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lunes, 14 de octubre de 2019

Lo importante es seguir a Jesús estemos donde estemos



Homilía en la Misa de despedida de la parroquia

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C)

Madrid, 8 de septiembre 2019



Queridos hermanos y amigos:



Ha llegado el momento de la despedida que parecía inminente cuando llegué y que ahora muchos pensábamos que ya no iba a suceder. De hecho, cuando llegué hace 20 años como párroco de esta hermosa parroquia de Santa Catalina de Alejandría, en este bellísimo barrio de la Alameda de Osuna de Madrid, muchos pensaban que iba a quedarme poco aquí, y así lo manifestaban, hasta me decían que iban a hacerme obispo en poco tiempo. Cuando se leyó el decreto de mi nombramiento de párroco en mi toma de posesión el 5 de enero de 1999, en la misa que presidió aquí el entonces arzobispo de Madrid, el cardenal Antonio María Rouco Varela, se decía que se me nombraba para ocho años. Pero muchos pensaban que iba a estar menos. Y, sin embargo, ya han pasado más de 20 años desde aquella víspera de Reyes de 1999.


En estos veinte años hemos vivido muchos
acontecimientos juntos como Iglesia y como archidiócesis de Madrid, y también otros acontecimientos más específicos de nuestra parroquia y de la vida personal de cada uno de nosotros. Así, para nombrar algunos, el gran jubileo del año 2000, la muerte del papa san Juan Pablo II, el pontificado de Benedicto XVI y ahora el del papa Francisco; las distintas jornadas Mundiales de la Juventud, como la de Roma y la de Colonia; los distintos Caminos de Santiago que hemos hecho, con los jóvenes, uniéndonos a las peregrinaciones diocesanas organizadas por la Delegación de Juventud, y las que hicimos como comunidad parroquial, llegando a hacer en tres años las distintas etapas de todo el Camino; el Sínodo diocesano, las dos visitas pastorales de los obispos, las dos peregrinaciones a Tierra Santa y la que hicimos por la ruta de San Pablo en Turquía, y a Italia para el Jubileo de las Familias y para la beatificación de Juan Pablo II; la muerte de don Jesús, de don Lorenzo y de don Eloy; las distintas celebraciones hermosas que hemos tenido y las convivencias con los chavales; las catequesis del camino neocatecumanal, la experiencia del curso Alpha y, desde hace más de diez años, los talleres para matrimonios jóvenes a través de los cuales se han formado varios grupos de matrimonios que han enriquecido mucho la vida de nuestra comunidad. Tantas cosas que se unen a la vida ordinaria de una parroquia, a las misas y demás celebraciones, a las catequesis y a los grupos, al ejercicio de la caridad y el servicio, tantas cosas por las que dar gracias a Dios, como estamos haciendo ahora con esta Eucaristía.


Yo las he intentado vivir con verdadero espíritu de servicio, según el lema que elegí para mi
ordenación sacerdotal y que siempre me acompaña: «Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús», una frase de la Segunda Carta de san Pablo a los Corintios que significa mucho para mí y mi forma de vivir el sacerdocio. Soy muy consciente siempre de mis grandes límites y de mis muchos pecados, pero siempre confío en Dios que me ha llamado a este ministerio y es quien actúa a través de mi pobre persona. Sé que he cometido muchos errores. Muchas veces no he podido atender bien a las personas y no he sabido ofrecer palabras de consuelo y de esperanza; a veces he sido perezoso y negligente. Os pido perdón por todo ello. Sin embargo, y a pesar de mis muchos fallos, he podido percibir, y creo que también vosotros, que el Señor ha caminado con nosotros en estos 20 años. Años difíciles para la Iglesia, tanto en España como en Europa; años de purificación, años a los que el evangelio que acabamos de escuchar se aplica muy bien.


