Homilía 15 de julio de
2012
Domingo XV del Tiempo
Ordinario (ciclo B)
San Buenaventura,
obispo y doctor de la Iglesia
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El verano es un tiempo
muy adecuado para ponerse a la escucha de la Palabra de Dios, para
dejar que esta palabra entre en nosotros, en las profundidades de
nuestro ser, y nos vaya transformando. Esto lo podemos hacer
participando en las celebraciones litúrgicas, sobre todo en la misa
dominical, y prestando atención a la Liturgia de la Palabra. Pero
también lo podemos hacer leyendo por nuestra cuenta con una cierta
regularidad algún texto bíblico. Si hacemos esto a sabiendas de que
no solo es palabra humana, sino también palabra de Dios,
experimentaremos como esto nos va cambiando. La palabra de Dios es
eficaz, es creadora, y va actuando en todos los niveles de nuestra
existencia, incluso más allá de nuestra conciencia, y nos va
haciendo una creatura nueva a imagen de Jesús. No hace falta que
entendamos todo lo que leemos o escuchamos, es suficiente hacerse
receptivos a esta palabra, acogerla con cariño y devoción. Por eso
una Biblia, o un libro que contenga textos bíblicos como un misal,
no debería faltar en nuestra maleta para este verano.
Voy a comentar
brevemente los textos bíblicos que se nos han proclamado en su
orden, destacando con sencillez solo algunas cosas que a mí me han
llamado la atención hoy, dejando a vosotros que descubráis otros
elementos que pueden apelar más a vuestra vida y a vuestra situación
actual. La Palabra de Dios, por ser de Dios, tiene una riqueza de
significados inagotable y cada uno de nosotros al leerla o escucharla
puede sacer cosas distintas, todas ellas válidas.
En
la primera lectura el sacerdote del templo de Betel dice al profeta
Amós que se vaya a predicar a otro sitio, a Judea, porque su
predicación molesta, anuncia catástrofes y desanima al pueblo, y
además él no es un profeta de profesión, no es hijo de profetas,
no pertenece a esta casta. A esto Amós responde que no ha sido él
quien ha decido ser profeta, sino que ha sido Dios quien lo la
llamado para ello. Él era un pastor y un cultivador de higos. Su
vocación es la que legitima su predicación. Con frecuencia la
Palabra de Dios denuncia nuestra conducta, nos dice que el rumbo que
hemos dado a nuestra vida no es bueno, nos pide cambiar; es decir,
con frecuencia nos incomoda y preferiríamos no escucharla. Sin
embargo, en el fondo de nuestro corazón sabemos que es palabra de
vida eterna, que es palabra de verdad y de un Padre que nos ama y
quiere nuestro bien. Otra enseñanza que podemos sacer de esta
primera lectura es que la Palabra de Dios nos puede llegar por medio
de alguien que no es oficialmente ministro de ella, sino que ha sido
inspirado por Dios para transmitírnosla. ¡Cuántas veces alguien
nos dice algo importante para nosotros, algo que nos ayuda a vivir de
un modo distinto nuestra situación, desde Dios y no desde el mundo, y ese alguien no es un ministro
de la Iglesia, ni alguien en principio cualificado para ello!
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La
segunda lectura es un himno con el que empieza la Carta de Pablo a
los Efesios. Quiero resaltar solo dos frases de este importante himno
que se refieren a dos temas fundamentales de nuestra vida cristiana:
la elección y la predestinación. El apóstol afirma que ‘Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, nos eligió en la persona de
Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e
irreprochables ante él por el amor’. Dios nos ha elegido a todos y
a cada uno de nosotros, a ti y a mí, desde siempre, desde toda la
eternidad, para que fuésemos santos, viviendo la plenitud del amor.
Dice también el apóstol a los cristianos de Éfeso y a nosotros que
“él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa
suya, a ser sus hijos”. El reformador Calvino hablaba de una doble
predestinación: Dios destina algunos al cielo y otros al infierno
independientemente de su libertad. Aquí en cambio Pablo habla de una
sola predestinación y es a ser hijos de Dios. Podemos con nuestra
libertad oponernos a ella, pero la única predestinación que existe
es a ser sus hijos. Paralelamente, el Concilio Vaticano II habla de
una única vocación que es válida para todos los hombres y es la
divina, la vida eterna, y no hay otra.
En
el evangelio que hoy la Iglesia nos ofrece se habla de la misión
prepascual de los Doce que es anticipo de la misión universal de
toda la Iglesia que empezará después de Pascua, después de la
muerte y resurrección del Señor. Los apóstoles son enviados de dos
en dos por Jesús, recibiendo de él instrucciones muy precisas sobre
el modo de proceder. Estas instrucciones siguen valiendo hoy para la
misión de la Iglesia que nos incumbe a todos. Hay que usar medios
pobres que no contradigan el mensaje que se tiene que transmitir que
es el de Cristo y éste crucificado. McLuhan, profeta de la
civilización actual de la comunicación, decía que “el medio es
el mensaje”. No se puede separar el mensaje del medio que se
utiliza para transmitirlo. Eso quiere decir que para predicar a
Jesucristo que rechazó las tres tentaciones del demonio en el
desierto, no podemos utilizar medios que basen su eficacia en el
poder, el miedo, lo espectacular y el misterio, como diría el gran
inquisidor de Dostoievski y que fue justo el camino que Jesús
rechazo para llevar a cabo su misión. También es significativo que
Jesús los mande de dos en dos. Dice san Gregorio Magno que así lo
hizo Jesús porque los mandamientos de la caridad son dos: el amor de
Dios y el del prójimo y que quien no tiene caridad para con los
demás no debe dedicarse a la predicación. La relación entre los
apóstoles tiene que ser testimonio de la verdad de lo que predican.
Los padres cristianos transmiten a sus hijos la fe a través de la
enseñanza, pero es fundamental que la relación que existe entre
ellos no contradiga lo que enseñan, sino que muestre su
ceredibilidad.
San Buenaventura |
Hoy
es el 15 de julio y se celebra la memoria de san Buenaventura, uno de
los grandes teólogos del siglo XIII, ministro general de la Orden franciscana en sus comienzos, y después también cardenal obispo de
la diócesis de Albano. Es uno de los grandes doctores de la Iglesia.
En sus obras habla de la fe de la gente sencilla que puede ser muy
superior a la de un gran teólogo como su contemporáneo Tomás de
Aquino; también, a diferencia de santo Tomás, sostiene la
preeminencia del amor sobre la fe. De los muchos libros que escribió,
hoy la Iglesia en el Oficio nos propone un texto suyo tomado
de su obra Itinerario de la mente hacia Dios. En él afirma
que ‘quien mira plenamente la placa de expiación que es Jesús y
la contempla suspendida en la cruz, con la fe, con esperanza y
caridad, con devoción, admiración, alegría, reconocimiento,
alabanza y júbilo, este tal realiza con él la pascua, esto es, el
paso, ya que, sirviéndose del bastón de la cruz, atraviesa el mar
Rojo, sale de Egipto y penetra en el desierto donde saborea el maná
escondido, y descansa con Cristo en el sepulcro, muerto en lo exterior, pero sintiendo, en cuanto es posible en el presente estado
de viadores, lo que dijo Cristo al ladrón que estaba crucificado a
su lado: Hoy estarás conmigo en el paraíso.'
Nos encomendamos
hoy a este gran santo y también a nuestra Madre que mañana
veneraremos como Nuestra Señora del Carmen.