conocer y modificar, de las emociones y de las cogniciones, y éstas últimas son determinantes y son con las que trabajamos en todo proceso de crecimiento espiritual.
                Todo estos avances de la psicología contemporánea no sólo confirman lo que siempre han enseñado la grandes escuelas de espiritualidad cristiana, sino que nos ofrecen instrumentos potentes para nuestro propio desarrollo espiritual, instrumentos que en buena parte ya existían antes, aunque la psicología los ha perfeccionado y nos ayuda a entender su funcionamiento.
                La vida cristiana cuando se toma en serio es una llamada a tener los ‘mismos sentimientos de Cristo’ como dice san Pablo, es decir, es un camino que nos lleva a adquirir poco a poco las virtudes de Cristo, sus mismas actitudes, a comportarnos como Él lo hacía, a amar como Él nos ama; en esto consiste ser sus discípulos, seguirle, ir tras Él.
                Esto sólo es posible por medio de la gracia, de la ayuda del Señor, que nos cambia el corazón. Gracia que actúa externamente, a través del ejemplo de Cristo y de los santos, e internamente, cambiándonos en lo más profundo de nuestro ser. Esta gracia es don gratuito de Dios, que nos hace justos ante Él, y nos la otorga como y cuando quiere, pero una forma objetiva de obtenerla es a través de los sacramentos, porque así Él lo ha querido.
Sin embargo, nosotros debemos colaborar con la gracia porque Dios respeta la libertad del hombre y Él se ‘propone pero no se impone’. Como dice san Agustín: “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Nuestra colaboración con la gracia se realiza a través de nuestro esfuerzo y por medio de la utilización de los instrumentos que nos proporciona la razón, entre ellos los que nos ofrece la psicología contemporánea.
Sigmund Freud
Deseo aquí ofrecer a los lectores de este blog una serie de consejos para trazar un plan para este cuaresma. Son consejos sencillos que se basan en unir la tradición espiritual cristiana, sobre todo la que nace de San Ignacio de Loyola, con la psicología contemporánea, especialmente los instrumentos que se utilizan en psicoterapia para modificar la conducta los sentimientos y las cogniciones cuando son disfuncionales. Los instrumentos que mencionaré son los que nos podemos auto-aplicar ya que otros necesitan la ayuda de un profesional. Aquí se trata de utilizar estos instrumentos no para curarnos de nuestra inadaptación, sino para parecernos  cada vez más a Jesucristo. Éste es el objetivo fundamental que perseguimos en nuestra vida cristiana.
Fijar objetivos
Lo primero que tenemos que hacer es establecer unos objetivos a conseguir. Son metas que tienen que ver principalmente con un cambio de actitudes; un cambio en nuestra manera de comportarnos, de sentir o de pensar. Tenemos que delimitar estos objetivos lo más claramente posible, para que sean operativo y evaluables, huyendo de vaguedades. También es fundamental que estas metas no nos las demos nosotros mismos, sino que nos las inspire el Señor. Para ello tenemos que situarnos en oración y mirarnos en nuestro espejo que es Jesús, y preguntarle qué es lo que pide, qué quiere que cambiemos en nuestra vida, qué es lo que me aparta de la santidad y de vivir el amor en plenitud. Es útil situarse ante una cruz y preguntarse qué cruz permite el Señor en mi vida, qué cruz quiere que lleve tras Él,  qué cruz tengo yo que abrazar como cruz gloriosa, como árbol de la vida. También puede ser útil leer el Sermón de la Montaña y ver qué no llego a realizar de esa justicia superior que el Maestro nos pide. O mirar una imagen del rostro de Jesús de la sábana santa y ver en qué me perezco y en qué no.
De este ejercicio de oración y diálogo con el Señor, deberían salir los objetivos que quiero conseguir con la gracia de Dios en esta cuaresma. Tienen que estar especificados de la forma más concreta y operativa posible, y escritos, para que podamos evaluar nuestro progreso.
Establecer los medios para alcanzar los objetivos
Ignacio de Loyola
Los primeros medios son los de la gracia, que son los más importantes y sin los cuales no podemos hacer nada. Por tanto, tengo que participar lo más asiduamente posible en la celebración litúrgica de la Iglesia; sobre todo la Eucaristía donde recibo el alimento espiritual; si puede ser a diario mejor. También tengo que hacer uso de la confesión sacramental; lo ideal es al principio y al final de la cuaresma.
Por otro lado, tengo que utilizar los instrumentos de toda la vida del esfuerzo ascético, las ‘armas de la lucha de espiritual’ de las que habla la Iglesia, esas obras de justicia que se nos proclaman en la lectura del evangelio del miércoles de ceniza. Son instrumentos que debo utilizar sin hipocresía, no para ser visto por los hombres sino por Dios de quien esperamos la recompensa. Estas obras son el ayuno, la oración y la limosna. Tengo que hacer un programa de cómo y de qué manera voy a practicar estas obras a lo largo de la cuaresma.
visionmundial.ning.com
El ayuno, es sobre todo ayuno de vicios, es mortificación, es privación voluntaria, y tiene un lugar central en todo proceso de crecimiento espiritual, no sólo en la tradición cristiana. Tengo que ver qué mortificación me pide el Señor; tiene que estar relacionada con los objetivos que me he propuesto para la cuaresma. Puedo ser útil repasar los pecados capitales — lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia, soberbia — y ver en cuál de ellos me tengo que corregir. Tiene que ser una privación voluntaria, seria, que implique esfuerzo; por ejemplo, para una persona ‘adicta’ al fútbol, puede ser muy útil privarse de ver u oír partidos a lo largo de toda la cuaresma y rellenar ese tiempo haciendo los deberes con los hijos. Es importante cuando uno se priva de algo, unirlo a hacer algo positivo que llene ese vacío.