Jesús, en su camino hacia Jerusalén, hacia la cruz, hacia su entrega total por nosotros en cumplimiento de la voluntad de Dios su Padre, al verse rodeado por mucha gente, quizás con un entusiasmo demasiado superficial hacia su persona, hace un alto en el camino para dejar claro lo que significa seguirle, el precio que hay pagar para ser discípulo suyo, las condiciones de su seguimiento, y dice: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí no puede ser discípulo mío». Creo que estas palabras se dirigen hoy con especial fuerza a toda la Iglesia, pero también a nuestra comunidad parroquial y a cada uno de nosotros. Después de años o incluso siglos en los que formar parte de la Iglesia era lo obvio aquí en España y en Europa, era lo «natural», era lo que «había que hacer» ya no es así; ya ser cristianos, formar parte de la Iglesia, seguir a Jesús, requiere una opción clara y consciente, que cuesta, y que muchas veces es contracorriente.


Bien entienden este evangelio los cristianos que viven en países donde son perseguidos por su fe incluso hoy, y donde convertirse al cristianismo puede implicar rupturas familiares y pérdida de posición social y de bienes materiales, e incluso perder la propia vida. Estos cristianos nos enseñan mucho. Pero este evangelio vale para todos nosotros y toda la Iglesia. Tenemos que aprender a no anteponer nada a Cristo, como dice san Benito. Este momento difícil que vivimos creo que es comparable a ese alto en el camino que hace Jesús para aclarar las cosas, para purificar el grupo de sus seguidores. Las dos parábolas que cuenta Jesús, la de la torre y la del rey con su ejercito, nos invitan a discernir, a echar cuentas, a ver si cumplimos las condiciones para ser discípulos del Señor. Si no es así, es mejor no seguir, porque dejaríamos la obra inacabada y se reirán con razón de nosotros.


Por tanto, queridos hermanos y amigos, lo importante es seguir a Jesús, ponerle en primer 
lugar estemos donde estemos, no anteponerle nada, ni afectos, ni bienes materiales, ni encargos en la Iglesia o en el mundo. Ahora a vosotros os toca un nuevo párroco que caminará con vosotros el tiempo que Dios quiera. Lo debéis acompañar y ayudar para que pueda hacer presente a Cristo buen pastor en esta comunidad, un pastor que a veces camina delante del rebaño, indicándole el camino, otras veces camina a su lado aprendiendo de él, y otras veces camina detrás para que nadie se pierda. Yo con esta nueva responsabilidad que me ha dado el Señor a través de la Iglesia, que yo no esperaba ni hice nada por buscar, y que es complicada. Os pido que recéis mucho por mí y por la Iglesia en Europa para que pueda hacer presente en la Unión Europea los valores del reino.


Se mezclan en mí muchos sentimientos en este momento. Por un lado, mucha sorpresa por este nuevo nombramiento del todo inesperado para mí. Es verdad que la Conferencia Episcopal Española, donde he trabajado también los últimos ocho años, me había propuesto para este cargo hace tres años, en las últimas elecciones que hicieron los obispos europeos, pero no salí elegido en ese momento y me había olvidado de ello. También experimento preocupación, algo de temor quizás, dudando si podré llevar a cabo bien este nuevo servicio a la Iglesia, complicado y distinto a lo que he hecho hasta ahora. Experimento también tristeza por separarme físicamente de tantas personas que quiero y con las que he compartido tanto. Pero experimento también serenidad al percibir que está presente el Señor en todo esto y él viene primero. La frase final del evangelio de hoy, traducida literalmente, reza así: «Así, pues, todo aquel de vosotros que no se despide de todos sus bienes, no puede ser discípulo mío». Se habla de despedida. Así es en la vida de todo discípulo auténtico de Jesús; hay que aprender a no apegarse a las cosas y a las personas por encima de él, aprender a veces a despedirse. Hay que seguirle a él donde nos lleve, saliendo de nuestras zonas de confort cuando nos lo pide.



Sin embargo, el sentimiento quizás más fuerte que experimento en este momento, es el de gratitud. Gratitud al Señor por estos veinte años aquí y por hacerse presente en tantos momentos de mi vida, y gratitud también a vosotros, a cada uno de vosotros, por lo mucho que habéis hecho por mí.


Encomendamos hoy de forma especial nuestro futuro a María. Hoy celebramos su nacimiento. Es la madre de Jesús pero también fue su discípula, modelo perfecto de todo discípulo auténtico del Señor. Dice san Agustín de ella en uno de sus Sermones (72): «Hizo sin duda Santa María la voluntad del Padre; por eso más es para María ser discípula de Cristo que haber sido madre de Cristo. Más dicha le aporta el haber sido discípula de Cristo que el haber sido su madre». ¡Que ella nos enseñe y nos ayude a ser verdaderos discípulos del Señor y a no anteponer nada a él!


