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jueves, 28 de junio de 2012

Descubrir y llevar a cabo nuestra misión en la vida, como san Juan Bautista



Homilía domingo 24 de junio 2012
Solemnidad de la Natividad de san Juan Bautista

San Juan Bautista
Leonardo da Vinci (1508-1513)
Museo del Louvre, Paris (Francia)
Una de las tantas facetas destacables de san Juan Bautista es que cumplió la misión que Dios le había asignado con fidelidad, desde el comienzo de su existencia, cuando aún estaba en el vientre de su madre, hasta su muerte cruel por manos de Herodes. Sabía cuál era su lugar en el plan de Dios para la humanidad, en la historia de la salvación, y se mantuvo con fidelidad en él, costara lo que costara, con coherencia y humildad.

Probablemente fue en los largos años pasados en la soledad del desierto cuando Juan descubrió con claridad lo que Dios le pedía. En la oración y la lectura de la Palabra de Dios, con el auxilio del Espíritu Santo, se le fue manifestando su vocación profética, de que él era el que iría delante del Señor para prepararle un pueblo bien dispuesto. Leyendo los textos del profeta Isaías se fue dando cada vez más cuenta de esto; ese texto en el que se habla de una voz que grita en el desierto exhortando a preparar el camino del Señor, o ese otro texto de la primera lectura de hoy en que el profeta Isaías hace mención de un siervo de Dios formado desde la entrañas maternas para ‘traer a Jacob’, para ser ‘luz de las naciones’.

Para llevar a cabo su misión practicaba un bautismo de conversión, una inmersión en el río Jordán como signo del deseo de convertirse, de cambiar, de purificarse para el día del juicio. Una gran muchedumbre venía desde todas partes a donde él estaba para recibir su bautismo, reconociendo sus pecados. Un día llegó también Jesús, como uno más, y se puso en la cola. Pero Jesús era muy distinto a los demás. Él era sin pecado, no necesitaba de este bautismo, más aún, él era el que tenía que venir. Juan, al verlo pasar, da testimonio de él diciendo que es “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.  Desde ese momento el Bautista sabe que debe pasar a un segundo plano, que él 'tiene que disminuir y el Señor crecer’, que no es digno ni de ‘desatarle las sandalias’, como se dice en la segunda lectura. Y Juan cumple su misión, la cumple con fidelidad y humildad, sabe cuál es su lugar, no pretende ser otra cosa de lo que es, testigo de la luz, pero no la luz, voz, pero no la Palabra.

Solsticio de verano en Stonehenge (Inglaterra)
El hecho de que hoy, veinticuatro de junio, se celebre la Natividad de san Juan Bautista no es casual. Es seis meses antes del 24 de diciembre, Natividad del Señor, ya que como dice el ángel a María, su pariente Isabel estaba ya embarazada de seis meses. Pero sobre todo el veinticuatro de junio, cerca del solsticio de verano, es cuando los días empiezan a disminuir, como tiene que hacer el Bautista respecto de Jesús.

                Juan permanecerá fiel a su misión hasta su muerte a manos del rey Herodes, una muerte cruel e injusta. El Bautista lleva a término su misión con la máxima coherencia, fidelidad y humildad. En esto es un modelo para nosotros. Como él, debemos ir descubriendo la misión que Dios nos tiene asignada, nuestro lugar en la vida, lo que el Señor quiere de nosotros. Esto puede no ser fácil, puede que no tengamos claro qué es lo que quiere el Señor y que nos cueste mucho tiempo y esfuerzo descubrirlo. Juan tuvo que pasar muchos años en el desierto, en penitencia y oración, antes de saberlo con claridad. Una vez que lo sepamos, nuestra tarea es hacerlo, permanecer en ese lugar, llevar a cabo nuestra misión en la vida, aunque cueste. Puede ser la de ser un buen sacerdote en un lugar determinado, un buen padre o madre de familia, un buen profesional... Puede que no concuerde con nuestras aspiraciones iniciales; puede que implique asumir algunos errores que hayamos podido cometer, reconciliándonos con nuestro pasado. Pero es nuestro lugar en la vida y en la historia de Dios con toda la humanidad, y es estando en él como realizaremos lo que Dios quiere de nosotros y encontraremos nuestra paz. Iremos descubriendo poco a poco que Dios había pensado esto para nosotros desde siempre, desde antes que naciéramos y nos fue preparando para ello. Desde las profundidades de la tierra, desde el seno de nuestra madre, dicen las lecturas de hoy, nos va formando.

Monumento de la Visitación
Ein Karen (Israel)
De hecho, la palabra de Dios de este día hace especial hincapié en que ya desde el seno materno, una vez concebidos, empezamos a llevar a cabo el plan que Dios tiene para nosotros. Juan, en el seno de su madre, exultó de gozo cuando María llegó a casa de Isabel embarazada de Jesús. Esto nos hace reflexionar sobre el tristísimo drama del aborto, de los niños concebidos y no dejados nacer, cuya misión en la vida queda frustrada, desde nuestra perspectiva humana. Para Dios puede que nos sea así, porque él es capaz de sacar el bien del mal más profundo, y estos niños no nacidos, como los santos inocentes, cumplen una misión en el plan de salvación. Sin embargo, aunque esto puede dar un cierto consuelo y esperanza de perdón a quien haya cometido este terrible acto, tenemos que decir que el aborto es un verdadero crimen. Un ‘crimen nefando’, es definido en los documentos del Concilio Vaticano II.

Pidamos hoy por las madres embarazadas, sobre todo por las que tienen situaciones difíciles, para que no se rindan ante las presiones y lleven a término su embarazo, dando a luz una persona sobre la cual Dios ha puesto sus esperanzas, una persona que tiene una misión a cumplir en la vida. Pidamos también por nosotros, para que descubramos lo que Dios tiene pensado para nosotros y lo llevemos a cabo, con fidelidad, coherencia y humildad.