1de3.com
La limosna, las obras de caridad, son también indispensables para nuestro crecimiento espiritual. Tengo que intentar discernir qué obras de caridad me pide el Señor que realice esta cuaresma. También éstas tienen que costarme si quieren ser eficaces y no un juego, ayudándome a salir de mi mismo y de mi egoísmo y aprender a ser generoso regalando mi dinero y tiempo, pero en el fondo regalándome a mí mismo a los demás. Puede ser dedicar tiempo a una persona o cosa, o dedicar dinero a una causa de un modo sistemático, etc.
parroquiaicm.wordpress.com
Y la oración es el otro pie fundamental del trípode de nuestra vida espiritual, sin la cual todo lo demás es insípido y estéril. La vida cristiana es una vida de comunión y amistad con el Señor que se manifiesta y crece en la oración. Los cristianos debemos llegar a tener una presencia continua de Dios a lo largo del día, pero esto implica también unos momentos específicos y programados que dedicamos a estar con Él, “tratando a solas con quien sabemos nos ama” (Santa Teresa de Jesús, Libro de la vida, 8).
Programación y evaluación
Para poder llevar a cabo todo esto es necesario realizar un programa de actuación que prevea también momentos de evaluación para poder corregir a tiempo lo que se hace mal. Un programa en el que se establezcan claramente y por escrito prioridades, tiempos y lugares y que sea diario, semanal y de los 40 días de la cuaresma. Tienen que estar explicitados en él los momentos y lugares que se van a dedicar a celebrar los sacramentos, a la oración, a los ejercicios de caridad y a las privaciones autoimpuestas. Tiene que ser un programa realista, viable y hecho según lo que el Señor me pide. Para ello como para todo lo demás ayuda (y a veces puede ser imprescindible en los casos de personas con tendencias obsesivo-compulsivas) tener un guía o acompañante o director espiritual, alguien a quien estime por su discernimiento espiritual (no hace falta que sea sacerdote) y que me pueda asesorar para ser lo más objetivo posible y no auto-engañarme.
sabiduriaparavivir.blogspot.com
También es muy importante realizar una evaluación continua del proceso, junto a la general que se hace al comienzo y al final. La evaluación se hace a partir de los objetivos que nos hemos dado y se hace diariamente, semanalmente y al comienzo y al final de la cuaresma, como hemos dicho. La mejor forma de llevarla a cabo es utilizando papel y lápiz (o PDA, teléfono móvil, etc. y un programa como el Excel) indicando los objetivos, las veces que lo hemos conseguido o no durante el día, señalando también si es útil las circunstancias, los sentimientos y pensamientos que han acompañado a nuestros actos relacionados con los objetivos que deseamos conseguir, etc. Esto se llama en psicoterapia hacer un autorregistro y es uno de los instrumentos más poderosos de la práctica clínica. Una persona experta nos puede ayudar a hacerlo mejor, pero también con sentido común lo podemos hacer nosotros, ya que el fundamento es sencillo. Se trata de señalar los eventos del día que son relevantes respecto a nuestros objetivos para la cuaresma. Es muy parecido a lo que San Ignacio indica con el examen particular de conciencia. Aquí, como decía al principio, se nota con mucha claridad esa confluencia de la psicología contemporánea y la tradición espiritual cristiana.
Programar bien el final de la cuaresma
El final de la cuaresma, la Semana Santa, que debería ser el momento para finalizar este proceso y celebrarlo, suele coincidir con un tiempo de vacaciones en el que fácilmente nos dispersamos, dedicándonos a otras tareas que también son muy importantes. Por eso es bueno que programemos con antelación un momento de evaluación final y de celebración para dar gracias a Dios por lo que hemos conseguido, hacer balance y para tener un memorial (recuerdo) de donde hemos llegado. Puede ser un día que nos organicemos para hacer un retiro espiritual, una excursión al campo con un momento de oración, etc. Es importante hacer esto para cerrar lo que hemos realizado y no dejarlo indeterminado...
Otras consideraciones
Muchas veces nuestra vida espiritual no coincide con los tiempos litúrgicos. A veces el Señor “nos lleva al desierto y nos habla al corazón” cuando la Iglesia está celebrando el gozo de la Pascua o está en la tranquilidad de la asimilación paulatina de la vida adulta de Jesús en el Tiempo Ordinario, o a la espera gozosa de su venida en Adviento. Y otras veces cuando deberíamos estar haciendo nuestros ejercicios espirituales anuales junto con toda la Iglesia en cuaresma, el Señor nos invita a vivir la alegría y el ‘pasotismo’ pascual. Tenemos que aprender a respetar los tiempos del Señor y a no forzar las cosas.
Por otro lado, algunos están llamados a una vida espiritual más espontánea y menos estructurada de la que se ha propuesto aquí. Son más carismáticos y más abiertos a las inspiraciones momentáneas del Espíritu, y un camino de crecimiento espiritual demasiado detallado puede parecerles artificial y resultar incómodo. Cada uno tiene su camino y ahí está la vida espiritual tan distinta de muchos santos. Lo que sí debemos cuidar es que la justa espontaneidad y disponibilidad para el Señor no sea una máscara de nuestra pereza espiritual.