¡Que así sea!



Video de mis parroquianos para mi despedida:








jueves, 10 de diciembre de 2015

La victoria final es de Dios


Homilía 29 de noviembre 2015
Domingo I de Adviento (ciclo C)
(Misa retransmitida por RNE)

Empezamos este nuevo año litúrgico escuchando unas palabras del Señor parecidas a las que se nos proclamaron cuando se iba terminando el anterior, palabras que nos hablan del final del
mundo y de la historia humana. Hoy escuchamos estas palabras del discurso escatológico de Jesús según la versión de san Lucas, que es el evangelio que nos acompañará a lo largo de este nuevo ciclo litúrgico. En un primer momento estas palabras nos pueden parecer raras y hasta podrían asustarnos, al hablar de catástrofes y de signos portentosos, de «angustia de las gentes». Sin embargo, si prestamos más atención y tenemos en cuenta el lenguaje apocalíptico que utilizan, veremos que tienen mucho que decirnos a nosotros hoy. El lenguaje apocalíptico surge en momentos difíciles de la historia, de gran negatividad, cuando las fuerzas del mal parecen haber vencido, como en el periodo post-exílico en el que Israel había perdido todo, pero viene a dar un mensaje de esperanza en medio de la adversidad, una buena noticia, a consolar como otras palabras no pueden hacerlo. Nos vienen a decir que por mucho que parezca que prevalezca el mal en el mundo, en nuestra sociedad y en nuestras vidas, al final la victoria es de Dios y de su Cristo, «que vendrá sobre las nubes del cielo, con gran poder y majestad», como acabamos de escuchar en el evangelio. ¡Cuánto necesitamos que se nos diga esto hoy! Los terribles actos terroristas que hemos vivido en estos días que siembran el terror y abren el abismo de la nada, las guerras, las muchas personas que huyen de la violencia y de la miseria a veces encontrándo las puertas de los hermanos cerradas, la persecución de los cristianos como no se había dado antes, de la cual habla también Jesús en el discurso escatológico, y tantas otros cosas. A veces corremos el riesgo de caer en la desesperanza y rendirnos ante el mal, de creer que nos encaminamos hacia la nada, que el mal es más fuerte que él bien. ¡Pero no!, y así Jesús en el templo de Jerusalén nos lo dice poco antes de su pasión en que las fuerzas del mal se desatarán tan terriblemente contra él. Él las vencerá y por eso nos puede decir hoy a todos nosotros: «cuando empiece a suceder esto levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación». La victoria definitiva del Señor, el establecimiento del reinado de Dios en el que morará para siempre la justicia, el triunfo de la vida y de las fuerzas del bien sobre las de las tinieblas y la muerte, está cada vez más cerca, aunque pueda parecer lo contrario.



            El Adviento que hoy empezamos es un tiempo para
El papa Francisco abre la Puerta Santa de la Catedral de Bangui
aprender, reforzar y practicar la actitud de 
la espera esperanzada y vigilante ante la venida inminente del Señor. Esto por un lado significa no dejar que ‘se nos embote el corazón con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida’, y, por otro, el purificarnos para que ‘podamos ser presentados santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre’. De ahí el carácter penitencial que también tiene este tiempo litúrgico como tiempo de conversión. Este año, al comienzo del Adviento, se abrirán las puertas santas de las catedrales de todo el mundo para celebrar el Jubileo Extraordinario de la Misericordia que ha convocado el papa Francisco. Esta tarde misma, el Santo Padre abrirá la puerta santa de la Catedral de Bangui, en la República Centroafricana, con un gesto del todo inédito, abriendo el año de la misericordia en una de las periferias del mundo marcada por la violencia y la pobreza. Un año santo para volver al Padre, como el hijo pródigo de la parábola, y experimentar su infinita misericordia. Quitar de nuestra vida lo que nos embota el corazón y purificarnos para ‘mantenernos de pie ante el Hijo del Hombre’ es la forma de prepararnos para la venida del Señor. Venida del Señor que celebraremos sacramentalmente en Navidad haciendo memoria de la llegada al mundo del ‘vástago legítimo de David’. Y venida del Señor que esperamos vigilantes cuando vendrá de nuevo con poder y gloria grande para juzgar y establecer su reinado de paz y justicia que ya empezó con la victoria de la cruz.




            Celebramos en esta parroquia hace pocos días la fiesta de nuestra patrona, Santa Ctalina de Alejandría. Ella fue una mujer sabia y fuerte, que padeció por Cristo y luchó contra el mal con las armas de la fe. Como virgen prudente, supo mantener encendida en la noche la lámpara de la esperanza a la espera de la llegada del Esposo. Que podamos en estos tiempos difíciles que vivimos, parecidos en muchas cosas a los suyos, seguir su ejemplo. A ella nos encomendamos hoy. Amén.

martes, 27 de noviembre de 2012

Santa Catalina de Alejandría, modelo de firmeza en la fe para tiempos de relativismo



Homilía Domingo 25 de noviembre de 2012
XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo B)
Solemnidad de Jesucristo, rey del universo
Santa Catalina de Alejandría, titular de la parroquia

Santa Catalina de Alejandría (Sig. XVII)
Monsaterio de Santa Catalina
Monte Sinaí (Egipto)
            En la tradición oriental Santa Catalina de Alejandría es venerada como ‘megalomártir’, la ‘gran mártir’, la insigne testigo de la verdad, ya que la raíz griega de la palabra ‘mártir’ significa ‘testigo’ y el prefijo ‘mega’ indica ‘grande’. Catalina con su vida y sobre todo con su muerte dio testimonio de la verdad, del Señor, y mostró que nada está por encima de él. Que, puestos a elegir entre Jesucristo y el emperador hay que elegir a Jesucristo por mucho que cueste, aunque sea a precio de la muerte, ya que el Señor la ha vencido. Por eso también se la venera como sabia, patrona de los filósofos. Poseía la sabiduría de la cruz de la que habla san Pablo; esa sabiduría que reconoce que la cruz del Señor es una victoria y que participar en los sufrimientos de Cristo, ‘completando en nuestra carne lo que falta a su pasión’, es una gran gracia y el camino seguro para llegar a la resurrección. Catalina fue también según la tradición una mujer valiente, llena de fortaleza para aguantar los tomentos a los que la sometían quienes querían que abandonase la verdad que ella había conocido y abrazado.

annusfidei.va
La fe de santa Catalina contrasta mucho con la nuestra, la que vivimos en nuestra cultura tan marcada por la ‘dictadura del relativismo’ de la que hablaba el entonces cardenal Ratzinger al empezar el cónclave que le elegiría papa. Ella nos puede enseñar mucho en estos tiempos de crisis de fe, de ‘fe débil’, de una fe que con frecuencia cede ante la ‘dictadura del relativismo’ que tilda de fanática una fe firme que reconoce una verdad definitiva que vale para todos. El Año de la fe convocado por el papa, y la Misión Madrid que nos propone nuestro obispo diocesano, quieren ser una respuesta de la Iglesia a esta situación difícil que se vive sobre todo en los países de antigua cristiandad como el nuestro, donde los obispos han señalado que ha tenido lugar una ‘apostasía silenciosa de la fe’. El Año de la fe y la Misión Madrid pretenden ser una invitación a que fortalezcamos nuestra fe y demos testimonio de ella ante el mundo, promoviendo así una nueva evangelización. El papa en la Carta Apostólica Porta fidei con la que convoca el Año de la fe nos sugiere como fortalecerla: redescubriendo y rehaciendo el camino que nos has llevado a la fe y reflexionando sobre ella, como acto de confianza en Dios y como contenidos que confesamos como verdaderos.

misionmadrid.es
            En el evangelio de hoy vemos como Jesús reconoce ante el escéptico Pilato que es rey, pero que su reino no es de este mundo, no está al mismo nivel que los reinos y gobiernos temporales, es de un orden distinto, de un orden ligado a la verdad: “Tú los dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. Jesús da testimonio de la verdad con su vida, sus enseñanzas, sus milagros, y sobre todo con su muerte y resurrección; por eso decimos que es el primero de los mártires, el primer testigo de la verdad en sentido pleno. Su vida es la encarnación de la verdad; él mismo es la verdad. De ahí que los que ‘son de la verdad’, los que la buscan con corazón sincero, escuchan su voz, son atraídos por él. Benedicto XVI repite muchas veces que la verdad no es una serie de conceptos o preposiciones, es una Persona, es Jesucristo. Encontrarnos con él, nos lleva a reconocerle como único Señor, único rey, muy por encima de todo lo demás, y a dar testimonio de esta verdad ante el mundo, sabiendo que todos los enemigos ya han sido vencidos aunque esto aún no se perciba claramente.

Jesucristo, señor de la historia
Fray Angélico (1447)
Catedral de Orvieto (Italia)
            La solemnidad que hoy celebramos de Jesucristo, rey del Universo, quiere exhortarnos a esto. Cuando Pío XI instituyó esta fiesta en 1925 lo hizo con la intención de que se reconociese ‘la soberana autoridad de Cristo sobre los hombres y las instituciones’, y en la oración colecta de la misa se rezaba para que ‘todos los pueblos se sometiesen al suavísimo imperio del Hijo de Dios’. Esto a veces ha llevado a interpretaciones sesgadas, como si la Iglesia reclamara el derecho de mandar sobre gobiernos e instituciones seculares. Pero esto evidentemente no puede ser así. Sabemos lo que dice Jesús en el evangelio de ‘dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios’, y también sabemos lo que afirmó el Concilio Vaticano II sobre la ‘justa autonomía de las realidades temporales’. Es verdad que a veces pueden surgir conflictos cuando uno de los dos órdenes quiere invadir el terreno del otro, por ejemplo, cuando la religión quiere someter el orden temporal a sus dictámenes, o al contrario, que es lo que suele pasar más hoy en Occidente, cuando las autoridades políticas pretenden intervenir sobre asuntos que pertenecen al ámbito la fe, que no es solo un ámbito privado, sino que tiene también su dimensión pública. En estos casos, como nos enseña santa Catalina, tiene que prevalecer la verdad y debemos dar testimonio valiente de ella.

Fuente imagen: gloria.tv
Esto es lo que implica reconocer a Cristo como rey. Este es el verdadero significado de lo que decían los mártires españoles de la persecución religiosa del siglo pasado cuando morían con el grito “Viva Cristo Rey” en los labios. Reconocer a Cristo como rey significa habernos encontrado con él como ‘camino, verdad y vida’, y dar testimonio de ello. ¡Que nuestra santa, la gran mártir Catalina de Alejandría, nos mueva con su ejemplo a ello y con su intercesión nos ayude a tener una fe más firme en estos tiempos de relativismo!

viernes, 26 de noviembre de 2010

Santa Catalina de Alejandría, una mujer de ‘fe decidida’


Homilía 25 de noviembre 2010
Fiesta de Santa Catalina de Alejandría, patrona de la parroquia
Caravaggio. Museo Thyssen-Bornemisza (Madrid)
El Papa Benedicto XVI, en el libro-entrevista con el periodista Peter Sewald que acaba de ser presentado esta semana con el título Luz del Mundo, al ser preguntado sobre España, afirma que en nuestro país existe actualmente ‘una dramática lucha entre la secularidad radical y la fe decidida’ (ver). Hoy celebramos la fiesta de nuestra patrona, Santa Catalina de Alejandría, una mujer de fe decidida. Una mujer buscadora de la verdad, por eso patrona también de los filósofos, que cuando la descubrió en Cristo, dio testimonio valiente de ella con su palabra, su vida y también con su muerte. Para los orientales es la gran mártir. Es bueno, y quizás necesario para nosotros, en la situación que vivimos, en España y en otros lugares, hacer memoria de los santos, aquellos que nos muestran con su vida y su muerte que otra forma de vivir es posible, que las palabras de Jesús no son una utopía irrealizable, que se puede vencer el mal con el bien, que ‘la violencia no se vence con la violencia sino con la mansedumbre’, como dice San Juan Crisóstomo. Catalina con su vida y muerte nos enseña que vale la pena buscar la verdad, una verdad que no es una doctrina ni una enseñanza moral como dice Benedicto XVI, sino una persona, Cristo, y una vez encontrada esta Verdad dar testimonio valiente de ella, vivir y morir, si es necesario, por ella. Santa Catalina nos muestra lo cierto que es esa frase de Santa Teresa de Jesús: “la verdad padece, pero no perece” y non sacude de nuestra mediocridad y miedo, mostrando que la vida es para vivirla plenamente y con sentido, que lo que tiene premio y al final vence es ponernos en el bando de la verdad, no en el de la conveniencia material a corto plazo.
A la luz de las palabras del Papa en el libro-entrevista, ya en España no es tiempo de medias tintas para los cristianos, es tiempo de ‘fe decidida’; de tomar claramente partido, cueste lo que cueste, y esto es lo que nos enseña nuestra santa. Esto vale para nuestra vida personal, pero también para nuestra comunidad parroquial que hoy celebra su patrona. Nuestra comunidad debe volverse cada vez más un lugar donde se vive y se transmite con valentía la fe, un lugar que sea luz y sal para los demás y el resto del barrio, si no, no sirve para nada, ‘sino para tirarla afuera y que la pisoteen los hombres’, como dice Jesús en el Sermón de la Montaña (Mt 5, 13). Y esto depende de todos nosotros, de cada uno según el carisma que ha recibido. Las personas laicas, que sois la mayoría, los que no son consagrados ni sacerdotes, están llamados a vivir y dar testimonio de su fe en los ámbitos donde viven, sobre todo en la familia y en el trabajo. Pero también, en la medida de las posibilidades de cada uno, se debe colaborar con la propia iglesia, ofreciendo oración, tiempo, dinero. Los sacerdotes que nos hemos comprometido a tiempo pleno con Cristo, como se diría, tenemos una responsabilidad mayor cara la comunidad que nos ha encomendado el obispo. Pero todos podemos hacer algo; también los enfermos y las personas impedidas, pueden hacer muchísimo, al ofrecer sus oraciones y sufrimientos. Vamos a pedir hoy la intercesión de nuestra patrona, para que el Señor nos haga valientes, hombres y mujeres de fe decidida, no miedosos, conscientes de que vale la pena vivir y dar la vida por Cristo.


Nuestra comunidad parroquial es también parte de la diócesis de Madrid, que tiene como cabeza visible al obispo, sucesor de los apóstoles y que propone unas líneas pastorales que debemos hacer nuestras. Este año el acontecimiento que marcará la labor pastoral es la preparación y celebración de la Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en Madrid en agosto del año próximo,; un acontecimiento importante para toda la Iglesia universal. El lema que ha escogido el Papa para esta Jornada está muy relacionado con la fiesta que hoy celebramos y está sacado de la Carta del apóstol Pablo a los Colosenses: ‘arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe’ (Col 2, 79): Las actividades pastorales que llevaremos a cabo este año tienen esta finalidad: enraizarnos en Cristo y edificarnos en él, afianzándonos en la fe. Así la catequesis para adultos, los grupos de matrimonios, los encuentros con los padres que piden sacramentos para sus hijos, la catequesis de niños y jóvenes. También queremos celebrar lo más dignamente posible nuestra fe, en las misas de los domingos y en la celebración de los demás sacramentos. Y debemos dar testimonio de esta fe con nuestro servicio a los demás y a la sociedad; la actividad de Cáritas, en este sentido, es de fundamental importancia, al ser el modo en que ejercemos en cuanto comunidad nuestro amor, pero también es fundamental la actividad misionera. En relación con la Jornada Mundial de la Juventud, debemos todos ofrecer nuestra colaboración para acoger a los que vengan y compartir con ellos nuestra fe; quizás podamos abrir nuestras casas para acoger a algunos peregrinos o dar nuestra disponibilidad como voluntarios para ayudar en lo que se nos pida.
¡Qué Santa Catalina de Alejandría, con su intercesión, nos ayude a vivir intensamente este año pastoral,  a afianzarnos más en nuestra fe y a dar un testimonio valiente de ella!